María.
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María.
María, tan hermosa por radiante,
Antares, tan radiante por hermosa,
María por mujer la más preciosa.
Antares por estrella, ¡qué brillante!
María por la tierra ¡deslumbrante!
Antares es del cielo luminosa,
María por cercana ¡la ardorosa!
Antares por estrella ¡qué distante!
Antares y María dos estrellas,
María más Antares mis valores,
Antares y María mis dos bellas.
María más Antares mis ardores,
Antares y María dos centellas,
María más Antares ¡mis amores!
II
Se inyectan tus amores en mis venas,
y calman sus sanguíneos torrentes,
la sed que soportaron mis afluentes,
mas, ellos se llevaron ya mis penas…
Otrora de secano fueron llenas,
mas, hoy con alegrías procedentes,
del cauce llenador de tus corrientes,
tu noble corazón que las rellenas.
Ya somos dos linfáticos ramales,
dos cuerpos, encendidos en la llama,
dos ánsares, en glaucos eneales;
dos versos, de un soneto que declama,
cuartetos y tercetos cual puñales,
de rojo amor, la rima que derrama…
III
Tu luz, tan luminosa cual esfera,
de eterna claridad está prendida,
al astro de la noche da partida,
y al Inti le derrama su lumbrera.
Un flash de tu mirada lisonjera,
alumbra los caminos de la vida,
el haz tan refulgente da salida,
¡a sombras tan tupidas de ceguera!
A manes, tenebrosas las alejas,
allende de lo oscuro tu linterna,
allí, que, con tu faro les reflejas,
senderos de verdad donde gobierna,
el hito primigenio, ¡candilejas!
Tu luz, tan fulgorosa y sempiterna…
IV
Crepitas corazón como la llama
que ardiente, fue prendida por mi fuego,
el fuego de pasión que yo te entrego:
¡volcán que por mi pecho se derrama!
Hoguera que en deseos te reclama,
en ríos vehementes para el juego;
de amor, que nos dará, nuestro sosiego:
¡la paz!, mas, al espíritu lo inflama.
Dos lenguas de dos ramas, van ardiendo,
en lid de corazón, son dos espadas,
¡sus hojas con ardor se van batiendo!
De aceros de la fragua son armadas,
las dos a sus temores van venciendo,
dos llamas del amor enamoradas…
V
Ermita del amor es nuestra estancia,
allí, donde tu peplo tras la brisa,
al ara tan sagrada de la misa,
lo viste con su fúlgida prestancia.
Tal gala, tal ornato de elegancia,
es regia vestidura que precisa,
el hálito frescor de una sonrisa,
y labios que cercenen la distancia.
En cáliz, derramemos nuestros besos,
así, consagraremos la pasión,
los labios quedarán por siempre impresos;
son ellos, nuestra santa comunión,
prodigio de los mismos embelesos
sellados con el regio corazón.
VI
Los remos de mi barca compañera,
a mar embravecida ya le reman,
denuedo con sus palas no le teman,
son aguas al frescor de su madera.
Las olas en su cresta marinera,
a dúo palitroques lo desyeman,
mas ellas, a mis palos ya lo queman,
espuma de su sal la bucanera.
Navega mi barquita la valiente,
al alba pone rumbo sin timón,
al viento desafía combatiente,
buscando su destino y su razón:
traerle los aljófares de Oriente,
al cuello de tu regio corazón.
VII
Fanales de miradas tan melosos,
anillos en el cielo son reinantes,
cual joyas en luceros son colgantes,
ocelos son de luces por hermosos.
Tus ojos, dos Alcides poderosos,
halógenos cristales hechizantes,
sus iris ocular electrizantes,
la fuerza que desprenden dos colosos.
Son ellos como joven alfaguara,
que calman toda sed a mi beber,
capricho son de reyes como tiara.
Exordio son del nuevo amanecer,
al ser intercolumnio de mi cara,
por ellos, ¡ay!, me dejo yo atraer.
VIII
Abrupto laberinto muy callado,
tu dédalo cabello, ¡por sus rizos!
Mis tactos lo acarician ya rojizos,
tus hirsutos desean su cardado.
Artejos que por ellos han entrado,
son ellos atrevidos coladizos,
¡oh! dedos, y galanes movedizos,
de amor, serán los peines del peinado.
