Cae la noche
Publicado: Mié, 02 Abr 2008 15:26
Es mi primer escrito y se que todo se puede mejorar,solo puedo decir que escribo poniendo el alma en cada letra y el corazón en todo su contenido. Saludos
Atardecer,
paz,
solo paz y silencio,
cuyo aliento templado
juega con mis cabellos,
mientras un sol dorado
acaricia los campos tiernamente.
Contemplo las colinas y los valles
cubiertos por el manto tallado
de esmeralda
que se viste la Madre
cuando nace el carnero.
Es solo en ese instante,
cuando todo reposa,
cuando ya no perduran
ni la noche ni el día,
sólo un tiempo infinito
lleno de sensaciones.
Lentamente, una a una,
las ventanas del templo
de par en par se abren
hacia nuevos paisajes,
que, aunque siempre estuvieron,
yacían olvidados.
Cinco puerta de oro
alimentan el alma
mientras la luz radiante
acaricia los campos
al filo de la tarde,
y conforta en silencio
a la viajera cansada.
Colores nunca vistos,
reflejos impensados,
destellan luminosos en el prado,
sonidos del silencio,
brotando en todos lados.
Es la Madre que canta con mil voces,
desde cada rincón acompasado,
envolviendo en su música al poeta,
acordes que, trenzados en el aire,
sólo pudiera oír
el que entendiera.
Caricias de la brisa en el rostro,
mil sensaciones de antaño dormidas,
guardadas en los tiempos,
despertando de pronto al mismo tiempo.
Un sabor dulce,
vagamente definible
deslizándose suave en la garganta,
un cúmulo de aromas y perfumes,
que la Madre deposita en el viento
para embriagar el alma del poeta,
y conducirlo al mundo de los sueños.
Atardecer,
paz,
solo paz y silencio,
cuyo aliento templado
juega con mis cabellos,
mientras un sol dorado
acaricia los campos tiernamente.
Contemplo las colinas y los valles
cubiertos por el manto tallado
de esmeralda
que se viste la Madre
cuando nace el carnero.
Es solo en ese instante,
cuando todo reposa,
cuando ya no perduran
ni la noche ni el día,
sólo un tiempo infinito
lleno de sensaciones.
Lentamente, una a una,
las ventanas del templo
de par en par se abren
hacia nuevos paisajes,
que, aunque siempre estuvieron,
yacían olvidados.
Cinco puerta de oro
alimentan el alma
mientras la luz radiante
acaricia los campos
al filo de la tarde,
y conforta en silencio
a la viajera cansada.
Colores nunca vistos,
reflejos impensados,
destellan luminosos en el prado,
sonidos del silencio,
brotando en todos lados.
Es la Madre que canta con mil voces,
desde cada rincón acompasado,
envolviendo en su música al poeta,
acordes que, trenzados en el aire,
sólo pudiera oír
el que entendiera.
Caricias de la brisa en el rostro,
mil sensaciones de antaño dormidas,
guardadas en los tiempos,
despertando de pronto al mismo tiempo.
Un sabor dulce,
vagamente definible
deslizándose suave en la garganta,
un cúmulo de aromas y perfumes,
que la Madre deposita en el viento
para embriagar el alma del poeta,
y conducirlo al mundo de los sueños.