EL PEZ, EL MUNDO, Y YO
Publicado: Mié, 03 Abr 2013 17:59
EL PEZ, EL MUNDO Y YO
Este pez
que muestra su perfil fosilizado ante mis ojos, en otro tiempo
remoto y lejanísimo,
nadaba, contraía sus branquias, vivía, se alimentaba,
en lo que ahora es tierra firme y antes
era mar.
Miles de años después regresa al aire
como piedra.
Quién iba a suponer
que acabaría en manos de un extraño provisto de conciencia:
un humano, un poeta; es decir, alguien
que escribe y especula con su vida sumida en el olvido.
Yo ya sé
dónde reposarán mis huesos algún día (comparativamente hablando
en un tiempo cercano y previsible):
En un pueblo con río, puente y alameda; detrás de un bosque
de robles y de pinos. Muy lejos de ese vasto
imperio sumergido.
La tierra con los siglos se hará otra muy distinta.
Acaso el pueblo, el río, la alameda, en el curso de un periodo
ahora incomprensible, descansen bajo el mar en un contexto
insólito al presente.
Puede que en ese espacio lejanísimo, un pez igual a este
abra sus branquias, viva, nade; respire próximo a mis huesos
sólidos como piedras; él y yo
sumergidos en aguas muy profundas, bajo un propósito
preciso y matemático; con un método, una pauta
que anega continentes, regiones, hemisferios, periódicamente
como si fuera un péndulo de cadencia serenísima.
El pez morirá. El tiempo hará el prodigio
de modelar su imagen en el fango. Más tarde, en lo insondable
volverá al aire, al sol, a las estrellas; y alguien,
quizás otro poeta; un ser terrenal, humano o divino, sin duda
más evolucionado que yo mismo, lo cogerá del suelo
y especulará sobre su vida, su hábitat, la tierra,
en un poema como este en una tarde como esta.
Pero esa es otra historia.
Después de esta abstracción bajaré de la montaña
y volveré a mis cosas. Liberaré a mi mente del pasado
incognito del mundo. Por un tiempo olvidaré ese mañana
detrás de este presente. Y olvidaré también, cómo no,
al propio pez de piedra.
--oOo--
Este pez
que muestra su perfil fosilizado ante mis ojos, en otro tiempo
remoto y lejanísimo,
nadaba, contraía sus branquias, vivía, se alimentaba,
en lo que ahora es tierra firme y antes
era mar.
Miles de años después regresa al aire
como piedra.
Quién iba a suponer
que acabaría en manos de un extraño provisto de conciencia:
un humano, un poeta; es decir, alguien
que escribe y especula con su vida sumida en el olvido.
Yo ya sé
dónde reposarán mis huesos algún día (comparativamente hablando
en un tiempo cercano y previsible):
En un pueblo con río, puente y alameda; detrás de un bosque
de robles y de pinos. Muy lejos de ese vasto
imperio sumergido.
La tierra con los siglos se hará otra muy distinta.
Acaso el pueblo, el río, la alameda, en el curso de un periodo
ahora incomprensible, descansen bajo el mar en un contexto
insólito al presente.
Puede que en ese espacio lejanísimo, un pez igual a este
abra sus branquias, viva, nade; respire próximo a mis huesos
sólidos como piedras; él y yo
sumergidos en aguas muy profundas, bajo un propósito
preciso y matemático; con un método, una pauta
que anega continentes, regiones, hemisferios, periódicamente
como si fuera un péndulo de cadencia serenísima.
El pez morirá. El tiempo hará el prodigio
de modelar su imagen en el fango. Más tarde, en lo insondable
volverá al aire, al sol, a las estrellas; y alguien,
quizás otro poeta; un ser terrenal, humano o divino, sin duda
más evolucionado que yo mismo, lo cogerá del suelo
y especulará sobre su vida, su hábitat, la tierra,
en un poema como este en una tarde como esta.
Pero esa es otra historia.
Después de esta abstracción bajaré de la montaña
y volveré a mis cosas. Liberaré a mi mente del pasado
incognito del mundo. Por un tiempo olvidaré ese mañana
detrás de este presente. Y olvidaré también, cómo no,
al propio pez de piedra.
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