La cueva de mis cuarenta y tantas mentiras
Publicado: Mar, 08 Ene 2013 18:42
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Podría uncir tempestades
y achicar de mis noches
prendidas de muérdago
el mudo líquido de mi tristeza.
Inventar de azul el cierzo
del más frío de los otoños,
y bajo la sombra de un rayo,
pintar de horizonte la más gris
de las tormentas.
De tu ventana a la mía,
inundar de primaveras
el precipicio de tu ausencia,
y en un concierto de botellas
distorsionar hasta quebrar
el silencio de las horas.
Podría empequeñecer el océano
desde mi panorámica de halcón,
y seguiría chapoteando
como un pato de goma
entre las olas de tu bañera.
Podría conservar en el aluminio
de la excusa
la bandera de mi derrota,
pero quizá se pudriesen
los colores que aun flotan
sobre la séptica niebla
del bulevar de mi memoria.
Podría suponer luceros
donde solo hay brasas.
Podría mentir a mis mentiras
mientras hipnotizo a los espejos;
¡podría hacerlo!
pero aunque lo hiciera,
no mentiría ni un ápice
mi mirada.
Podría maquillar de timbales y violines
el funeral de mi fantasía,
donar mi dignidad
a alguna iluminada causa,
y convertir en cátedra
el mesiánico y enardecido balbuceo
de cualquier insigne
calabaza empenachada.
¡Podría presumir de metales
y exagerar mis heridas!
podría hacerlo, ¡lo juro!
pero se me encasquillaría
como una escopeta de feria
hasta el último resorte intacto
que me queda del alba.
Podría encuadernar de seda
cada volumen de mis sueños
(y graparlos bajo la cama)
pero, seguro, crecerían hasta la lámpara
los malditos ácaros que habitan
los túneles de la autopista
que une
el cielo con mi almohada.
Podrían trasnochar los girasoles,
travestir su nombre
y rondar a la luna, cambiando
sus raíces por alas;
Y podría reencarnarme en serpiente,
pero, sin duda, mordería
el cascabel que me delata
envenenándome con mi propia saliva,
sacrificando medio paraíso
por las curvas de un corazón
con forma de manzana.
Y aunque naciera mil veces,
mil veces no volvería a naufragar
en un mar en calma,
(o en la lógica pura y magistral
de un simple vaso de agua)
Podría perseguir planetas
ingrávidos,
etéreos,
envueltos en su búdico orbe
y sortijas de acuarela,
pero tropezaría
de bruces con el sol
y me clavaría las estrellas,
o podría vomitar el barato buqué
que aroma mi gama de armagedones,
y me atragantaría con el poso
de mis añejas
e intempestivas lágrimas;
... talar de perfil
la rama de una verdad,
y sangraría por mi nariz de madera
la incólume arboleda que oxigena
de verdor el pulmón
de mis mañanas.
Podría comulgar con el vino
de tus ojos
sin emborracharme con el pecado
de tu boca,
atrancar el grifo de mi pecho,
vestir de metáfora la soledad,
fotoshopear mis molinos
descorrer mis fantasmas...
Y hasta podría equilibrar
-sin amputar mi duende-
de una vez por todas,
los hombros de mi defectuosa
y tan terriblemente
caprichosa balanza.
Podría.... (?)
__________
Podría uncir tempestades
y achicar de mis noches
prendidas de muérdago
el mudo líquido de mi tristeza.
Inventar de azul el cierzo
del más frío de los otoños,
y bajo la sombra de un rayo,
pintar de horizonte la más gris
de las tormentas.
De tu ventana a la mía,
inundar de primaveras
el precipicio de tu ausencia,
y en un concierto de botellas
distorsionar hasta quebrar
el silencio de las horas.
Podría empequeñecer el océano
desde mi panorámica de halcón,
y seguiría chapoteando
como un pato de goma
entre las olas de tu bañera.
Podría conservar en el aluminio
de la excusa
la bandera de mi derrota,
pero quizá se pudriesen
los colores que aun flotan
sobre la séptica niebla
del bulevar de mi memoria.
Podría suponer luceros
donde solo hay brasas.
Podría mentir a mis mentiras
mientras hipnotizo a los espejos;
¡podría hacerlo!
pero aunque lo hiciera,
no mentiría ni un ápice
mi mirada.
Podría maquillar de timbales y violines
el funeral de mi fantasía,
donar mi dignidad
a alguna iluminada causa,
y convertir en cátedra
el mesiánico y enardecido balbuceo
de cualquier insigne
calabaza empenachada.
¡Podría presumir de metales
y exagerar mis heridas!
podría hacerlo, ¡lo juro!
pero se me encasquillaría
como una escopeta de feria
hasta el último resorte intacto
que me queda del alba.
Podría encuadernar de seda
cada volumen de mis sueños
(y graparlos bajo la cama)
pero, seguro, crecerían hasta la lámpara
los malditos ácaros que habitan
los túneles de la autopista
que une
el cielo con mi almohada.
Podrían trasnochar los girasoles,
travestir su nombre
y rondar a la luna, cambiando
sus raíces por alas;
Y podría reencarnarme en serpiente,
pero, sin duda, mordería
el cascabel que me delata
envenenándome con mi propia saliva,
sacrificando medio paraíso
por las curvas de un corazón
con forma de manzana.
Y aunque naciera mil veces,
mil veces no volvería a naufragar
en un mar en calma,
(o en la lógica pura y magistral
de un simple vaso de agua)
Podría perseguir planetas
ingrávidos,
etéreos,
envueltos en su búdico orbe
y sortijas de acuarela,
pero tropezaría
de bruces con el sol
y me clavaría las estrellas,
o podría vomitar el barato buqué
que aroma mi gama de armagedones,
y me atragantaría con el poso
de mis añejas
e intempestivas lágrimas;
... talar de perfil
la rama de una verdad,
y sangraría por mi nariz de madera
la incólume arboleda que oxigena
de verdor el pulmón
de mis mañanas.
Podría comulgar con el vino
de tus ojos
sin emborracharme con el pecado
de tu boca,
atrancar el grifo de mi pecho,
vestir de metáfora la soledad,
fotoshopear mis molinos
descorrer mis fantasmas...
Y hasta podría equilibrar
-sin amputar mi duende-
de una vez por todas,
los hombros de mi defectuosa
y tan terriblemente
caprichosa balanza.
Podría.... (?)
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