Otoñal ( L XXIV )
Publicado: Jue, 27 Dic 2012 20:01
Otoñal
De repente ha empezado a llover,
como suele ocurrir en el otoño,
cuando los pelos se te ponen rojos
y se te maduran las pupilas y los lápices.
En el suelo, a mis pies,
ha empezado a formarse
un barrizal de pájaros azules.
Rebotan en la acera
y se quedan prendidos en los alféizares.
También chispean a trechos,
bombones y pastillas de menta
que se cuelgan temblorosos
en las farolas y en las balconadas.
Justo en la calle que cruza
granizan besos
de diferentes formas y tamaños.
Unos tienen bigote por encima,
otros labios pintados,
otros dientes menudos.
Algunos son redondos y breves,
otros largos y húmedos,
los menos trazan círculos con una lengua rosa
y todos se resbalan por el suelo,
mutuamente buscándose.
Llueven telas de araña
en diminutas flores de narciso
y góndolas de cáscara de almendra,
cada una con su gondolero y su pértiga,
(estas caen directamente
en un canal marrón que tiene puentes).
También caen
algunas hojas de árbol de cuaderno
que se van escribiendo según bajan.
Hay un orvallo de miradas:
esquivas, dulces, cálidas, austeras,
traicioneras, amantes, lujuriosas,
extrañas, retorcidas, diferentes...
Y un salpicar de corazones rotos
que se vienen remendando en el camino.
Me molesta, no te imaginas cuánto,
que cada vez que pasan estas cosas
me pille en descampado,
sin paraguas
y sin siquiera un mísero barreño.
Pepa
De repente ha empezado a llover,
como suele ocurrir en el otoño,
cuando los pelos se te ponen rojos
y se te maduran las pupilas y los lápices.
En el suelo, a mis pies,
ha empezado a formarse
un barrizal de pájaros azules.
Rebotan en la acera
y se quedan prendidos en los alféizares.
También chispean a trechos,
bombones y pastillas de menta
que se cuelgan temblorosos
en las farolas y en las balconadas.
Justo en la calle que cruza
granizan besos
de diferentes formas y tamaños.
Unos tienen bigote por encima,
otros labios pintados,
otros dientes menudos.
Algunos son redondos y breves,
otros largos y húmedos,
los menos trazan círculos con una lengua rosa
y todos se resbalan por el suelo,
mutuamente buscándose.
Llueven telas de araña
en diminutas flores de narciso
y góndolas de cáscara de almendra,
cada una con su gondolero y su pértiga,
(estas caen directamente
en un canal marrón que tiene puentes).
También caen
algunas hojas de árbol de cuaderno
que se van escribiendo según bajan.
Hay un orvallo de miradas:
esquivas, dulces, cálidas, austeras,
traicioneras, amantes, lujuriosas,
extrañas, retorcidas, diferentes...
Y un salpicar de corazones rotos
que se vienen remendando en el camino.
Me molesta, no te imaginas cuánto,
que cada vez que pasan estas cosas
me pille en descampado,
sin paraguas
y sin siquiera un mísero barreño.
Pepa