Sus bucles, alisados con decoro,
sus ondas de raíz y de somera,
con nácar del cepillo más sonoro,
cual viento por melódica ladera,
así lo peinará, pues mi tesoro,
son hilos de tu lene cabellera.
IX
Acordes y susurros tus sentidos,
despiertan a mi ser, tu voz humana,
es música tocada muy temprana,
¡coral de clarinetes elegidos!
Al alba, con tu timbre, los sonidos:
arpegios y tañidos de campana;
tu voz, mi ruiseñor de la mañana,
vibrantes son sus mágicos latidos.
Tu voz, la que serena mi pujanza,
cual Tántalo desea su reineta,
así, con tal deseo de membranza,
por siempre mujeril en mi planeta,
tu voz, la del concierto de romanza,
es dádiva de lira del poeta.
X
Alógeno tu cuerpo por sagrado,
es furia pertinaz de un remolino.
¡Oh! cuerpo de glorioso ser divino,
la fuente del Edén inmaculado.
Amor, está mi pecho coronado,
de miel y rosas rojas… y de vino,
aquel que me dejó mi peregrino
afán de corazón enamorado.
¡Oh Dafne! tu laurel en mi cabeza.
¡Oh Juno! que descubres nuevo día.
¡Oh Diana! nemorosa tu maleza.
¡Oh Luna! circular tu joyería.
¡Oh Venus! portadora de belleza.
La Musa de mi numen, es…. ¡María![/CENTER]
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Aplausos y felicidades,
Hallie
No fueron, los ojos, hechos para durar, los corazones explotan si se les demanda en exceso, se forman andenes translúcidos en el borde de cuanto ama por ese océano con que Amor nos lleva en su inagotable exhaución....
Raum und zeit, Julio Bonal
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maravilla en un universo donde la palabra ensalza lo que el poeta
siente y piensa. Dicho así como lo haces en soneto se hace la poesía
medida y rima con ese gusto clásico de los poetas de siempre.
un abrazo
más dura es la caída.
- Marius Gabureanu
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- Registrado: Jue, 29 Nov 2012 4:09
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Re: María.
Quinteño de Greda escribió:I
María, tan hermosa por radiante,
Antares, tan radiante por hermosa,
María por mujer la más preciosa.
Antares por estrella, ¡qué brillante!
María por la tierra ¡deslumbrante!
Antares es del cielo luminosa,
María por cercana ¡la ardorosa!
Antares por estrella ¡qué distante!
Antares y María dos estrellas,
María más Antares mis valores,
Antares y María mis dos bellas.
María más Antares mis ardores,
Antares y María dos centellas,
María más Antares ¡mis amores!
II
Se inyectan tus amores en mis venas,
y calman sus sanguíneos torrentes,
la sed que soportaron mis afluentes,
mas, ellos se llevaron ya mis penas…
Otrora de secano fueron llenas,
mas, hoy con alegrías procedentes,
del cauce llenador de tus corrientes,
tu noble corazón que las rellenas.
Ya somos dos linfáticos ramales,
dos cuerpos, encendidos en la llama,
dos ánsares, en glaucos eneales;
dos versos, de un soneto que declama,
cuartetos y tercetos cual puñales,
de rojo amor, la rima que derrama…
III
Tu luz, tan luminosa cual esfera,
de eterna claridad está prendida,
al astro de la noche da partida,
y al Inti le derrama su lumbrera.
Un flash de tu mirada lisonjera,
alumbra los caminos de la vida,
el haz tan refulgente da salida,
¡a sombras tan tupidas de ceguera!
A manes, tenebrosas las alejas,
allende de lo oscuro tu linterna,
allí, que, con tu faro les reflejas,
senderos de verdad donde gobierna,
el hito primigenio, ¡candilejas!
Tu luz, tan fulgorosa y sempiterna…
IV
Crepitas corazón como la llama
que ardiente, fue prendida por mi fuego,
el fuego de pasión que yo te entrego:
¡volcán que por mi pecho se derrama!
Hoguera que en deseos te reclama,
en ríos vehementes para el juego;
de amor, que nos dará, nuestro sosiego:
¡la paz!, mas, al espíritu lo inflama.
Dos lenguas de dos ramas, van ardiendo,
en lid de corazón, son dos espadas,
¡sus hojas con ardor se van batiendo!
