De cascabeles (Fábula)
Publicado: Mar, 20 Nov 2012 1:22
DE CASCABELES (Fabula)
Pues señor: dice el cuento,
que tras aquel famoso parlamento,
no se por qué accidente,
consiguió al cabo la ratona gente,
-después de algún mal rato-
el cascabel aquel poner al gato.
Desde aquel día viven confiados,
yendo y viniendo ya por todos lados,
celebrando la gesta
en feliz y continuada fiesta.
Ya la despensa pillan por su banda,
no respetando queso ni vianda.
Allí de panes, huevos y jamones
hicieron gran estrago los ratones.
Pudiendo hacer lo que les acomoda,
recorren en festín la casa toda.
Roen cortinas, muebles, edredones.
Cada cuarto es un nido de ratones.
Y hasta hubo algún viejo literato
que de libros formó su primer plato.
Corre el gato en pos de ellos, mas de modo
que el “tin tilín” anuncia su llegada.
Huyendo en un instante, en desbandada,
la tropa ratonil, como un beodo
que ve venir el agua destilada.
Harto el gato de ver aquel exceso.
Hurtado el pan y devorado el queso.
Harto de ver aquella ratería
y de estar sin comer, día tras día,
se para, reflexiona
sobre el vil cascabel que lo traiciona
y piensa, cuerdamente,
que si el metal traidor se arranca ahora,
lo advertirá la tropa roedora
y huirán, sin que les pueda hincar el diente.
Y -”Como hay gatos listos en España,
que he de buscar la maña...”-
maúlla el animal con ceño adusto
-”...y he de quedarme a gusto,
¡aunque deje el bigote en la campaña!”
Con muy grandes dolores y trabajo,
del pelo que le nace por debajo,
- fina pelusa de algodón en rama-
forma una gruesa trama,
rellena el cascabel con la pelota
y se tumba a dormir a lo marmota.
Al poco rato llega a la cocina
gente ratona, en busca de su cena.
Un pedazo notable de cecina
que cuelga de un gran gancho en la alacena.
Cuando más confiada en la faena,
está la tropa, del peligro ajena,
una zarpa felina se abalanza,
como se arroja un tigre a la pitanza.
Mata, destroza, despedaza, hiere.
Devora cuanto quiere y como quiere.
Quedando al cabo, la ratona gente
como pastel de carne de su diente.
De ratones haciendo su merienda,
en un -”aquí te pillo, aquí te mato”-
muy pronto terminó con la contienda
el malicioso gato.
Y, con la boca que de sangre humea,
mientras se lame su bigote hirsuto
en que una gota roja centellea,
aún acierta a maullar con gesto astuto:
-“De esta lección aprenderéis, señores,
lo que gana el que fía en los traidores”
(Es que gato o ratón, si el hambre acucia,
siempre hallará un camino nuestra astucia)
Pepa
Pues señor: dice el cuento,
que tras aquel famoso parlamento,
no se por qué accidente,
consiguió al cabo la ratona gente,
-después de algún mal rato-
el cascabel aquel poner al gato.
Desde aquel día viven confiados,
yendo y viniendo ya por todos lados,
celebrando la gesta
en feliz y continuada fiesta.
Ya la despensa pillan por su banda,
no respetando queso ni vianda.
Allí de panes, huevos y jamones
hicieron gran estrago los ratones.
Pudiendo hacer lo que les acomoda,
recorren en festín la casa toda.
Roen cortinas, muebles, edredones.
Cada cuarto es un nido de ratones.
Y hasta hubo algún viejo literato
que de libros formó su primer plato.
Corre el gato en pos de ellos, mas de modo
que el “tin tilín” anuncia su llegada.
Huyendo en un instante, en desbandada,
la tropa ratonil, como un beodo
que ve venir el agua destilada.
Harto el gato de ver aquel exceso.
Hurtado el pan y devorado el queso.
Harto de ver aquella ratería
y de estar sin comer, día tras día,
se para, reflexiona
sobre el vil cascabel que lo traiciona
y piensa, cuerdamente,
que si el metal traidor se arranca ahora,
lo advertirá la tropa roedora
y huirán, sin que les pueda hincar el diente.
Y -”Como hay gatos listos en España,
que he de buscar la maña...”-
maúlla el animal con ceño adusto
-”...y he de quedarme a gusto,
¡aunque deje el bigote en la campaña!”
Con muy grandes dolores y trabajo,
del pelo que le nace por debajo,
- fina pelusa de algodón en rama-
forma una gruesa trama,
rellena el cascabel con la pelota
y se tumba a dormir a lo marmota.
Al poco rato llega a la cocina
gente ratona, en busca de su cena.
Un pedazo notable de cecina
que cuelga de un gran gancho en la alacena.
Cuando más confiada en la faena,
está la tropa, del peligro ajena,
una zarpa felina se abalanza,
como se arroja un tigre a la pitanza.
Mata, destroza, despedaza, hiere.
Devora cuanto quiere y como quiere.
Quedando al cabo, la ratona gente
como pastel de carne de su diente.
De ratones haciendo su merienda,
en un -”aquí te pillo, aquí te mato”-
muy pronto terminó con la contienda
el malicioso gato.
Y, con la boca que de sangre humea,
mientras se lame su bigote hirsuto
en que una gota roja centellea,
aún acierta a maullar con gesto astuto:
-“De esta lección aprenderéis, señores,
lo que gana el que fía en los traidores”
(Es que gato o ratón, si el hambre acucia,
siempre hallará un camino nuestra astucia)
Pepa