Mustafa estaba exultante el día que lo nombraron jefe de estudios del colegio en el que enseña, se desplazaba a él en taxi todos los días, ya que no tiene coche. Con un español que roza la perfección me explicó que lo aprendió viendo al Barça en la tele. No ha podido hacer que sus hijos estudien en la universidad, como fervientemente deseaba. Me demostró lo que es la hospitalidad oriental, esa que no sabemos con precisión cuando la perdimos. Nos ponía por delante lo mejor que tenía en su casa, mientras esperaba la hora que rompía el ayuno para acompañarnos plenamente. Está claro que, contradiciendo a Fassbinder, no todos nos llamamos Mustafa. Esto lo digo aunque comprobara que con él no podía hablar de política, ni de fútbol, ya se sabe que todos los árbitros van con el Madrid y que los penalties no se pitan en el minuto 93 ¿No es verdad Cristiano? Pero aún me estremece el compromiso que Mustafa tiene con la amistad aunque se trate de ayudar a alguien que ni siquiera llega a ser su amigo.
Muchas gracias, Antonio. Me haces un gran honor con tus cuidados comentarios.
Un abrazo.