EL RÍO
Publicado: Lun, 13 May 2013 11:53
EL RÍO
El río…
parece siempre el mismo pero nunca
es el mismo. Tampoco yo soy el de entonces: el niño que jugaba
feliz en sus orillas con un futuro y una vida
por delante.
De chiquillo
me gustaba escuchar al río escondido entre los álamos.
En la espuma hacía mi castillo; en la maleza
tenía algún tesoro; y cuántas veces
sus peces de colores fueron juguetes vivos
saltando entre mis dedos.
Yo pescaba, él fluía; yo crecía
y él me amaba; y sus aguas cristalinas significaron para mí
durante mucho tiempo, una eterna compañía. Todo resultaba simple
a orillas de aquel río. Sentí tantas veces su cálida armonía
que el futuro llegaba a mi encuentro como una ola de ternura
(y el mundo, agazapado, colmaba de ilusiones mi presente).
No siempre estuve solo.
A veces un amor me sonreía; y así, entre besos
y caricias jugábamos a escribir nuestros nombres en las cortezas
de los sauces.
Y otra vez aquí, a solas con mis recuerdos, siento aparecer de nuevo
mi historia y mi pasado; y la vida sale al paso transparente
como entonces.
Sin embargo ya nada será igual ni tendrá la misma luz
azul de aquellos días.
Pronto llegará esa aurora con el tiempo que ponga fin a mi aliento
y borre de esta orilla mis huellas para siempre. Entonces
ya no quedará más vida que mi ausencia en esta vida.
No habrá un futuro con el qué soñar, ni un amor que me sonría,
ni siquiera una esbozo de esperanza ante mi suerte. Su cauce
tendrá otro rumbo cuando yo me vaya.
El agua seguirá su curso. Y mi espíritu en el viento
se quedará vagando río abajo entre los meandros
de la tarde.
Cuando yo me haya ido, dos gorriones llevarán
mi nombre tierra adentro.
Y yo me quedaré solo; sin álamos,
sin amores, sin peces vivos de colores. Este valle será otro.
El mundo será otro. El río
tampoco será el mismo.
Ese día
yo le perderé para siempre.
Él me perderá para siempre.
Pero siempre habrá un niño jugando entre los sauces
y pescando feliz en sus orillas.
--oOo--
El río…
parece siempre el mismo pero nunca
es el mismo. Tampoco yo soy el de entonces: el niño que jugaba
feliz en sus orillas con un futuro y una vida
por delante.
De chiquillo
me gustaba escuchar al río escondido entre los álamos.
En la espuma hacía mi castillo; en la maleza
tenía algún tesoro; y cuántas veces
sus peces de colores fueron juguetes vivos
saltando entre mis dedos.
Yo pescaba, él fluía; yo crecía
y él me amaba; y sus aguas cristalinas significaron para mí
durante mucho tiempo, una eterna compañía. Todo resultaba simple
a orillas de aquel río. Sentí tantas veces su cálida armonía
que el futuro llegaba a mi encuentro como una ola de ternura
(y el mundo, agazapado, colmaba de ilusiones mi presente).
No siempre estuve solo.
A veces un amor me sonreía; y así, entre besos
y caricias jugábamos a escribir nuestros nombres en las cortezas
de los sauces.
Y otra vez aquí, a solas con mis recuerdos, siento aparecer de nuevo
mi historia y mi pasado; y la vida sale al paso transparente
como entonces.
Sin embargo ya nada será igual ni tendrá la misma luz
azul de aquellos días.
Pronto llegará esa aurora con el tiempo que ponga fin a mi aliento
y borre de esta orilla mis huellas para siempre. Entonces
ya no quedará más vida que mi ausencia en esta vida.
No habrá un futuro con el qué soñar, ni un amor que me sonría,
ni siquiera una esbozo de esperanza ante mi suerte. Su cauce
tendrá otro rumbo cuando yo me vaya.
El agua seguirá su curso. Y mi espíritu en el viento
se quedará vagando río abajo entre los meandros
de la tarde.
Cuando yo me haya ido, dos gorriones llevarán
mi nombre tierra adentro.
Y yo me quedaré solo; sin álamos,
sin amores, sin peces vivos de colores. Este valle será otro.
El mundo será otro. El río
tampoco será el mismo.
Ese día
yo le perderé para siempre.
Él me perderá para siempre.
Pero siempre habrá un niño jugando entre los sauces
y pescando feliz en sus orillas.
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