CONTRA LOS POETAS. POR WITOLD GOMBROWICZ
Publicado: Jue, 06 Dic 2007 10:00
Publicado por Esteban Granado, en Poesía Nueva, el Lun Abr 30, 2007 1:51 pm Título del mensaje: Contra los poetas.- Ensayo corto de Witold Gombrowicz.
________________________________________
CONTRA LOS POETAS
POR WITOLD GOMBROWICZ
Sería más delicado por mi parte no turbar uno de los pocos rituales que aún nos quedan. Aunque hemos llegado a dudar de casi todo, seguimos practicando el culto a la Poesía y a los Poetas, y es probablemente la única Deidad que no nos avergonzamos de adorar con gran pompa, con profundas reverencias y con voz altisonante,¡Ah, Shelley! ¡Ah, Stowacki! ¡Ah, la palabra del Poeta, la misión del Poeta y el alma del Poeta! Y, sin embargo, me veo obligado a abalanzarme sobre estas oraciones y, en la medida de mis posibilidades, estropear este ritual en nombre..., sencillamente en nombre de una rabia elemental que despierta en nosotros cualquier error de estilo, cualquier falsedad, cualquier huida de la realidad. Pero ya que emprendo la lucha contra un campo particularmente ensalzado, casi celestial, debo cuidar de no elevarme yo mismo como un globo y de no perder la tierra firme bajo mis pies.
Supongo que la tesis del presente ensayo: que a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado, puede parecer tan atrevida como poco seria. Y sin embargo, yo me planto ante vosotros y declaro que a mí los versos no me gustan en absoluto y hasta me aburren. Me diréis quizá que soy un pobre ignorante. Pero, por otra parte, llevo mucho tiempo trabajando en el arte y su lenguaje no me resulta del todo ajeno. Tampoco podéis utilizar contra mí vuestro argumento preferido afirmando que no poseo sensibilidad poética, porque precisamente la poseo y en gran cantidad, y cuando la poesía se me aparece no en los versos, sino mezclada con otros elementos más prosaicos, por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoyevski o Pascal, o sencillamente con ocasión de una corriente puesta de sol, me pongo a temblar como los demás mortales. ¿Por qué, entonces, me aburre y me cansa ese extracto farmacéutico llamado «poesía pura», sobre todo cuando aparece en forma rimada? ¿Por qué no puedo soportar ese canto monótono, siempre sublime, por qué me adormece ese ritmo y esas rimas, por qué el lenguaje de los poetas se me antoja el menos interesante de todos los lenguajes posibles, por qué esa Belleza me resulta tan poco seductora y por qué no conozco nada peor en cuanto estilo, nada más ridículo, que la manera en que los Poetas hablan de sí mismos y de su Poesía?
Pero yo tal vez estaría dispuesto a reconocer una particular carencia mía en este sentido..., si no fuera por ciertos experimentos..., ciertos experimentos científicos... ¡Qué maldición para el arte, Bacori! Os aconsejo que no intentéis jamás realizar experimentos en el terreno del arte, ya que este campo no lo admite; toda la pomposidad sobre el tema es posible sólo a condición de que nadie sea tan indiscreto como para averiguar hasta qué punto se corresponde con la realidad. Vaya cosas que veríamos si nos pusiéramos a investigar, por ejemplo, hasta qué punto una persona que se embelesa con Bach tiene derecho de embelesarse con Bach, esto es, hasta qué punto es capaz de captar algo de la música de Bach. ¿Acaso no he llegado a dar (pese a que no soy capaz de tocar en el piano ni siquiera «Arroz con leche»), y no sin éxito, dos conciertos? Conciertos que consistían en ponerme a aporrear el instrumento, tras haberme asegurado el aplauso de unos cuantos expertos que estaban al corriente de mi intriga y tras anunciar que iba a tocar música moderna. Qué suerte que aquellos que discurren sobre el arte con el grandilocuente estilo de Valéry no se rebajan a semejantes confrontaciones. Quien aborda nuestra misa estética por este lado podrá descubrir con facilidad que este reino de la aparente madurez constituye justamente el más inmaduro terreno de la humanidad, donde reina el bluff, la mistificación; el esnobismo, la falsedad y la tontería. Y será muy buena gimnasia para nuestra rígida manera de pensar imaginarnos de vez en cuando al mismo Paul Valéry como sacerdote de la Inmadurez, un cura descalzo y con pantalón corto.
He realizado los siguientes experimentos: combinaba frases sueltas o fragmentos de frases, construyendo un poema absurdo, y lo leía ante un grupo de fieles admiradores como una nueva obra del vate, suscitando el arrobamiento general de dichos admiradores; o bien me ponía a interrogarles detalladamente sobre este o aquel poema, pudiendo así constatar que los «admiradores» ni siquiera lo habían leído entero. ¿Cómo es eso? ¿Admirar tanto sin siquiera leerlo hasta el final? ¿Deleitarse tanto con la «precisión matemática» de la palabra poética y no percatarse de que esta precisión está puesta radicalmente patas arriba? ¿Mostrarse tan sabihondos, extenderse tanto sobre estos temas, deleitarse con no sé qué sutilidades y matices, para al mismo tiempo cometer pecados tan graves, tan elementales? Naturalmente, después de cada uno de semejantes experimentos había grandes protestas y enfados, mientras los admiradores juraban y perjuraban que en realidad las cosas no son así..., que no obstante...; pero sus argumentos nada podían contra la dura realidad del Experimento.
Me he encontrado, pues, frente al siguiente dilema: miles de hombres escriben versos; centenares de miles admiran esta poesía; grandes genios se han expresado en verso; desde tiempos inmemorables el Poeta es venerado, y ante toda esta montaña de gloria me éncuentro yo con mi sospecha de que la misa poética se desenvuelve en un vacío total. Ah, si no supiera divertirme con esta situación, estaría seguramente muy aterrorizado. A pesar de esto, mis experimentos han fortalecido mis ánimos, y ya con más valor me he puesto a buscar respuesta a esta cuestión atormentadora: ¿por qué no me gusta la poesía pura? ¿Por qué? ¿No será por las mismas razones por las que no me gusta el azúcar en estado puro? El azúcar sirve para endulzar el café y no para comerlo a cucharadas de un plato como natillas. En la poesía pura, versificada, el exceso cansa: el exceso de palabras poéticas, el exceso de metáforas, el exceso de sublimación, el exceso, por fin, de la condensación y de la depuración de todo elemento antipoético, lo cual hace que los versos se parezcan a un producto químico.
El canto es una forma de expresión muy solemne... Pero he aquí que a lo largo de los siglos el número de cantores se multiplica, y estos cantores al cantar tienen que adoptar la postura de cantor, y esta postura con el tiempo se vuelve cada vez más rígida. Y un cantor excita al otro, uno consolida al otro en su obstinado y frenético canto; en fin, que ya no cantan más para las multitudes, sino que uno canta para el otro; y entre ellos, en una rivalidad constante, en un continuo perfeccionamiento del canto, surge una pirámide cuya cumbre alcanza los cielos y a la que admiramos desde abajo, desde la tierra, levantando las narices hacia arriba. Lo que iba a ser una elevación momentánea de la prosa se ha convertido en el programa, en el sistema, en la profesión, y hoy en día se es Poeta igual que se es ingeniero o médico. El poema nos ha crecido hasta alcanzar un tamaño monstruoso, y ya no lo dominamos nosotros a él, sino él a nosotros. Los poetas se han vuelto esclavos, y podríamos definir al poeta como un ser que no puede expresarse a sí mismo, porque tiene que expresar el Verso.
