Poesía.
Publicado: Mié, 30 Ene 2013 7:27
Oscuridad,
sublime oscuridad que no adivino.
¿Por qué te ciernes en mi espíritu en fuga?
¿Cuál sonrisa en los dedos
tu encuentras
y revives?
Ten la piedad
que la faltaron a mis ninfas de primavera.
Esas que se colgaban
desde las bromelias,
que volaban en medio de las arpías algodonosas;
aquella sensación
que fue mi anhelo en medio del mar
y tan lejos de la orilla.
Oscuridad.
Témpano y campana.
Desde la desesperación yo te llamo.
¡Soy yo quien te pintó
las nieves y las ventanas
para que vinieras
hasta mi canasta de higos!
Deja de seguir en la noche.
Si,
en esa larga vastedad
de pedernales de agua
donde habrás tornado hasta mis manos.
Déjame continuar.
Déjame que salte hasta los contornos
del ocaso más próximo.
Pero no me dejes sin hambre.
No aquejes mis alpargatas,
donde anochecen las lunas
y se despejan las nubes.
Alberto Madariaga
(2013)
sublime oscuridad que no adivino.
¿Por qué te ciernes en mi espíritu en fuga?
¿Cuál sonrisa en los dedos
tu encuentras
y revives?
Ten la piedad
que la faltaron a mis ninfas de primavera.
Esas que se colgaban
desde las bromelias,
que volaban en medio de las arpías algodonosas;
aquella sensación
que fue mi anhelo en medio del mar
y tan lejos de la orilla.
Oscuridad.
Témpano y campana.
Desde la desesperación yo te llamo.
¡Soy yo quien te pintó
las nieves y las ventanas
para que vinieras
hasta mi canasta de higos!
Deja de seguir en la noche.
Si,
en esa larga vastedad
de pedernales de agua
donde habrás tornado hasta mis manos.
Déjame continuar.
Déjame que salte hasta los contornos
del ocaso más próximo.
Pero no me dejes sin hambre.
No aquejes mis alpargatas,
donde anochecen las lunas
y se despejan las nubes.
Alberto Madariaga
(2013)