La Verdad.
Publicado: Dom, 28 Oct 2012 9:59
¿Cómo habitarte entonces?
¿Cómo y cuándo llenarte de matices redondos
insospechables, alertas a la aurora y el sueño?
Y no es que se me acabe la hilera de cosas
que se me ocurren en la sábana,
no es que no tenga mi boca
una puñalada de letras
para el diván de tu oído...
No.
¡Ah negación bendita en la puerta de Octubre!
Es que intento decirte,
no con las verdades de otros,
que tu pelo tiene tantas formas
arrebatos y cigüeñas,
como Gibraltar en las tardes;
no encuentro por qué decirte
que después de la frontera de tus cejas,
hay un ciclón sin luchas,
sin truenos,
que esmalta todo de verde,
cuando tus párpados gritan.
Me sirvo el café por las mañanas
y sólo café se extiende,
se sienta y me contempla
como en el desierto,
con un profeta sin aire,
sin tentación de pena,
sin eso que el canto encumbra
y el amor absorve,
porque no encuentro la forma,
no sólo ya de que sepas que te quiero,
de amanecer pendulando en tus formas,
no,
sino de contarte y cantarte,
un astro que no se invente con los siglos,
sino que se dilate,
en tu cuello,
tu boca
y en tu frente.
Alberto Madariaga
(2012)
a Nadia
¿Cómo y cuándo llenarte de matices redondos
insospechables, alertas a la aurora y el sueño?
Y no es que se me acabe la hilera de cosas
que se me ocurren en la sábana,
no es que no tenga mi boca
una puñalada de letras
para el diván de tu oído...
No.
¡Ah negación bendita en la puerta de Octubre!
Es que intento decirte,
no con las verdades de otros,
que tu pelo tiene tantas formas
arrebatos y cigüeñas,
como Gibraltar en las tardes;
no encuentro por qué decirte
que después de la frontera de tus cejas,
hay un ciclón sin luchas,
sin truenos,
que esmalta todo de verde,
cuando tus párpados gritan.
Me sirvo el café por las mañanas
y sólo café se extiende,
se sienta y me contempla
como en el desierto,
con un profeta sin aire,
sin tentación de pena,
sin eso que el canto encumbra
y el amor absorve,
porque no encuentro la forma,
no sólo ya de que sepas que te quiero,
de amanecer pendulando en tus formas,
no,
sino de contarte y cantarte,
un astro que no se invente con los siglos,
sino que se dilate,
en tu cuello,
tu boca
y en tu frente.
Alberto Madariaga
(2012)
a Nadia