Y, sin embargo, no puede haber probablemente en el arte cometido más importante que justamente éste: expresarse a sí mismo. Nunca deberíamos perder de vista la verdad que dice que todo estilo, toda postura definida, se forma por eliminación y en el fondo constituye un empobrecimiento. Por tanto, nunca deberíamos permitir que alguna postura redujera demasiado nuestras posibilidades convirtiéndose en una mordaza, y cuando se trata de una postura tan falsa, es más, casi pretenciosa, como la de un «cantor», con más razón deberíamos andarnos con ojo. Pero nosotros, hasta ahora, en lo que al arte se refiere, dedicamos mucho más esfuerzo y tiempo a perfeccionarnos en uno u otro estilo, en una u otra postura, que a mantener ante ellos una autonomía y libertad interiores, y a elaborar una relación adecuada entre nosotros y nuestra postura. Podría parecer que la Forma es para nosotros un valor en sí mismo, independientemente del grado en que nos enriquece o empobrece. Perfeccionamos el arte con pasión, pero no nos preocupamos demasiado por la cuestión de hasta qué punto conserva todavía algún vínculo con nosotros. Cultivamos la poesía sin prestar atención al hecho de que lo bello no necesariamente tiene que «favorecernos». De modo que si queremos que la cultura no pierda todo contacto con el ser humano, debemos interrumpir de vez en cuando nuestra laboriosa creación y comprobar si lo que creamos nos expresa.
Hay dos tipos contrapuestos de humanismo: uno, que podríamos llamar religioso, trata de echar al hombre de rodillas ante la obra de la cultura humana, nos obliga a adorar y a respetar, por ejemplo, la Música o la Poesía, o el Estado, o la Divinidad; pero la otra corriente de nuestro espíritu, más insubordinada, intenta justamente devolverle al hombre su autonomía y su libertad con respecto a estos Dioses y Musas que, al fin y al cabo, son su propia obra. En este último caso, la palabra «arte» se escribe con minúscula. Es indudable que el estilo capaz de abarcar ambas tendencias es más completo, más auténtico y refleja con más exactitud el carácter antinómico de nuestra naturaleza que el estilo que con un extremismo ciego expresa solamente uno de los polos de nuestros sentimientos. Pero, de todos los artistas, los poetas son probablemente los que con más ahínco se postran de hinojos -rezan más que los otros-, son sacerdotes par excellence y ex professio, y la Poesía así planteada se convierte sencillamente en una celebración gratuita. Justamente es esta exclusividad lo que hace que el estilo y la postura de los poetas sean tan drásticamente insuficientes, tan incompletos.
Hablemos un momento más sobre el estilo. Hemos dicho que el artista debe expresarse a sí mismo. Pero, al expresarse a sí mismo, también tiene que cuidar que su manera de hablar esté acorde con su situación real en el mundo, debe expresar no solamente su actitud ante el mundo, sino también la del mundo ante él. Si siendo cobarde, adopto un tono heroico, cometo un error de estilo. Pero si me expreso como si fuera respetado y querido por todo el mundo, mientras en realidad los hombres ni me aprecian ni me tienen simpatía, también cometo un error de estilo. Si, en cambio, queremos tomar conciencia de nuestra verdadera situación en el mundo, no podemos eludir la confrontación con otras realidades diferentes de la nuestra. El hombre formado únicamente en el contacto con hombres que se le parecen, el hombre que es producto exclusivo de su propio ambiente, tendrá un estilo peor y más estrecho que el hombre que ha vivido en ambientes diferentes y ha convivido con gente diversa. Ahora bien, en los poetas irrita no sólo esa religiosidad suya, no compensada por nada, esa entrega absoluta a la Poesía, sino también su política de avestruz en relación con la realidad: porque ellos se defienden de la realidad, no quieren verla ni reconocerla, se abandonan expresamente a un estado de ofuscamiento que no es fuerza, sino debilidad.
¿Es que los poetas no crean para los poetas? ¿Es que no buscan únicamente a sus fieles, es decir, a hombres iguales a ellos? ¿Es que estos versos no son producto exclusivo de un hombre determinado y restringido? ¿Es que no son herméticos? Obviamente, no les reprocho el que sean «difíciles», no pretendo que escriban «de manera comprensible para todos» ni que sean leídos en las casas campesinas pobres. Sería igual a pretender que voluntariamente renunciaran a los valores más esenciales, como la conciencia, la razón, una mayor sensibilidad y un conocimiento más profundo de la vida y del mundo, para bajar a un nivel medio; ¡oh, no, ningún arte que se respete lo aceptaría jamás! Quien es inteligente, sutil, sublime y profundo debe hablar de manera inteligente, sutil y profunda, y quien es refinado debe hablar de un modo refinado, porque la superioridad existe, y no para rebajarse. Por tanto, no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera, lo que sí es malo es que hayan surgido de la convivencia unilateral y restringida de unos mundos y tinos hombres idénticos. Al fin y al cabo, yo mismo soy un autor que defiende obstinadamente su propio nivel, pero al mismo tiempo (lo digo para que no se me eche en cara que practico un género que combato), mis obras ni por un momento se olvidan de que fuera de mi mundillo existen otros mundos. Y si no escribo para el pueblo, no obstante escribo como alguien amenazado por el pueblo o dependiente del pueblo, o creado por el pueblo. Tampoco se me ha pasado nunca por la cabeza adoptar una pose de «artista», de «escritor», de creador maduro y reconocido, sino que ; precisamente represento el papel de candidato a artista, de aquel que sólo desea ser maduro, en una incesante y encarnizada lucha con todo lo que frena mi desarrollo. Y mi arte se ha formado no en contacto con un grupo de gente afín a mí, sino precisamente en relación y en '' contacto con el enemigo.
¿Y los poetas? ¿Acaso puede salvarse el poema de un poeta si cae en manos no de un amigo-poeta, sino de un enemigo, un no-poeta? Como cualquier otra expresión, un poema debería ser concebido y realizado de manera que no deshonrara a su propio creador, ni siquiera en el caso de que no tuviese que gustar a nadie. Más aún, es preciso que los poemas no deshonren al creador ni siquiera en el caso de que a él mismo no le gusten. Porque ningún poeta es exclusivamente poeta, y en cada poeta vive un no-poeta que no canta y a quien no le gusta el canto...; el hombre es algo más vasto que el poeta. El estilo surgido entre los adeptos de una misma religión muere en contacto con la multitud de infieles; es incapaz de defenderse y de luchar; es incapaz de vivir una verdadera vida; es un estilo estrecho.
Permitidme que os muestre la siguiente escena... Imaginémonos que en un grupo de más de diez personas una de ellas se levanta y se pone a cantar. Su canto aburre a la mayoría de los oyentes; pero el cantante no quiere darse cuenta de ello; no, él se comporta como si encantara a todo el mundo; pretende que todos caigan de rodillas ante esa Belleza, exige un reconocimiento incondicional a su papel de Vate; y aunque nadie le da mayor importancia a su canto, él adopta una expresión como si su palabra tuviera un significado decisivo para el mundo; lleno de fe en su Misión Poética lanza anatemas, truena, se agita en un vacío; pero, es más, no quiere reconocer ante la gente ni ante sí mismo que este canto le aburre hasta a él, le atormenta y le irrita, puesto que él no se expresa de una manera desenvuelta, natural ni directa, sino en una forma heredada de otros poetas, una forma que perdió hace tiempo el contacto con la directa sensibilidad humana; y así no sólo canta la Poesía, sino que también se embelesa con la Poesía; siendo Poeta, adora la grandeza y la importancia del Poeta; no sólo pretende que los demás caigan de rodillas ante él, sino que él mismo cae de rodillas ante sí mismo. ¿No podría decirse de ese hombre que ha decidido llevar un peso excesivo sobre sus espaldas? Puesto que no sólo cree en la fuerza de la poesía, sino que se obliga a sí mismo a esta fe, no sólo se ofrece a los demás, sino que los obliga a que reciban este don divino como si fuera una hostia. En un estado espiritual tan hermético, ¿dónde puede surgir una grieta por la cual desde el exterior pudiese penetrar la vida? Y al fin y al cabo no hablamos aquí de un cantor de tercera fila, no, todo esto también se refiere a los poetas más célebres, a los mejores.
Si al menos el poeta supiera tratar su canto como una pasión, o como un rito, si al menos cantara como los que tienen que cantar, aun sabiendo que cantan en el vacío. Si en lugar de un orgulloso «yo, Poeta» fuese capaz de pronunciar estas palabras con vergüenza o con temor... o hasta con repulsión... ¡Pero no! ¡El Poeta tiene que adorar al Poeta!
