CHARLAS DE ALMAS
Publicado: Jue, 02 May 2013 19:55
En esas siestas de enero solía quedar solo.
Mis años no daban para la algarabía del río, ni la cabalgata briosa de añorados tiempos.
Tomaba entonces mi reposera y el mate amargo para sentarme bajo la sombra del ciprés,
dejando al placer contemplativo que me absorbiera y me acariciara en deudas pasadas.
Era entonces que tarde a tarde llegaba un muchacho casi desconocido, arrimaba su silla y se sentaba, guardando místico silencio y con su mirada hacia la nada.
De tanto en tanto murmuraba palabras como entrando a la conversación, obligado por cortesía.
Yo sabía de alguna dificultad en su lenguaje y entonces contestaba, murmurando también, como si hubiese entendido y con gestos hacia el paisaje o la caballada mostrando así mi interés en sus comentarios.
Intercambiábamos cuchicheos por horas, entre los mates, dando por supuestas las palabras robadas por el viento, pero sabiendo ambos de la importancia de la charla, inentendible en el discurso pero profunda en contenido.
Eran charlas de almas.
Fueron pocos días… en los que se cumplía el rito puntualmente hasta que tuvo que irse a su querencia.
Y todavía, reflexivo en mi ser, recuerdo esas pláticas en el propio idioma del afecto y el compartir vivencias con este chico, desconocido casi, que salvando la distancia de edades y dificultades del lenguaje se acercaba a matear y compartir tiempo y vida.
Enriquecimos almas y creció el afecto.
A un ser entrañable: Guillermo.
Copyright©2013
Todos los derechos reservados
Mis años no daban para la algarabía del río, ni la cabalgata briosa de añorados tiempos.
Tomaba entonces mi reposera y el mate amargo para sentarme bajo la sombra del ciprés,
dejando al placer contemplativo que me absorbiera y me acariciara en deudas pasadas.
Era entonces que tarde a tarde llegaba un muchacho casi desconocido, arrimaba su silla y se sentaba, guardando místico silencio y con su mirada hacia la nada.
De tanto en tanto murmuraba palabras como entrando a la conversación, obligado por cortesía.
Yo sabía de alguna dificultad en su lenguaje y entonces contestaba, murmurando también, como si hubiese entendido y con gestos hacia el paisaje o la caballada mostrando así mi interés en sus comentarios.
Intercambiábamos cuchicheos por horas, entre los mates, dando por supuestas las palabras robadas por el viento, pero sabiendo ambos de la importancia de la charla, inentendible en el discurso pero profunda en contenido.
Eran charlas de almas.
Fueron pocos días… en los que se cumplía el rito puntualmente hasta que tuvo que irse a su querencia.
Y todavía, reflexivo en mi ser, recuerdo esas pláticas en el propio idioma del afecto y el compartir vivencias con este chico, desconocido casi, que salvando la distancia de edades y dificultades del lenguaje se acercaba a matear y compartir tiempo y vida.
Enriquecimos almas y creció el afecto.
A un ser entrañable: Guillermo.
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