Leña para el invierno
Publicado: Vie, 15 Mar 2013 15:47
En esa edad tan cierta
en la que los principios
aprenden a tenerse un poco de autoestima,
los altos campanarios no se escuchan a penas,
y se le pone piso a nuestra soledad
en una calle llena de recuerdos.
En la que muchas veces te encuentras con la vida
apuntando a la nuca
con noticias precisas del futuro.
En esa edad, se suelen olvidar
verdades de metal en los bolsillos,
y al pasar por el controlador de turno
disparan las alarmas como cristales rotos.
No conviene negarle un mendrugo de pan
a ese hombre
que busca una alegría
al final de su kilometraje,
porque detrás de tanta puerta abierta
lo único que queda es la interrogación.
Y así, de paso por el tiempo,
los vientos se atribuyen
ciudades que no tienen,
rumores de silencios en las salas de urgencia.
Como esa lejanía
que se puede acercar hasta ser vista
con gafas de miope, las ilusiones
se nos quedan en el cuarto trastero
igual que un haz de leña amontonada
esperando los fríos del invierno
para darnos calor y desaparecer.
en la que los principios
aprenden a tenerse un poco de autoestima,
los altos campanarios no se escuchan a penas,
y se le pone piso a nuestra soledad
en una calle llena de recuerdos.
En la que muchas veces te encuentras con la vida
apuntando a la nuca
con noticias precisas del futuro.
En esa edad, se suelen olvidar
verdades de metal en los bolsillos,
y al pasar por el controlador de turno
disparan las alarmas como cristales rotos.
No conviene negarle un mendrugo de pan
a ese hombre
que busca una alegría
al final de su kilometraje,
porque detrás de tanta puerta abierta
lo único que queda es la interrogación.
Y así, de paso por el tiempo,
los vientos se atribuyen
ciudades que no tienen,
rumores de silencios en las salas de urgencia.
Como esa lejanía
que se puede acercar hasta ser vista
con gafas de miope, las ilusiones
se nos quedan en el cuarto trastero
igual que un haz de leña amontonada
esperando los fríos del invierno
para darnos calor y desaparecer.