14 de Septiembre.
Publicado: Jue, 24 Ene 2013 16:22
Me desperté,
y pude ver las huellas que había dejado la noche.
Se fue,
y con ella,
tu cuerpo.
Que trabajaba sobre el mío mientras físicamente dormía.
Con la noche se fue tu pelo,
que se enredaba entre mis dientes,
mientras entre la pared y mi pecho,
estabas tú.
Formábamos una composición perfecta.
Fundí mi silueta en tus curvas,
y rozamos la perfección geométrica.
La sinfonía de la pasión se escondía en cada gemido
que lanzabas entre sonrisas y miradas..
Recuerdo, la flexibilidad de tus piernas,
en mis hombros como pilares,
creando la arquitectura inocente del amor.
Incluso recuerdo,
cómo lentamente te rebajabas,
para vigilarme desde abajo,
inaugurando un acto guarro y lleno de delirio.
Compensado por la sensibilidad
con la que hundías tus uñas en mi espalda.
Dibujando señales que esta mañana,
fuera de mi fantasía,
todavía se distinguían frente al espejo.
Fuimos arco y flecha unidos,
batallando las sabanas que se entrelazaban
con nuestros huesos.
Fuimos animales eufóricos.
Pinceladas en una habitación de luz tenue,
que hacía de las sombras un acertijo,
y del acertijo una falsa apariencia.
Y al final,
caíste sepultada después de tocar la gloría,
siendo testigo de la paradoja del sexo.
Me desperté.
Ignacio Rivoira.
y pude ver las huellas que había dejado la noche.
Se fue,
y con ella,
tu cuerpo.
Que trabajaba sobre el mío mientras físicamente dormía.
Con la noche se fue tu pelo,
que se enredaba entre mis dientes,
mientras entre la pared y mi pecho,
estabas tú.
Formábamos una composición perfecta.
Fundí mi silueta en tus curvas,
y rozamos la perfección geométrica.
La sinfonía de la pasión se escondía en cada gemido
que lanzabas entre sonrisas y miradas..
Recuerdo, la flexibilidad de tus piernas,
en mis hombros como pilares,
creando la arquitectura inocente del amor.
Incluso recuerdo,
cómo lentamente te rebajabas,
para vigilarme desde abajo,
inaugurando un acto guarro y lleno de delirio.
Compensado por la sensibilidad
con la que hundías tus uñas en mi espalda.
Dibujando señales que esta mañana,
fuera de mi fantasía,
todavía se distinguían frente al espejo.
Fuimos arco y flecha unidos,
batallando las sabanas que se entrelazaban
con nuestros huesos.
Fuimos animales eufóricos.
Pinceladas en una habitación de luz tenue,
que hacía de las sombras un acertijo,
y del acertijo una falsa apariencia.
Y al final,
caíste sepultada después de tocar la gloría,
siendo testigo de la paradoja del sexo.
Me desperté.
Ignacio Rivoira.