Esta impotencia ante la realidad caracteriza de manera contundente el estilo y la postura de los poetas. Pero el hombre que huye de la realidad ya no encuentra apoyo en nada..., se convierte en juguete de los elementos. A partir del momento en que los poetas perdieron de vista al ser humano concreto para fijar la mirada en la Poesía abstracta, ya nada pudo frenarlos en la pendiente que conducía directamente al precipicio del absurdo. Todo empezó a crecer espontáneamente. La metáfora, privada de cualquier freno, se desencadenó hasta tal punto que hoy en los versos no hay más que metáforas. El lenguaje se ha vuelto ritual: esas «rosas», esos «ocasos», esas «añoranzas» o esos «dolores», que antaño poseían cierto frescor, a causa de un uso excesivo se han convertido en sonidos vacíos; y esto mismo se refiere a los más modernos «semáforos» y demás «espirales». El estrechamiento del lenguaje va acompañado del estrechamiento del estilo, lo cual ha provocado el que hoy en día los versos no sean más que una docena de «vivencias» consagradas, servidas en insistentes combinaciones de un vocabulario mísero. A medida que el Estrechamiento se iba volviendo cada vez más Estrecho, también la Belleza no frenada por nada se volvía cada vez más Bella, la Profundidad cada vez más Profunda, la Nobleza cada vez más Noble, la Pureza cada vez más Pura. Si por un lado el verso, privado de frenos, se ha hinchado hasta alcanzar las dimensiones de un poema gigantesco (similar a una selva conocida de verdad sólo por unos cuantos exploradores), por otro lado empezó a condensarse reduciéndose a un tamaño ya demasiado sintético y homeopático. Asimismo se empezó a hacer descubrimientos y experimentos con cara de ser los únicos enterados; y, repito, ya nada es capaz de frenar esta aburrida orgía. Porque no se trata aquí de la creación de un hombre pare otro hombre, sino de un rito celebrado ante un altar. Y por cada diez versos, habrá al menos uno dedicado a la adoración del Poder de la Palabra Poética o a la glorificación de la vocación del Poeta.
Convengamos que estos síntomas patológicos no son propios únicamente de los poetas. En la prosa esta postura religiosa también ha hecho grandes estragos, y si tomamos por ejemplo obras como La muerte de Virgilio, de Broch, Ulises o algunas obras de Kafka, experimentamos la misma sensación: que la «eminencia» y la «grandeza» de estas obras se realizan en el vacío, que pertenecen a estos libros que todo el mundo sabe que son grandes..., pero que de algún modo nos resultan lejanos, inaccesibles y fríos..., puesto que fueron escritos de rodillas y con el pensamiento puesto no en el lector, sino en el Arte o en otra abstracción. Esta prosa surgió del mismo espíritu que ilumina a los poetas, e indudablemente, por su esencia, es «prosa poética».
Si dejamos aparte las obras y nos ocupamos de las personas de los poetas y del mundillo que estas personas crean con sus fieles y sus acólitos, nos sentiremos aún más sofocados y aplastados. Los poetas no sólo escriben 'para los poetas, sino que también se alaban mutuamente y mutuamente se rinden honores unos a otros. Este mundo, o mejor dicho, este mundillo, no difiere mucho de otros mundillos especializados y herméticos: los ajedrecistas consideran el ajedrez como la cumbre de la creación humana, tienen sus jerarquías, hablan de Capablanca con el mismo sentimiento religioso que los poetas de Mallarmé, y uno confirma al otro en la convicción de su propia importancia. Pero los ajedrecistas no pretenden tener un papel tan universal, y lo que después de todo se puede perdonar a los ajedrecistas, se vuelve imperdonable en el caso de los poetas. Como consecuencia de semejante aislamiento, todo aquí se hincha, y hasta los poetas mediocres se hinchan de manera apocalíptica, mientras problemas insignificantes cobran una importancia desorbitada. Recordemos, por ejemplo, las tremendas polémicas acerca del tema de las asonancias, y el tono en que se discutía esta cuestión: parecía entonces que el destino de la humanidad dependiera de si era lícito rimar de forma asonante. Es lo que ocurre cuando el espíritu del gremio llega a dominar al espíritu universal.
Otro hecho no menos vergonzoso es la cantidad de poetas. A todos los excesos mencionados más arriba, hay que añadir el exceso de vates. Estas cifras ultrademocráticas hacen explotar desde dentro la orgullosa y aristocrática fortaleza poética; realmente resulta bastante divertido verlos a todos juntos en un congreso: ¡qué multitud de seres más peculiares! Pero ¿es que el arte que se celebra en el vacío no es el terreno ideal para aquellos que justamente no son nadie, cuya personalidad vacía se desahoga encantada en esas formas limitadas? Y lo que ya es verdaderamente ridículo son esas críticas, esos articulillos, aforismos y ensayos que aparecen en la prensa sobre el tema de la poesía. Eso sí que es vanilocuencia, una vanilocuencia pomposa y tan ingenua, tan infantil, que uno no puede creer que hombres que se dedican a escribir no perciban la ridiculez de semejante publicística. Hasta ahora no han comprendido esos estilistas que de la poesía no se puede escribir en tono poético, por lo que sus gacetillas están repletas de semejantes elucubraciones poetizantes. También es muy grande la ridiculez que acompaña los recitales, concursos y manifiestos, pero supongo que no vale la pena extenderse más sobre ello.
Creo haber explicado más o menos por qué la poesía en verso no me seduce. Y por qué los poetas -que se han entregado totalmente a la Poesía y han sometido a esta Institución toda su existencia, olvidándose de la existencia del hombre concreto y cerrando los ojos a la realidad- se encuentran (desde hace siglos) en una situación catastrófica. A pesar de las apariencias de triunfo. A pesar de toda la pompa de esta ceremonia.
Pero aún tengo que refutar cierta acusación.
El simplismo inusitado con que se defienden los poetas (por lo general, hombres nada tontos, aunque ingenuos) cuando se ataca su arte, sólo se puede explicar por una ceguera voluntaria. Muchos de ellos buscan salvarse argumentando que escriben versos por placer, como si todo su comportamiento no desmintiese semejante afirmación. Los hay que sostienen con toda seriedad que escriben para el pueblo y que sus rebuscados jeroglíficos constituyen el alimento espiritual de las almas sencillas. No obstante, todos creen con firmeza en la resonancia social de la poesía, y desde luego les será difícil comprender cómo se les puede atacar desde este lado. Dirán: –¡Cómo! ¿Acaso puede usted dudar? ¿Es que no ve usted las multitudes que asisten a nuestros recitales? ¿La cantidad de ediciones que consiguen nuestros volúmenes? ¿Los estudios, los artículos, las disertaciones publicados sobre nosotros? ¿La admiración que rodea a los poetas famosos? Es usted precisamente quien no quiere ver las cosas como son...
¿Qué les contestaré? Que todo esto no son más que ilusiones. Es cierto que a los recitales van multitudes, pero también es cierto que incluso un oyente muy culto no es capaz en absoluto de comprender un poema declamado en un recital. Cuántas veces he asistido a estas aburridas sesiones, en que se recitaba un poema tras otro, cuando cada uno de ellos tendría que ser leído con la máxima atención al menos tres veces para poder descifrar por encima su contenido. En cuanto a las ediciones, sabemos que se compran miles de libros para no ser leídos jamás. Sobre la poesía escriben, como ya hemos dicho, los poetas. ¿Y la admiración? ¿Es que los caballos en las carreras no despiertan todavía más interés? Pero ¿qué tiene que ver la afición deportiva con que asistamos a toda clase de rivalidades y todas las ambiciones -nacionales u otras- que acompañan a estas carreras, qué tiene que ver todo esto con una auténtica emoción artística? Sin embargo, semejante respuesta, aunque justa, no sería suficiente. El problema de nuestra convivencia con el arte es mucho más profundo y difícil. Y es indudable, al menos a mi parecer, que si queremos entender algo de él, debemos romper totalmente con esta idea demasiado fácil de que «el arte nos encanta» y que «nos deleitamos con el arte». No el arte nos encanta sólo hasta cierto punto, mientras que los placeres que nos proporciona son más bien dudosos... Y ¿acaso puede ser de otra manera, si la convivencia con el gran arte es una convivencia con hombres maduros, de horizontes más vastos y sentimientos más fuertes? No nos deleitamos, más bien tratamos de deleitarnos..., y no comprendemos..., sino que tratamos de comprender...
