DUELO DE AMOR.
Publicado: Sab, 02 Feb 2013 2:28
DUELO DE AMOR
Cuándo la noche plateaba entre montes
y ofrendaba a mi amada mis amores,
una fugaz sombra frente a su balcón,
se escurría sigilosa dejando sus flores.
Husmeaba ansioso frente a su ventana,
tratando de ver a trasluz de la cortina,
deseaba a mi hembra con él en la cama
y eran esos momentos su diaria rutina.
Otras tantas veces amores cantaba,
y su voz sin remedio ella escuchaba
Yo entre sombras paciente esperaba,
conteniendo la ira que se desbordaba.
Más nunca se dio lo que tanto temía,
que mi amada le condescendiera:
Pero El sabedor, su amor contendía
sin importarle mi sentimiento siquiera.
No se debe codiciar la mujer ajena,
más eso lo sabe el hombre no el alma;
El corazón por lo que siente y no tiene pena,
porque el amor ni se gobierna ni se manda.
Y una noche que olvidarla quisiera,
perdí la cordura y se encendió mi celo,
frente a frente en la estrecha pradera,
me abalance sobre él sin temor ni recelo.
Era noche de luna y plateado cielo,
por más que quise no me llegó la calma;
Lo vi rodar ensangrentado en el suelo
y en sus moribundos ojos su amante flama.
Y maté pleno su cuerpo más no su alma,
pues no hay mortal que pueda matarla;
Vi al infinito con impotencia y sin calma,
temiendo que en ella pudiera llevarla.
Pasado ese odio y calmado el furor,
volvió mi sensatez demasiado tarde,
aquel ciego valor del que hice alarde,
sólo era natural en una bestia feroz.
Quebrantó mi corazón arrepentido,
y mis labios jacularon con sumo fervor;
Clamando perdón por el crimen cometido;
o acaso por ese Varón que murió por amor.
auotr: Víctor A. Arana
(VICTOR SANA ROSA)
Cuándo la noche plateaba entre montes
y ofrendaba a mi amada mis amores,
una fugaz sombra frente a su balcón,
se escurría sigilosa dejando sus flores.
Husmeaba ansioso frente a su ventana,
tratando de ver a trasluz de la cortina,
deseaba a mi hembra con él en la cama
y eran esos momentos su diaria rutina.
Otras tantas veces amores cantaba,
y su voz sin remedio ella escuchaba
Yo entre sombras paciente esperaba,
conteniendo la ira que se desbordaba.
Más nunca se dio lo que tanto temía,
que mi amada le condescendiera:
Pero El sabedor, su amor contendía
sin importarle mi sentimiento siquiera.
No se debe codiciar la mujer ajena,
más eso lo sabe el hombre no el alma;
El corazón por lo que siente y no tiene pena,
porque el amor ni se gobierna ni se manda.
Y una noche que olvidarla quisiera,
perdí la cordura y se encendió mi celo,
frente a frente en la estrecha pradera,
me abalance sobre él sin temor ni recelo.
Era noche de luna y plateado cielo,
por más que quise no me llegó la calma;
Lo vi rodar ensangrentado en el suelo
y en sus moribundos ojos su amante flama.
Y maté pleno su cuerpo más no su alma,
pues no hay mortal que pueda matarla;
Vi al infinito con impotencia y sin calma,
temiendo que en ella pudiera llevarla.
Pasado ese odio y calmado el furor,
volvió mi sensatez demasiado tarde,
aquel ciego valor del que hice alarde,
sólo era natural en una bestia feroz.
Quebrantó mi corazón arrepentido,
y mis labios jacularon con sumo fervor;
Clamando perdón por el crimen cometido;
o acaso por ese Varón que murió por amor.
auotr: Víctor A. Arana
(VICTOR SANA ROSA)