Te espero
Publicado: Vie, 08 Feb 2013 1:12
Hoy podría desnudarte con palabras
y explorar la geografía íntima de tu cuerpo,
descifrar sus coordenadas, sus formas sugerentes,
colinas perfectamente delineadas
desde el atlas frutal de tus caderas.
Ascender por la vertiente de tus muslos
y adentrarme en el edén salvaje de tus ingles.
Ser como enredadera de lluvia
que escala la cordillera de tus senos.
Quisiera dibujarte igual que una silueta
dispersa en la cellisca,
o improvisar en tu cintura una danza de libélulas
y hacer que tu presencia lo ilumine todo
mientras te devoro en bocados de ausencia.
Pero yo sólo te nombro,
ahora que el invierno madura la luz en los sargazos
y desde tu vientre preparan los temperos
la urdimbre del deseo que va tejiendo con semen
a los hijos bastardos que parirá el olvido.
Porque a la hora del poniente me habitas
y ocupas mi universo cuando a la tarde
esta soledad en vacía liturgia se transforma,
te espero con un pulso de tiempo salvando la distancia.
Te imagino próxima, bebiéndote el vino de mis heridas,
y ebria me llevas contigo a descubrir el vértigo de la noche
en su plenitud carnal cuando alimenta
de fiebre disoluta la querencia al pecado.
Hasta que no te conviertas en tacto todo ha de ser
espejos borrosos que confundan mis días
de viajero itinerante por paisajes de bruma.
¿Dónde podré escuchar otra vez la música del agua;
a sus violines tocando una canción que suene
río arriba para que baile tu cuerpo en su ribera?
En pentagramas de prolongado silencio
líquida se vierte la melodía de tu piel, y calla,
yo danzo con mis pies por la inquietud quebrados
y con mis llagas que escuecen desde siglos
por la sal eterna de las lágrimas.
y explorar la geografía íntima de tu cuerpo,
descifrar sus coordenadas, sus formas sugerentes,
colinas perfectamente delineadas
desde el atlas frutal de tus caderas.
Ascender por la vertiente de tus muslos
y adentrarme en el edén salvaje de tus ingles.
Ser como enredadera de lluvia
que escala la cordillera de tus senos.
Quisiera dibujarte igual que una silueta
dispersa en la cellisca,
o improvisar en tu cintura una danza de libélulas
y hacer que tu presencia lo ilumine todo
mientras te devoro en bocados de ausencia.
Pero yo sólo te nombro,
ahora que el invierno madura la luz en los sargazos
y desde tu vientre preparan los temperos
la urdimbre del deseo que va tejiendo con semen
a los hijos bastardos que parirá el olvido.
Porque a la hora del poniente me habitas
y ocupas mi universo cuando a la tarde
esta soledad en vacía liturgia se transforma,
te espero con un pulso de tiempo salvando la distancia.
Te imagino próxima, bebiéndote el vino de mis heridas,
y ebria me llevas contigo a descubrir el vértigo de la noche
en su plenitud carnal cuando alimenta
de fiebre disoluta la querencia al pecado.
Hasta que no te conviertas en tacto todo ha de ser
espejos borrosos que confundan mis días
de viajero itinerante por paisajes de bruma.
¿Dónde podré escuchar otra vez la música del agua;
a sus violines tocando una canción que suene
río arriba para que baile tu cuerpo en su ribera?
En pentagramas de prolongado silencio
líquida se vierte la melodía de tu piel, y calla,
yo danzo con mis pies por la inquietud quebrados
y con mis llagas que escuecen desde siglos
por la sal eterna de las lágrimas.