Qué superficial es el pensamiento para el cual este fenómeno complicado se reduce a una simple fórmula: el arte encanta porque es bello.
–Oh, hay tantos esnobs..., pero yo no soy un esnob, yo reconozco con franqueza cuando algo' no me gusta –dice esta ingenuidad y le parece que con esto todo queda arreglado.
Sin embargo, podemos percibir aquí claramente unos factores que no tienen nada que ver con la estética. ¿Pensáis que si en la escuela no nos hubiesen obligado a extasiarnos con el arte, tendríamos por él, más tarde, tanta admiración, una admiración que nos viene dada? ¿Creéis que si toda nuestra organización cultural no nos impusiera el arte, nos interesaríamos tanto por él? ¿No será nuestra necesidad de mito, de adoración, lo que se desahoga en esta admiración nuestra, y no será que al adorar a los superiores, nos ensalzamos a nosotros mismos? Pero ante todo, estos sentimientos de admiración y de éxtasis, ¿surgen «de nosotros» o «entre nosotros»? Si en un concierto estalla una salva de aplausos, eso no quiere decir en absoluto que cada uno de los que aplauden esté entusiasmado. Un tímido aplauso provoca otro, se excitan mutuamente, hasta que por fin se crea una situación en que cada uno tiene que adaptarse interiormente a esta locura colectiva. Todos «se comportan» como si estuvieran entusiasmados, aunque «verdaderamente» nadie está entusiasmado, al menos no hasta tal punto.
Sería, pues, un error, una ingenuidad lastimosa, pretender que la poesía, o cualquier otro arte, fuera, sencillamente, fuente de placer humano. Y si desde este punto de vista observamos el mundo de los poetas y de sus admiradores, entonces todos sus absurdos y ridiculeces parecerán justificados: pues al parecer tiene que ser así, y está acorde con el orden natural de las cosas, que el arte, igual que el entusiasmo que despierta, sea más bien producto del espíritu colectivo que no una reacción espontánea del individuo.
Y, sin embargo, no. Sin embargo, tampoco este planteamiento logrará salvar a los poetas, ni proporcionar los colores de la vida y de la realidad a su poesía. Porque si la realidad es precisamente así, ellos no se dan cuenta. Para ellos todo sucede de una manera simple: el cantante canta, y el oyente, entusiasmado, escucha. Está claro que si fuesen capaces de reconocer estas verdades y sacar de ellas todas sus consecuencias, tendría que cambiar radicalmente su misma actitud hacia el canto. Pero podéis estar tranquilos: jamás nada cambiará entre los poetas. Y no os hagáis ilusiones de que ante estas fuerzas colectivas que nos falsean nuestra percepción individual muestren una voluntad de resistencia al menos para que el arte no sea una ficción y una ceremonia, sino una verdadera coexistencia del hombre con el hombre. ¡No, estos monjes prefieren postrarse!
¿Monjes? Eso no quiere decir que yo sea adversario de Dios o de sus numerosas órdenes religiosas. Pero incluso la religión muere desde el momento en que se convierte en un rito. Realmente, sacrificamos con demasiada facilidad en estos altares la autenticidad y la importancia de nuestra existencia.
Texto extraído del ANEXO del Diario 1.
.................................................................
Contestación de Rafel Calle.
Del 1º al 4º párrafo.
¿Para qué sirve la poesía?
No lo sé.
Unos dicen que no sirve para nada; otros dicen que se emplea con buenos resultados cuando se trata de decir algo importante, encontrando en la concreción poética la forma apropiada para decirlo.
Entre los que escriben poesía, unos afirman que es el cenit de la expresión escrita, una manera de decir las cosas sublime.
Veamos lo que dicen otros consagrados: Pessoa, fingir para no ser visto; Walcott, un collage de palabras vacías; Reverdy, la ausencia; Ungaretti, literatura errática; Montale, poesía no existe; Seferis, dureza inerte.
Yo no creo que el poeta tenga misiones especiales. No creo que el poeta haya de tener un alma especial. Ni siquiera creo que el poeta sea un ser diferente al resto de los mortales que pretenden crear alguna cosa.
Afirmar que a casi nadie le gustan los versos no creo que se ajuste a la realidad. Yo pienso todo lo contrario, los versos son una forma sensacional de llegar precisamente a las personas que tendrían muchas dificultades para entender un texto en prosa, un tocho. Lo único que necesitan los versos es claridad meridiana, o sea, genialidad, para que gusten a la mayoría de mortales.
Decir que el mundo de la poesía, en verso, es siempre ficticio y falseado, me parece una gran inexactitud. Ocurre lo mismo en cualquier otra faceta del arte, unas veces es imaginario y otras veces es el resultado de una vivencia.
Hablar de la poesía de Shakespeare refiriéndose a los elementos más prosaicos de sus dramas en contraposición a sus sonetos, me parece una enorme injusticia, salvo en el caso de Macbeth.
Exactamente, una puesta de sol que te hace temblar: la capacidad de expresar el sentimiento puntual que te produce la puesta de sol, en un trozo de papel, utilizando letras, que conviertes en palabras y luego en versos entendibles, con una cadencia determinada, que iluminan la mente del lector porque le recuerdan ese suceso sin necesidad de estar presente, rememorándolo.
Supongo que la poesía es la forma más antigua de la fotografía.
Digo así, que el poeta es un fotógrafo que no necesita de cámaras.
Quizá el ser humano tenga la capacidad innata de comprender, simplemente, sintiendo.
Imagen, sin máquinas para crearla.
La mente, o el alma, es lo suficientemente completa como para ver desde la imaginación.
Opino que se debe experimentar con el arte hasta la saciedad. En todo y por todo.
Hablando de Bach, no creo que se tenga que saber de música para te lleguen a gustar sus composiciones.
Algo parecido ocurre con, por ejemplo, los Beatles. Escuchamos Hey Yude y nos parece una pieza magnífica, una de las mejores melodías de la historia y, sin embargo, no sabemos ni una palabra de inglés.
Pero no ocurre lo mismo con todas las canciones de los Beatles.
Yo creo que se debe a que cuando el arte es bueno llega y llega a pesar de todos los pesares. Solo hace falta que el humano tenga un mínimo de capacidad receptiva.
En cambio, cuando el resultado del artista es, digamos, menos afortunado, la capacidad necesaria para que llegue a penetrar la obra, será directamente proporcional a la falta de calidad de la misma.
Por eso pienso que el arte cuando es bueno, es para la mayoría.
Solo hace falta enseñar cómo se ama el arte a esa mayoría.
En cuanto a engañar al personal componiendo versos sin ton ni son, me parece del todo inaceptable porque eso nos lleva, directamente, a embadurnar al surrealismo, por un lado, y, a la alegoría dificil, por otra parte, de un halo superficial y mentiroso.
Yo creo que cuando un verso no se puede entender es porque el autor no se atreve a decirlo claramente, o porque no sabe decirlo con más claridad. En ambos casos existe una clarísima incapacidad.
Por ejemplo, Lorca utilizaba metáforas difíciles cuando quería hablar sobre su homosexualidad, porque eso estaba prohibido; incapacidad pues, para poder expresarse libremente, que el autor subsana a base de talento metafórico, que no es lo mismo que surrealismo porque mientras la metáfora se puede analizar, la fantasía -que es lo que predomina en la poesía surrealista- es imposible de analizar; ni el mismo autor sabe el porqué.
Pienso que cualquier coyuntura que incapacite al autor autoriza a éste a ser surrealista, o sea, incomprensible.
Aunque los genios no necesitan ser incomprensibles para decir, cuando está prohibido decir. Dicen sin llegar a transgredir la norma y, sin embargo, se les entiende todo.
