Aquella imagen que te vienes... (A Vivi Massares...)
Publicado: Mar, 25 Mar 2008 19:40
Aquella imagen que te vienes...
[RIGHT]
“Y fue que de su canto despertaron delirios
para ofrendar al Onix las corolas del sueño…
Vivi Massares
[/RIGHT]
No se como se me hubiera esperado esa frazada escrita
en tan violento frío de tan gráciles ternuras
de lejana y profunda ausencia,
de soledad tras telones de garrotes de memorias de cielo
Como se me hubiera esperado esa caricia,
esa cita dentro de un tiempo eclosionado
en el tranvía, no sé, en Argentina, en el Distrito Federal,
rumbo al despunte del horizonte
donde iríamos silencio tras silencio
inclinándonos tras los disfraces
sobrepuestos de la desnudez.
Se guarda el piano refinado de Chopin tu corazón,
me es fácil gritar y entonarte
cuando nuestras faenas existenciales son voces de una misma patria latiendo,
pasa el vértigo, el sueño, el otro sueño,
una leve necedad de amor,
un pensamiento que fuimos,
una edad de llanto que se iguala
para la razón expiando alba de un amanecerse sin mares.
Te he visto, si,
te he dibujado, también,
te he maniatado en el verbo,
he dado al enlace de imágenes un delirio de textil hambre,
he releído la espera de un tiempo para reclamarte,
de labios que dirán,
dirán, persuadidos, noches de arena en la playa de tus ojos
cuando se calcinen en los míos
y podrás levantarte
y el parpado hablará
el ocaso que desmiento.
Oh tibia alegría de piel de porcelana en invierno,
¿Acaso tú eres aquella estrella que esta noche me sonrió?
Das cauce al signo inexorable de la entrega
con tus dejarnos,
que nos piensen las gardenias
el manto interno de luz
y nos vean girar, recorrer, sobrevolar el crepúsculo
como dos exiliados soles en la pulcritud de la última gloria.
Das tu rostro, entibio el tacto, enfurezco el lenguaje,
yo no soy lo que fui porque me eres y tu serás lo que soy
y por vernos, hermoso gesto mío,
dejaré tus manos que se irán levantando
en la soledad que ha sabido deletrearte como no tiene fin
tras bambalinas y ojos de amor, amor, amor.
Arda se desprende, como es usual, de tu pecho marginado de flores,
un rumor de nubes tanto te atrae, etérea, lo pretendido, lo intacto, la tarde,
te conservas en la huida del muerto que me siento,
el vacío intemporal te estima hasta el trémulo del aliento nuevo,
porque tu sabes de gracias,
porque tu has aprendido la imagen de un par de lagrimas para sobreponerte,
porque en las sabanas yo se que por kilómetro tus dedos se extienden
para remover una sombra del pasado
y volver a despuntar, ya de una vez, la vida que nos rubrica la sangre.
Viviana, Varda, que se yo, Naturaleza,
lógica de un adiós para reencontrarnos y decir
y decirme que esto lo viví para Vivi y para mí,
para el libro de un larguísimo viaje,
para la estela del recuerdo
en la Estigia de lo que es un cielo:
tu cruzada de color de labios
de silencio azul.
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“Y fue que de su canto despertaron delirios
para ofrendar al Onix las corolas del sueño…
Vivi Massares
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No se como se me hubiera esperado esa frazada escrita
en tan violento frío de tan gráciles ternuras
de lejana y profunda ausencia,
de soledad tras telones de garrotes de memorias de cielo
Como se me hubiera esperado esa caricia,
esa cita dentro de un tiempo eclosionado
en el tranvía, no sé, en Argentina, en el Distrito Federal,
rumbo al despunte del horizonte
donde iríamos silencio tras silencio
inclinándonos tras los disfraces
sobrepuestos de la desnudez.
Se guarda el piano refinado de Chopin tu corazón,
me es fácil gritar y entonarte
cuando nuestras faenas existenciales son voces de una misma patria latiendo,
pasa el vértigo, el sueño, el otro sueño,
una leve necedad de amor,
un pensamiento que fuimos,
una edad de llanto que se iguala
para la razón expiando alba de un amanecerse sin mares.
Te he visto, si,
te he dibujado, también,
te he maniatado en el verbo,
he dado al enlace de imágenes un delirio de textil hambre,
he releído la espera de un tiempo para reclamarte,
de labios que dirán,
dirán, persuadidos, noches de arena en la playa de tus ojos
cuando se calcinen en los míos
y podrás levantarte
y el parpado hablará
el ocaso que desmiento.
Oh tibia alegría de piel de porcelana en invierno,
¿Acaso tú eres aquella estrella que esta noche me sonrió?
Das cauce al signo inexorable de la entrega
con tus dejarnos,
que nos piensen las gardenias
el manto interno de luz
y nos vean girar, recorrer, sobrevolar el crepúsculo
como dos exiliados soles en la pulcritud de la última gloria.
Das tu rostro, entibio el tacto, enfurezco el lenguaje,
yo no soy lo que fui porque me eres y tu serás lo que soy
y por vernos, hermoso gesto mío,
dejaré tus manos que se irán levantando
en la soledad que ha sabido deletrearte como no tiene fin
tras bambalinas y ojos de amor, amor, amor.
Arda se desprende, como es usual, de tu pecho marginado de flores,
un rumor de nubes tanto te atrae, etérea, lo pretendido, lo intacto, la tarde,
te conservas en la huida del muerto que me siento,
el vacío intemporal te estima hasta el trémulo del aliento nuevo,
porque tu sabes de gracias,
porque tu has aprendido la imagen de un par de lagrimas para sobreponerte,
porque en las sabanas yo se que por kilómetro tus dedos se extienden
para remover una sombra del pasado
y volver a despuntar, ya de una vez, la vida que nos rubrica la sangre.
Viviana, Varda, que se yo, Naturaleza,
lógica de un adiós para reencontrarnos y decir
y decirme que esto lo viví para Vivi y para mí,
para el libro de un larguísimo viaje,
para la estela del recuerdo
en la Estigia de lo que es un cielo:
tu cruzada de color de labios
de silencio azul.