Vertiginoso mundo... (modificado)
Publicado: Sab, 13 Abr 2013 11:48
.
Vertiginoso mundo
el de la carne viva, proclaman sin palabras
sus mentes de arenisca.
Nos miran fijamente desde sus peanas. Nos oyen,
nos vigilan; se muestran indolentes
si el hombre las contempla: árido umbral
su aura tibia.
Valoran la ventaja
de su estática pose milenaria
(generosa inacción que agradece la paloma).
No les perturba nuestro sentir. Nuestra pasión mundana
les causa indiferencia.
Su cualidad no es como la nuestra. Pero piensan,
razonan y respiran
igual que abren y cierran sus párpados macizos: es decir
imperceptiblemente con el paso
sereno de los siglos.
Talladas por el canon
austero de lo bello, jamás envidiarán nuestro relieve
de aristas imperfectas.
Sólo el mármol conforma densamente
su fría condición orgánica.
Ellas buscan en cada generación humana
la sensibilidad de aquella mano
que un día cinceló su forma
y sólo encuentran década tras década
hombres de corazones como piedras.
Jugamos a los dioses dando rostro
y nombre a las estatuas; pero éstas
como Hera en el Jardín de las Hespérides
prefieren la manzana dorada de la inercia
al recurso finito de la vida. Se libran
así de nuestro influjo
y el vértigo caótico del mundo.
--oOo--
Vertiginoso mundo
el de la carne viva, proclaman sin palabras
sus mentes de arenisca.
Nos miran fijamente desde sus peanas. Nos oyen,
nos vigilan; se muestran indolentes
si el hombre las contempla: árido umbral
su aura tibia.
Valoran la ventaja
de su estática pose milenaria
(generosa inacción que agradece la paloma).
No les perturba nuestro sentir. Nuestra pasión mundana
les causa indiferencia.
Su cualidad no es como la nuestra. Pero piensan,
razonan y respiran
igual que abren y cierran sus párpados macizos: es decir
imperceptiblemente con el paso
sereno de los siglos.
Talladas por el canon
austero de lo bello, jamás envidiarán nuestro relieve
de aristas imperfectas.
Sólo el mármol conforma densamente
su fría condición orgánica.
Ellas buscan en cada generación humana
la sensibilidad de aquella mano
que un día cinceló su forma
y sólo encuentran década tras década
hombres de corazones como piedras.
Jugamos a los dioses dando rostro
y nombre a las estatuas; pero éstas
como Hera en el Jardín de las Hespérides
prefieren la manzana dorada de la inercia
al recurso finito de la vida. Se libran
así de nuestro influjo
y el vértigo caótico del mundo.
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