He llegado hasta el cuarto párrafo, donde acaba hablando de la cruda realidad de su experimento.
Otro día seguiré.
Un abrazo, Esteban y gracias por colgar tan interesante y polémico trabajo.
________________________________________
Contestación de Rafel calle.
5º párrafo.
Ahora empezamos a entendernos, aunque sea a base de contradicciones (quién no cae en la contradicción yo, desde luego, sí). Primero leo que los versos no gustan a nadie y ahora resulta que los poetas son venerados desde tiempos inmemoriales. Bueno, de acuerdo, eso no puede ser malo.
Yo también tengo varios dilemas, miles de hombres escriben prosa, pintan cuadros, esculpen figuras, etc., y sin embargo a mí me gustan muy pocos.
¿No crees que resulta lógico que no te gusten los poemas rimados, teniendo en cuenta que escribir un buen poema rimado es una obra de arte al alcance de muy pocos?
La rima cercena, sin compasión, las posibilidades tanto las creativas, cuanto las expresivas.
Sinceramente, cada día encuentro más dificultades para hallar rasgos de calidad en un poema y si es un poema rimado la cosa empeora mucho.
La mayoría de trabajos rimados, efectivamente te doy la razón, acaban por ser una vuelta más a la atormentada lírica de siempre.
En este momento pienso que faltan talentos poéticos, voces que sean capaces de acabar con el larguísimo letargo que está viviendo la poesía, tanto la pura como la ''impura''.
Además pienso que no has estudiado en profundidad los distintos cauces poéticos porque, de hacerlo, te hubieras dado cuenta de que ni está todo dicho ni las formas de decirlo están agotadas.
Uno de los problemas que creo que procuran ese letargo son las opiniones ligeras y que conste que no estoy censurando la tuya, sino esas opiniones que descalifican sin el menor rubor la poesia pura, cuando luego te das cuenta de que confunden un alejandrino con un higo chumbo.
Me hubiera gustado decirte esas cosas, cuando aún eras carne de duda, ahora supongo que solo quedará de ti la duda.
Todas esas cosas que dices que cansan en la poesía pura, resulta que cansarían en cualquier otra forma de expresión. Esas cosas son cosas lícitas, precisamente, porque el arte está abierto para que cualquiera pueda demostrarse que no es artista. Otra cuestión es que el sujeto lo quiera reconocer.
En fin, intentaré comentar cada día un párrafo de ese magno trabajo tuyo.
Y gracias a Esteban, otra vez.
Un abrazo.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
6º párrafo
Lo primero que nos tendríamos que preguntar es si eso que dices no ocurre en todas las facetas del arte. O sea, que siempre hay lo que tú llamas un ''cantor'' (poeta que escribe versos rimados) que señala el estilo, ese tipo que procura la necesaria evolución.
Yo diría que eso, además de inevitable, no es malo. Cuando surge un fenómeno, el ámbito que éste ocupa sube su nivel, tanto en la cantidad como en la calidad. Lo que pasa es que hace mucho tiempo que no surge ningún ''cantor''', con suficiente poderío, para romper las arcaicas normas de la poesía pura o de cualquier otra. Le damos vueltas a la rima, a la métrica, pero no avanzamos nada. Bueno, sí, avanzamos hacia el verso libre, con plena libertad para hacer cuanto le venga en gana, aunque lo que haga no tenga ni ton ni son, que es el primer paso para acabar de disipar a la poesía, en favor de tu amada prosa.
Estoy de acuerdo en lo que dices de la rivalidad entre poetas, en su encarnizada lucha por superar al colega.
También estoy de acuerdo en que el poeta busca, desesperadamente, el Verso.
Y sí, me he dado cuenta que la poesía cierra filas y, cada día más, en torno a los propios poetas.
Por tanto, creo llegada la hora de romper filas y me voy a explicar.
Podemos pensar que el arte, en este caso la poesía, es un producto divino que no está hecho para todos los mortales. Podemos llegar a la conclusión que los poetas están por encima del ciudadano de a pie, que la poesía es algo para gente muy culta, exclusivamente.
Y claro, esas conclusiones nos llevarán de cabeza al lugar que en este momento ocupa la poesía, un lugar muy alejado de las lecturas de la mayoría de personas que, sin embargo, cada día leen más.
La disyuntiva es clara, hay que bajar la poesía a los suelos terrenales, al asfalto negruzco de los transeúntes, por dar de beber al sediento ciudadano un poco de líquido que le sea por lo menos reconocible.
El agua sería la mejor bebida para la sed, agua clara y cristalina, sobre todo, para la sed del alma.
Los brebajes muy sofisticados, son propios de la gente complicada, esa que está lejos del genio cotidiano.
Y ahí te doy la razón, deberíamos buscarnos, a buscar en nosotros me refiero.
Hasta el próximo párrafo.
Un abrazo.
________________________________________
Contestación de Ignacio Bellido.
ESteban: perdona mi ignorancia,pero no puedo abarcar a todos los poetas del mundo.
¿Podrías dejar una breve reseña bio-bibliográfica del autor de este escrito?
En principio me parece sumanente interesante,y lo voy leyendo y meditando
con el rigor que puedo.
Pero al tratarse de un texto de poética,siempre es importante saber algo de su autor.
Mil perdones por mi ignorancia,y te felicito por haber traido aquí este artículo.
Un cordial saludo.
Ignacio Bellido
________________________________________
Contestación de Ignacio Bellido.
Perdona Esteban,encontré esto por Google y aquí lo dejo por si es de interés.Ya me documenté sobre el poeta.Perdona mi pedido y gracias.
Un cordial saludo
Ignacio Bellido
GROMBROWICZ, Witold; Diario (1953-1969), Seix Barral, Barcelona 2005, 861 pp.
Carlos Ortiz de Landázuri
Witold Gombrowicz (1904-1969) escribió su Diario en su época de emigrante polaco en Argentina en el inicio de la segunda guerra mundial, antes de la posterior llegada del comunismo a su país y una vez publicado Ferdydurke (1937). Allí permaneció hasta su vuelta a Francia en 1965 para recibir el premio Goncourt y más tarde morir. No se trata de un diario de memorias al uso, sino que su pretensión fue describir la paulatina construcción de una teoría literaria a partir de dos artificios básicos: a) el artificio primitivo de crear un mundo literario alternativo mediante la modificación de alguno de sus elementos habituales del mundo cotidiano, como ahora sucede con la metáfora de la montura (fingida) del caballo por parte de Sergio (p. 158) y en general con la simbología de Cosmos (1965); y b) el artificio meramente complementario que permite concebir aquel mundo alternativo como un verdadero reflejo de la realidad cotidiana más auténtica, para transformarla y hacer sus veces, dando lugar a la ilusión (ficticia, pero inquietante) de un refulgir sustitutivo, como ahora sucede en la metáfora de los dos gemelos indiscernibles, aunque diferentes (p. 145), con los posibles desdoblamientos meramente aparentes del propio yo (p. 170), o con el mundo irreconciliable de la mujer respecto del hombre (p. 180), como el mismo ejemplifica a través del título de su obra cumbre Trans-Atlántico (1952), aunque sin poder alcanzar ya la fuerza y la inmediatez del primer artificio más primitivo.
Evidentemente la jerarquización de ambos artificios exige adoptar una actitud fabuladora, un estilo y un nivel de reflexión adecuado, ya que al menos en su caso el segundo artificio se debe supeditar en todo momento al primero. Además la fabulación literaria, siempre incompleta e inacabada, genera diversas relaciones bipolares, según se otorgue un predominio vital a uno u otro artificio narrativo, a saber: la contraposición entre el primitivismo y el clasicismo, entre la juventud y la madurez, entre el sexo o la homosexualidad y el matrimonio, entre la literatura polaca y la europea, entre lo local y lo global. En su caso la narrativa literaria otorga una prioridad a los artificios instintivos capaces de dotar de realidad a los valores más vitales, como ahora ocurre con el primitivismo, la juventud o la homosexualidad. Pero en otros casos la teoría literaria se remite a un presunto mundo de valores creado por nosotros mismos, en virtud de un compromiso por parte del propio narrador, como en su época fue habitual en los distintos tipos de existencialismo humanista y marxista. Sin embargo ahora esta narrativa se considera inauténtica o desvitalizada por otorgar una prioridad a aquellos otros artificios complementarios más sofisticados que, como sucede con el refulgir de una ilusión, se afirman como si fueran realmente autosuficientes cuando de hecho siempre tienen un carácter incompleto e inacabado. Se defiende así un existencialismo vitalista que se declara contrario a la defensa comprometida de ningún valor ("nunca de nada demasiado"), salvo que afecte de un modo directo a los dos únicos principios de la realidad literaria, como ahora sucede con la lucha por la vida o a la realización de la propia sexualidad.
