LAS ALAS DE LA MEMORIA
Publicado: Mar, 04 Dic 2012 8:36
No me deja el tiempo recordarte
vestida de luz como te quise,
enhebrada al sentido de mi vida,
dormida en las espumas de las olas
bravas de los mares de diciembre.
No me dejan los dolores consentidos
llevarte conmigo a la palabra,
sentirte en los sabores dulces de los besos
que se fueron en las alas de la memoria
a templar los soles insaciables de nuestra boca.
No te olvidan los olvidos de la herida
a pesar que te llevo en la caricia,
tejida entre las venas que recuerdan
los roces de tu piel milimetrádamente
unida a las mañanas sin final
del inquieto jardín de tu mirada.
No se cansan mis manos de buscarte
en los viejos papeles que escribimos
cada día entre los brezos secos
y los arenales, en la danza sinuosa
de los trigales y la brisa cálida
de los mares de agosto sesteantes.
No me alcanza el espíritu a sentirte
a pesar que te busco cada día,
cada instante en que siento que estoy vivo,
cada latido del corazón de mi pena,
cada vena que recorre tu sentido y mi equipaje.
No me llega el arrullo de tus brazos,
testigos de que hubo otra palabra,
otra canción que ahogara esta tristeza
que lucha entre las guerras de mi vida
y muere cada noche
en la agonía de sentirte lejana,
como dormida en las voces de este aliento
que agota las luces del camino.
No me llega tu voz
a pesar de los silencios de mi grito.
vestida de luz como te quise,
enhebrada al sentido de mi vida,
dormida en las espumas de las olas
bravas de los mares de diciembre.
No me dejan los dolores consentidos
llevarte conmigo a la palabra,
sentirte en los sabores dulces de los besos
que se fueron en las alas de la memoria
a templar los soles insaciables de nuestra boca.
No te olvidan los olvidos de la herida
a pesar que te llevo en la caricia,
tejida entre las venas que recuerdan
los roces de tu piel milimetrádamente
unida a las mañanas sin final
del inquieto jardín de tu mirada.
No se cansan mis manos de buscarte
en los viejos papeles que escribimos
cada día entre los brezos secos
y los arenales, en la danza sinuosa
de los trigales y la brisa cálida
de los mares de agosto sesteantes.
No me alcanza el espíritu a sentirte
a pesar que te busco cada día,
cada instante en que siento que estoy vivo,
cada latido del corazón de mi pena,
cada vena que recorre tu sentido y mi equipaje.
No me llega el arrullo de tus brazos,
testigos de que hubo otra palabra,
otra canción que ahogara esta tristeza
que lucha entre las guerras de mi vida
y muere cada noche
en la agonía de sentirte lejana,
como dormida en las voces de este aliento
que agota las luces del camino.
No me llega tu voz
a pesar de los silencios de mi grito.