De aceros de la fragua son armadas,
las dos a sus temores van venciendo,
dos llamas del amor enamoradas…
V
Ermita del amor es nuestra estancia,
allí, donde tu peplo tras la brisa,
al ara tan sagrada de la misa,
lo viste con su fúlgida prestancia.
Tal gala, tal ornato de elegancia,
es regia vestidura que precisa,
el hálito frescor de una sonrisa,
y labios que cercenen la distancia.
En cáliz, derramemos nuestros besos,
así, consagraremos la pasión,
los labios quedarán por siempre impresos;
son ellos, nuestra santa comunión,
prodigio de los mismos embelesos
sellados con el regio corazón.
VI
Los remos de mi barca compañera,
a mar embravecida ya le reman,
denuedo con sus palas no le teman,
son aguas al frescor de su madera.
Las olas en su cresta marinera,
a dúo palitroques lo desyeman,
mas ellas, a mis palos ya lo queman,
espuma de su sal la bucanera.
Navega mi barquita la valiente,
al alba pone rumbo sin timón,
al viento desafía combatiente,
buscando su destino y su razón:
traerle los aljófares de Oriente,
al cuello de tu regio corazón.
VII
Fanales de miradas tan melosos,
anillos en el cielo son reinantes,
cual joyas en luceros son colgantes,
ocelos son de luces por hermosos.
Tus ojos, dos Alcides poderosos,
halógenos cristales hechizantes,
sus iris ocular electrizantes,
la fuerza que desprenden dos colosos.
Son ellos como joven alfaguara,
que calman toda sed a mi beber,
capricho son de reyes como tiara.
Exordio son del nuevo amanecer,
al ser intercolumnio de mi cara,
por ellos, ¡ay!, me dejo yo atraer.
VIII
Abrupto laberinto muy callado,
tu dédalo cabello, ¡por sus rizos!
Mis tactos lo acarician ya rojizos,
tus hirsutos desean su cardado.
Artejos que por ellos han entrado,
son ellos atrevidos coladizos,
¡oh! dedos, y galanes movedizos,
de amor, serán los peines del peinado.
Sus bucles, alisados con decoro,
sus ondas de raíz y de somera,
con nácar del cepillo más sonoro,
cual viento por melódica ladera,
así lo peinará, pues mi tesoro,
son hilos de tu lene cabellera.
IX
Acordes y susurros tus sentidos,
despiertan a mi ser, tu voz humana,
es música tocada muy temprana,
¡coral de clarinetes elegidos!
Al alba, con tu timbre, los sonidos:
arpegios y tañidos de campana;
tu voz, mi ruiseñor de la mañana,
vibrantes son sus mágicos latidos.
Tu voz, la que serena mi pujanza,
cual Tántalo desea su reineta,
así, con tal deseo de membranza,
por siempre mujeril en mi planeta,
tu voz, la del concierto de romanza,
es dádiva de lira del poeta.
X
Alógeno tu cuerpo por sagrado,
es furia pertinaz de un remolino.
¡Oh! cuerpo de glorioso ser divino,
la fuente del Edén inmaculado.
Amor, está mi pecho coronado,
de miel y rosas rojas… y de vino,
aquel que me dejó mi peregrino
afán de corazón enamorado.
¡Oh Dafne! tu laurel en mi cabeza.
¡Oh Juno! que descubres nuevo día.
¡Oh Diana! nemorosa tu maleza.
¡Oh Luna! circular tu joyería.
¡Oh Venus! portadora de belleza.
La Musa de mi numen, es…. ¡María![/CENTER]
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Guillermo Cuesta escribió:Desde las estrellas a las diosas tu musa se hace verso, se hace
maravilla en un universo donde la palabra ensalza lo que el poeta
siente y piensa. Dicho así como lo haces en soneto se hace la poesía
medida y rima con ese gusto clásico de los poetas de siempre.
un abrazo
Muchas gracias Maese por tu siempre amable comentario.
Un abrazo.
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Re: María.
Muchas gracias Marius por tu amable huella.
Un abrazo.
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re: María.
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Re: re: María.
Muchas gracias Carmina por tu amabilidad.Carmina Martínez escribió:Ciertamenta como dicen mis compañeros de letras es una gran obra amigo mío, felicidades. Carmina.
Un abrazo.
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