En su opinión, el permanente diálogo con el público hace posible que el talento creador incremente ilimitadamente las virtualidades narrativas de estos artificios, tratando de reflejar las innumerables manifestaciones de la vitalidad humana, sin poder agotar en ningún caso sus posibilidades internas de desarrollo. Según Gombrowicz, el contexto vital es un condicionante extraliterario de las virtualidades narrativas de estos artificios, pero en ningún caso se debe minusvalorar la autonomía fabuladora de la subjetividad creativa del propio narrador, como pretendía el determinismo social de la crítica literaria marxista. Más bien el narrador es un "yo" capaz a su vez de desdoblarse en otros tantos "yos" (ficticios) y de apreciar las virtualidades narrativas de su propio talento fabulador en virtud de las reacciones que provoca en sus lectores potenciales. Las ficciones narrativas incrementan así el posible conocimiento indirecto que el narrador tiene de sí mismo, como si se tratase de un personaje más capaz de interactuar en la construcción de un mundo literario cada vez más complejo. Se mantiene a este respecto una polémica soterrada con diversos críticos literarios polacos marxistas que tacharon sus innovaciones literarias de excentricidades, cuando sólo se trataba de encontrar un nuevo punto de equilibrio mejor entre la tradición literaria polaca y la europea o americana, representada a su vez por Pirandelo, Sartre, Sabato, Borges, Thomas Mann, Shakespeare o Cervantes.
Diario localiza a este respecto la génesis autobiográfica de las tesis principales de su teoría literaria, aunque la adscripción sea con frecuencia sea rememorativa, a saber: 1) 1953 describe las dificultades iniciales de un escritor exiliado para hacerse comprender a través de una teoría literaria aparentemente extraña, tanto para la crítica como para su propio público; 2) 1954 analiza el influjo de las reacciones del público polaco en el lento descubrimiento de las nuevas virtualidades interactivas atribuidas a estos dos nuevos artificios narrativos de la producción literaria; 3) 1955 se retrotrae a la ruptura que supuso la adaptación inicial tan brusca al modo de vida argentino, especialmente a la juventud, al primitivismo, a la espontaneidad y en su caso también a la homosexualidad. Pero a pesar de este choque inicial, este modo de vida se acabó imponiendo al estilo más maduro pero decadente de la literatura polaca, como se hizo manifiesto en la traducción al castellano entonces de Ferdydurke (1937) o en la posterior preparación de Matrimonio (1948); 4) 1956 describe el paso a la madurez de un escritor de reconocido prestigio que aborda el problema de Dios desde una perspectiva existencialista en polémica a su vez tanto con el marxismo europeo en general como con el modo polaco tan decadente y desvitalizado de abordar este tipo de cuestiones; 5) 1957-1961 justifica el carácter transgresor de su narrativa literaria frente a las críticas recibidas por parte de sus lectores fundamentalmente polacos, aplicándolo a los temas más diversos: las diversas especialidades artísticas, la democracia, la homosexualidad, el matrimonio, el catolicismo, el nacionalismo, siguiendo el principio "nunca demasiado". De todos modos su espíritu transgresor no conoce límite y le lleva a una defensa lo más provocativa posible de los valores vitales más recónditos, como ahora ocurre en la obra más importante de esta época, Pornografía (1960); 6) 1961-1969 narra la última época en la que decide volver a París, donde recibirá el reconocimiento que hasta entonces se le había negado. Fue entonces cuando tomó como motivación básica de la narrativa literaria la autodestrucción de la inautenticidad, del convencionalismo, de la (falsa) popularidad mercantil, así como la defensa de los valores contrarios, a saber: la autenticidad, la juventud, el primitivismo, el vitalismo, la sexualidad, como ahora se pone de manifiesto en su última gran obra, Cosmos (1965).
Para concluir una reflexión crítica. Sin duda la interacción entre el narrador, el público y los artificios narrativos, constituye una parte esencial del proceso de creación literaria. De todos modos Gombrowicz parece hacer de este Diario el punto de partida de una teoría literaria general que debería ser extrapolable en la valoración de otro tipo de narrativas distintas a la suya. A este respecto se hace gala de una intuición genial a la hora de caracterizar la narrativa propia y ajena, aunque cabe cuestionar: ¿La forma literaria de un diario es un método verdaderamente apropiado para caracterizar la autenticidad o inautenticidad, la veracidad o falsedad de un determinado estilo literario? ¿No hubiera sido más útil seguir un método de estudio más sistemático, sin dejar reducida la aparición de estas categorías básicas de la teoría literaria a la narración de una vivencia personal? Es indudable que el Diario corre el peligro de hacer de un estilo de vida muy discutible el paradigma de toda teoría literaria. De todos modos este Diario analiza las múltiples bipolaridades que genera esta doble perspectiva privada y pública de la creatividad artística, reflexionando a su vez sobre el impacto que la actitud del narrador y de los artificios usados ejercen en el desarrollo del propio estilo literario. Quizá sea un procedimiento poco ortodoxo desde un punto de vista sistemático, aunque tiene una virtud. Se trata de convertir la teoría literaria en objeto de una narración, sin atribuir al contexto social lo que ha sido fruto del propio talento creador.
Texto de: Carlos Ortiz de Landázuri.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
7º párrafo
De acuerdo en lo que dices, pero yo te pregunto ¿puede haber otra forma de expresar en el arte que no sea expresarte a ti mismo?
Precisamente pienso que las obras fallidas son aquellas en que la simbiosis creador-obra no ha sido posible alcanzar. Más o menos una obra impersonal.
Es evidente eso que dices, el estilo constituye en sí mismo un empobrecimiento. Así tenemos un empobrecimiento necesario que, en tanto procure la necesaria diversidad,o sea, que ese empobrecimiento se produzca en cada uno de nosotros, redundará en un enriquecimiento, donde la suma de estilos constituiría la riqueza del universo poético.
Hablas de postura falsa, la del ''cantor'', ese poeta que escribe versos rimados. Bueno, pero es que tú no le das la suficiente importancia a la rima. Crees que es un mero aspecto estilístico en la obra y aunque eso también, la rima es muy importante en el ritmo de un poema y es dificilísima de ensamblar en el contexto, porque como es lógico condiciona todo el significado. Ahí te quiero ver.
Opino que la habilidad para conducir las posibilidades metafóricas, que por mor de la dichosa rima se verán limitadas, ésa habilidad, digo, es crucial en el verso rimado y es una habilidad con la que se nace o, de lo contrario, se carecerá de ella, por mucho estilo, mucha cultura, mucha técnica y muchas gaitas que pueda tener el artista.
El verso rimado es muchísimo más dificil de conseguir que cualquier otra forma de verso. Y no me refiero a los ripios, sino al verso rimado que es otra cosa, muy diferente.
La rima es absolutamente ineludible en la mayoría de poemas, lo que pasa es que muchos autores trabajan la rima en el interior del verso, porque no consideran necesario ceñirse a la musicalidad extrema que conforman los sonidos iguales, o similares, en el axis rítmico de la estrofa. Y yo estoy muy de acuerdo con eso.
No te doy la culpa a ti, de todas esas afirmaciones tuyas sobre la poesía, la culpa se la doy a los poetas. Porque no nos aclaramos.
Más allá de que busquemos el Verso, que me parece bien, hay una predisposición a exhibirse que me parece nefasta para la propia poesía.
