Inclinación al júbilo
Publicado: Mié, 03 Abr 2013 15:42
Uno moja la voz
en ese espacio húmedo de eternidad
que aparece dotado de paciencia
delante de nosotros.
Uno ve voluntades
que esperan y se agachan
como esclavos egipcios,
y sueña con aquella costumbre de atentar
que pasa por delante y se despide.
El decir absoluto de los labios a solas,
tan grave, tan tendido
en la exageración de un rastro de nostalgia
y una brisa de nadie. Todo parece joven y lejano,
recurrente, con lentitud de libro misterioso,
donde coinciden
la exaltación del vino que no tienes
y el deseo de un país que ya no existe.
Alguien dejó su infancia
en el lugar más triste de la historia,
y ahora la noche,
retratada de cerca,
le sirve de consuelo.
Cómo será encontrarse mal, te preguntabas,
mientras aquel correr de luces gélidas
nos besaba los ojos,
y yo me dispersaba,
y la ocasión surgía.
Ahora, aquel rumor de sobremesa
entre el sol y la sombra de un mantel,
y el olor a café de ultramarinos,
ahora,
la música de fondo,
la deuda y el color que hacemos nuestro,
como la rendición de la alameda
a nuestro caminar y a nuestras vidas.
en ese espacio húmedo de eternidad
que aparece dotado de paciencia
delante de nosotros.
Uno ve voluntades
que esperan y se agachan
como esclavos egipcios,
y sueña con aquella costumbre de atentar
que pasa por delante y se despide.
El decir absoluto de los labios a solas,
tan grave, tan tendido
en la exageración de un rastro de nostalgia
y una brisa de nadie. Todo parece joven y lejano,
recurrente, con lentitud de libro misterioso,
donde coinciden
la exaltación del vino que no tienes
y el deseo de un país que ya no existe.
Alguien dejó su infancia
en el lugar más triste de la historia,
y ahora la noche,
retratada de cerca,
le sirve de consuelo.
Cómo será encontrarse mal, te preguntabas,
mientras aquel correr de luces gélidas
nos besaba los ojos,
y yo me dispersaba,
y la ocasión surgía.
Ahora, aquel rumor de sobremesa
entre el sol y la sombra de un mantel,
y el olor a café de ultramarinos,
ahora,
la música de fondo,
la deuda y el color que hacemos nuestro,
como la rendición de la alameda
a nuestro caminar y a nuestras vidas.