Editorial Alaire

La madera, el hierro y la carne
aplastando sus materias en el impulso
de estampar semillas en el lodo, mientras amanece.
Es la súplica del sudor, convertida en maíz.
Mi padre llama al perro con un silbido de otro mundo
desde las cuevas de su lengua quemada, evaporado en los recintos de sal
de las hojas del árbol amargo de la mañana.
Lavémonos las manos sangrantes, soñemos que el sexo de la tierra
afloja los mostos desde sus racimos sin piedad,
desde las criaturas que nos superan en túneles,
apostemos por la ceguera de los topos que es más segura que la muerte.

Y me inclino sobre el pozo, los labios de alquitrán
enfrían la frente del desorden de una agonía saturada, la abstracta redondez
de humedades aisladas recita frescuras y brisas verticales,
ahogos suspirados penetrando las murallas de los infiernos del agua.
Mi padre llama al perro leproso que viene a lamer mis manos de niño.
Y el sol parece tan lejos, que sus rayos apenas mojan de luz el silencio
que se enciende solamente cuando se escuchan los chillidos de un cerdo recién castrado
y las bienvenidas del horror que mendigan en las médulas áridas del futuro,
los precipicios del hambre se llenan de repente con las edades del verdugo
que habita dos cuerpos desafortunados, unidos por un lazo de cromosomas.
Desde las cuevas de su lengua quemada por el alcohol, mi padre me dice
te amo
y empezamos a sembrar de nuevo las heridas del campo.

Abro este poema: es intenso, profundo. Y hay que leerlo más veces. Eso haré.
Un saludo

Uffff, Marius. Cómo escribes. Tu escritura hace temblar. Tus imágenes poéticas siempre sorprenden y tus versos están llenos de la materia del universo poético que conecta al lector con la esencia primigenia de la vida.


Te dejo un abrazo
y mis Aplausos
Ana

Tienen estos versos algo que atrapan y angustian pero son bellos y profundos. Me encantó leerte
Abrazos
Pilar

Marius Gabureanu escribió:La madera, el hierro y la carne
aplastando sus materias en el impulso
de estampar semillas en el lodo, mientras amanece.
Es la súplica del sudor, convertida en maíz.
Mi padre llama al perro con un silbido de otro mundo
desde las cuevas de su lengua quemada, evaporado en los recintos de sal
de las hojas del árbol amargo de la mañana.
Lavémonos las manos sangrantes, soñemos que el sexo de la tierra
afloja los mostos desde sus racimos sin piedad,
desde las criaturas que nos superan en túneles,
apostemos por la ceguera de los topos que es más segura que la muerte.

Y me inclino sobre el pozo, los labios de alquitrán
enfrían la frente del desorden de una agonía saturada, la abstracta redondez
de humedades aisladas recita frescuras y brisas verticales,
ahogos suspirados penetrando las murallas de los infiernos del agua.
Mi padre llama al perro leproso que viene a lamer mis manos de niño.
Y el sol parece tan lejos, que sus rayos apenas mojan de luz el silencio
que se enciende solamente cuando se escuchan los chillidos de un cerdo recién castrado
y las bienvenidas del horror que mendigan en las médulas áridas del futuro,
los precipicios del hambre se llenan de repente con las edades del verdugo
que habita dos cuerpos desafortunados, unidos por un lazo de cromosomas.
Desde las cuevas de su lengua quemada por el alcohol, mi padre me dice
te amo
y empezamos a sembrar de nuevo las heridas del campo.

Un poema grandioso. Se escribe de nuevo en la lectura de sus pórticos golpeados; de sus espacios de coseha padre, de siembra hijo, de graneros vacíos, de pulpa y temor entre las águilas que observan y hacen del cielo un vuelo macabro. Sin embargo, se sienten claros y verídicos los pasos del poeta restituyendo minutos de cenizas por campos fecundos. Escucho la canción de la esperanza entre la impetuosidad de las imágenes, aguerridas a una belleza de siglos, a un péndulo que salva hemisferios en su viaje de opuestos.

Impacto y estilo. Poesía, con la intensidad de áquellos, capaces, de morir por ella.


Abrazo enorme.

Profunda sensación se desprende de la vivencia de tus versos.
La carne se hace cuerpo y el cuerpo familia para vencer la soledad y el deterioro.

un abrazo, amigo

Guillermo

Marius, me quedo con los tres últimos versos, sobre todo con el quiebro del antepenúltimo...
Un abrazo.

Intensidad, profundidad, belleza..., un elenco de virtudes residen en tus versos, Marius. Impresionante poema, querido amigo. Mi sincera felicitación. Abrazos.

me he sentido en los corrales. ha sido un gusto dejarme llevar a tus recuerdos. hay algo en los colores por lo que uno sabe que de lo que quedó ahí no todo fue belleza pero si hay mucho de realidad condensada. saludos

Muy bueno el poema, esas imágenes tienen intensidad y atrapan al lector de principio a fin. Enhorabuena y un abrazo.

Me he quedado con los vellos de punta, Marius, me has arrastrado en cada uno de tus versos, seguro que me los he llevado a mi terreno personal, luego he vuelto a leer y me he quedado largo rato abstraída, casi dolida, y no me apetecía salir de aquí, me llega profundamente este bello poema, un abrazo.

Hermoso poema,amigo Marius, trufado de metáforas impactantes, envueltas en un lenguaje que se muestra personalísimo.
Ha sido un placer leerte. Felicidades por este poema de poderoso y bellísimo lirismo.
Un cordial abrazo.

Nostalgia coloreada de vida en cada uno de sus elementos, un gusto leerte.

Mucho dolor, mucha densidad y muchos versos brillantes en este magnífico poema, Marius, y nos quedamos mirando la complejidad de las relaciones humanas.

Un abrazo.

Muchas gracias, Pascual, por leer este poema. Mi abrazo sincero.