En realidad y ahora hablo por mí, existe una cosa que se llama miedo, miedo cuando empiezas a escribir, miedo de no estar a la altura, miedo de no saber si tus versos tienen contenido útil y, sobre todo, miedo a que los demás te conozcan ''por tu obra''; miedo a todo.
En cuanto a lo que dices que debemos hacer los poetas, pues qué quieres que te diga, tú mismo un poco más arriba decías que no se pueden poner trabas a la creación. ¿Qué te parece si dejamos a cada autor que elija por sí mismo la trabas con las que quiere crear?
Hasta el próximo.
Un abrazo.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
8º párrafo.
De acuerdo, supongamos que el ideal de poeta se encuentra en la medida justa de los dos tipos de humanismo que dices. La mitad del dios casada con la mitad del hombre. Pero es que a mí me importan relativamente esas cosas, porque al fin y al cabo quien escribe es la parte arcana del yo, ora patética, ora vertebrada en hermosa claridad y siempre a expensas del otro yo, el que atesora la espontaneidad del talento.
Acaso sabes tú, ¿cómo se llama nuestro amigo el duende del arte?
Es lo mismo que dices de la insuficiencia, obviamente, cuando un autor es suficientemente completo el resultado de su obra será a todas luces intocable, tanto por exceso como por defecto.
Un problema enorne a la hora de valorar la poesía es que te encuentras con muchos trabajos, como dices tú, ''insuficientes''.
Eso podría deberse a que personas que tratan de escribir poesía las hay a miles, sin embargo, gente que intente escribir, por ejemplo, una novela hay más bien poca.
Un verso bueno es patrimonio de la humanidad, porque cualquier mortal puede escribirlo, pero ello no tiene por qué significar que la persona que lo haya escrito sea realmente un poeta.
El poeta deberá escribir muchos versos buenos construyendo con ellos poemas que digan cosas, o sea, poemas ''suficientes''.
Y no quiere decir que en la obra de un poeta todos los versos tengan que ser de gran calidad, porque eso es altamente improbable. Aunque sí que creo que es un deber del poeta escribir diciendo cosas con sentido, cosas que pueda asimilar la gente corriente, con sus problemas, emociones, sentimientos, etc...Cosas que para decirlas desde el alma, como en una celebración, se deba acudir necesariamente a la poesía. Más allá del poema de amor, etc... que también, pero no, solamente, eso.
Resumiendo, estoy totalmente de acuerdo contigo en que el gran problema de la poesía es que la mayor parte de las veces el contenido del poema resulta insuficiente.
Un abrazo.
........................................................................
Contestación de Esteban Granado a Ignacio Bellido.
Gracias por traer esa pequeña reseña sobre Gombrowicz.
Leí "Ferdydurke" hace unos años y quedé muy impresionado, tanto que puedo decir que es una de las mejores "novelas" que he leído en mi vida. Luego me atreví con el "Dario (1953-1969)", que aunque es un tocho de unas mil páginas o así y a menudo se extiende en consideraciones acerca de la literatra polaca, de la que no tengo apenas referencias, resulta también enormemente interesante, ya que, en efecto, el autor introduce en él toda una teoría literaria, así como una teoría de la crítica y un montón de consejos aprovechables para los que estamos embarcados en esta aventura de escribir, algunos de los cuales están recogidos en el breve ensayo que he traído, "Contra Los Poetas".
Gracias de nuevo y un abrazo.
.................................................................
Contestación de Esteban Granado a Rafel Calle.
Amigo Rafael:
Observo, con agrado, que la lectura del pequeño ensayo de Gombrowicz ha conseguido pulsar tus fibras sensibles. El asunto no es baladí, ya que aquí se está cuestionando nada menos que la utilidad de la poesía, su pertinencia, su razón de ser en el universo literario. Como aclaración previa, te diré, ya que parece que te diriges a mí en tus respuestas, que no estoy totalmente de acuerdo con el autor, y que matizaría muchas de sus afirmaciones, aunque reconozco no, digamos, "negarle la mayor".
Básicamente, en mi opinión, Gombrowicz plantea lo siguiente: los árboles no nos dejan ver el bosque. El árbol de la Poesía, con mayúscula, nos impide expresar nuestra individualidad de forma satisfactoria. Esto tiene sentido. En poesía la forma y el contenido son casi inseparables, y el peso de la tradición es tan grande, nos señala tan nítidamente el camino a seguir, que es prácticamente imposible sustraerse de modo eficaz a su influencia. La forma queda ferozmente condicionada y condiciona a su vez el contenido. En resumen, que nuestra verdad pone al fin más cuidado en acercarse a la que se supone "la verdad" que en descifrarse a sí misma. Es necesaria mucha "personalidad" para siquiera sacar la cabeza entre la multitud de los que nos preceden. En este sentido, concuerdo también con Grombrowicz cuando habla de lo ridículo y contraproducente que resulta el venerar y rendir culto a las grandes figuras. Mi desacuerdo reside, mayormente, en el asunto de "lo inefable", por el que pasa de puntillas o al que ignora olímpicamente. O sea, que las afirmaciones de Gombrowicz me parecen válidas, en cualquier caso, pero las niego carácter universal y definitivo.
Continuaré en otro momento.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo,
Esteban.
________________________________________
Comentario de Paco Caro.
Gracias Esteban. Gracias Rafel.
He disfrutado. Disfruto. El polaco no está exento de razón. Rafel habla por todos.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
Mi querido amigo, Esteban, el ensayo en cuestión lo veo magistral.
El maestro Gombrowicz, al que también me dirijo en las respuestas, como en una conversación, evidentemente imaginaria a tres bandas (él, tú y yo), me ha clavado la puya hasta el fondo porque conoce el mundo de los poetas a la perfección.
Increiblemente acertado, el insigne polaco desgrana las miserias del bardo, con precisión cirujana.
Estoy, como tú, en muchas cosas de acuerdo con su teoría. Pero, como dice nuestro amigo Paco Caro, no puedo darle toda la razón, porque pertenezco a los que sienten sus palabras percutiendo salvajemente en la frontera del yo poético. Defiendo a los poetas.
Aunque, ahora que no me oye Gombrowicz, te diré que
deberíamos hacerle caso en muchas cosas de las que dice, amigo mío, deberíamos; por el bien de la poesía, por todos nosotros.
Es lo que pienso, ahora.
Un auténtico placer comentar el trabajo que has colgado, lo considero muy oportuno y además creo que nos puede ser muy útil.
Me gustaría saber tu opinión sobre algunos puntos del ensayo, por ejemplo, de la insuficiencia del poeta, refiriéndome a la concreción de la idea en el poema, a lo pobre de la mayoría de textos poéticos (inacabados), porque la parte técnica, de la que también habría mucho que hablar, creo que será mejor dejarla para otra ocasión, dado que no parece que fuera la especialidad de Gombrowicz.
Un fuerte abrazo.
______________________________________
Contestación de Esteban Granado.
El problema de la insuficiencia, querido Rafael, puede conducirnos a un callejón sin salida.
El poeta debe podar su obra antes de presentarla al público, y ha de podarlo de todos los que podríamos considerar "elementos antipoéticos", de esa manera, está restringiendo en cierta medida su ámbito de actuación con relación a la prosa, que abarca el espectro de la creación de forma más global. A veces uno encuentra textos en prosa que son, en realidad, una suma de formas y contenidos poéticos (por ponerte un ejemplo inmediato y de relativa actualidad, la novela "Las correcciones", publicada en 2001 por Jonathan Franzen, que a mí me impresionó mucho y muy favorablemente en este sentido).
El ser humano no nace poeta, aprende a serlo. Uno puede venir al mundo con mayor sensibilidad, o con mayor facilidad para un determinado tipo de abstracción relacionada con la palabra, pero la forma en que habrá de hacer tangibles esos dones, si ese es su deseo mediante la creación poética, le viene dada. Entonces, al poeta le es necesario evolucionar y luchar denodadamente contra los que, en el curso de ese proceso imprescindible, van a intentar que se amolde a los cánones preexistentes (jurados de premios literarios, otros poetas, lectores... y aquí entramos de lleno en la problemática de los certámenes y concusos y, en general, a la de la publicación de la obra).
Por tanto, el camino del poeta es largo y, en buena medida, tortuoso. Por una parte debemos hallar nuestra propia voz y por otra debemos también integrarnos en el sistema, entrar en el engranaje del mundo literario, en el que todas las demás voces (ya autorizadas) presionan conjuntamente para atraernos a sus órbitas. Así que nos vemos en la obligación de ser herejes y devotos a un tiempo...
No sé, bueno, elucubraciones mías.
Un abrazo y ya seguiré comentando.
Esteban
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
9º párrafo
Pues yo no estoy muy de acuerdo en eso que dices que el artista tiene que expresarse de acuerdo a su situación real ni que un cobarde no pueda escribir de valentía, etc...
El artista, creo que moldea la realidad a base de estertores sentimentales, sensoriales, oníricos e incluso a veces, de la realidad o un vestigio de la misma, esa que ven los demás mortales, que no tienen por qué ser ni los auténticos, o sea, los que estén en posesión de la realidad absoluta ni nada de lo dicho tiene por qué sostenerse a lo largo de una obra. En un poema se puede empezar hablando de la valentía del alma y, sin embargo, claudicar ante la cobardía de la sangre. Pero hablando de la misma persona.
Un poeta es un manojo de sensibilidad sin etiquetas ni duración determinada. Lo mismo, pienso, que le ocurre al poema.
Confrontar realidades, sí. Me parece perfecto si eso no llega a viciar la realidad del artista; por la misma razón que confrontar es recomendable, también lo es reafirmar la propia realidad.
Religiosidad y entrega absoluta del poeta, sí, desde luego que sí. El poeta es un obseso de la poesía. Vive por y para la poesía.
Politica de avestruz en relación a la realidad, no, y no, porque eso no me parece cierto. Unos poetas serán como tú dices, mientras que otros poetas habrán de vivir la puñetera realidad que pintan con saña algunos
personajes más o menos reales, hasta convertirse en víctimas del suceso.
Y ni siquiera el suceso puede considerarse una realidad absoluta.
Que los poetas no defienden la realidad puede ser cierto, en tanto la realidad es un micro-cosmos (en cada individuo) donde habitan las razones que la envuelven.
La vida es diferente en cada espacio vital. Y ese espacio es, o debería ser, respetable. Es la realidad de cada uno y no creo que sea trabajo del poeta cambiarla.
Dices que los poetas somos débiles, bueno, puede ser. Nuestro oficio te permite trabajar aunque no seas un hércules cualquiera. Sí, tal vez el poeta trabaje mejor en precario. Pero yo te aseguro que no somos cobardes.
En fin, un abrazo.
________________________________________
Contestación de Esteban Granado.
Quizás, antes de nada, debería haber comentado algo sobre el autor,
para que el lector a quien le fuese desconocido pudiera situarse con mayor comodidad frente a su trabajo.
Gombrowicz suele expresarse de una manera algo... exagerada, sí, con cierta exageración.
Decía que acostumbraba a comportarse como un noble cuando se encontraba entre personas humildes y como un hombre humilde cuando alternaba con la nobleza (para descolocarles). No en vano pertenecía a la aristocracia y su familia poseía en Polonia fincas de más de tres mil hectáreas como si cualquier cosa. A pesar de eso, llegó a la Argentina, como quien dice, con una mano delante y otra detrás, viéndose obligado a sobrevivir de la "caridad" de algunos otros nobles compatriotas suyos, también en el exilio, durante algún tiempo.
Un hombre de su época, algo dado al maximalismo en todas sus proyecciones. De modo que cuando escribe en el segundo párrafo que la poesía le asquea sobremanera hay que tener en cuenta que, al hacerlo, no prescinde en absoluto de su "estilo".
Un abrazo
________________________________________
Contestación de Rafel Calle a Esteban Granado.
Es curiosa la afinidad que tenemos tú y yo, incluso, a la hora de escribir.
Recuerdo que un día, hace muchos poemas, me dijiste que me parecía a ti, que yo te recordaba al Esteban de los albores en la poesía.
No sé qué pensarás ahora, pero creo que en la forma de expresarnos cohabitan muchas similitudes.
Estoy, como es natural, de acuerdo con lo que dices. Creo que tu visión es acertada. Lógica.
Por cierto, ya que hablas de ediciones de libros y esas cosas, te diré que espero que participes en el lío que estamos preparando.
Sinceramente, es un proyecto dificl de llevar a la práctica y por ello existen dos premisas básicas, una que sepas cómo hacerlo, la otra es ilusión por hacerlo.
De la primera respondo yo, puedo y sé hacerlo, aunque admito que es dificil y que no puedo hacerlo solo, sin vuestra ayuda.
La segunda es una cuestión que no depende exclusivamente de mí.
Dependerá en gran medida de la ilusión que nos trasmitamos los unos a los otros.
Un fuerte abrazo, amigo.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
10º párrafo
No sé si los poetas escriben para los poetas, como tú dices, pero es un hecho que los mayores consumidores de poesía son los propios poetas.
Pero, si tenemos en cuenta lo poco que se consume la poesía, en téminos de ventas de libros, otro hecho es que el mercado se circunscribe prácticamente a los que de una forma u otra están interesados en escribir poesía.
Lamentables, muy lamentables tales hechos. Entre otras cosas porque seguir esa línea conduce a la muerte de la poesía. La muerte llega por asfixia, cuando el círculo se ha vuelto lo suficientemente estrecho.
Dices que no pretendes que escribamos para que nos entiendan todos.
Bueno, pero no me negarás que cuanto más claro hablemos, más gente nos entenderá, por tanto, más gente podrá comprar algo que le pueda ser útil.
Utilidad es una palabra que suena muy bien. Yo creo que para ser útil a la gente, lo primero que tenemos que hacer es escribir de una manera que la puedan entender. Otra cosa que parece muy importante es que la poesía sirva para decir algo concreto, en un momento concreto, de una forma bella, acertada y con las palabras justas.
Desde luego es obvio que si alguien quiere decir alguna cosa y está dispuesto a poner en su boca palabras de un poeta, palabras que no son suyas, para que haya una sustitución rediticia, esas palabras habrán de tener un plus que, además de todo lo dicho, tenga un impacto emotivo fuerte.
Dices que no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera. Aquí disiento. Por lo que he comentado más arriba y porque estoy convencido de que un artista se da a enterder cuanto puede y lo mejor que puede. Otra cosa es la habilidad para hacer que sus trabajos lleguen y calen. Los mejores creadores son aquellos que se hacen entender por más gente. O eso creo.
Resumiendo, no entro al trapo en las demás cuestiones que planteas porque tendría que repetir lo que ya he dicho y porque prefiero mostrarte mis soluciones. Que tienes cierta parte de razón, resulta obvio.
Un abrazo.
________________________________________
CONTRA LOS POETAS
POR WITOLD GOMBROWICZ
Sería más delicado por mi parte no turbar uno de los pocos rituales que aún nos quedan. Aunque hemos llegado a dudar de casi todo, seguimos practicando el culto a la Poesía y a los Poetas, y es probablemente la única Deidad que no nos avergonzamos de adorar con gran pompa, con profundas reverencias y con voz altisonante,¡Ah, Shelley! ¡Ah, Stowacki! ¡Ah, la palabra del Poeta, la misión del Poeta y el alma del Poeta! Y, sin embargo, me veo obligado a abalanzarme sobre estas oraciones y, en la medida de mis posibilidades, estropear este ritual en nombre..., sencillamente en nombre de una rabia elemental que despierta en nosotros cualquier error de estilo, cualquier falsedad, cualquier huida de la realidad. Pero ya que emprendo la lucha contra un campo particularmente ensalzado, casi celestial, debo cuidar de no elevarme yo mismo como un globo y de no perder la tierra firme bajo mis pies.
Supongo que la tesis del presente ensayo: que a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado, puede parecer tan atrevida como poco seria. Y sin embargo, yo me planto ante vosotros y declaro que a mí los versos no me gustan en absoluto y hasta me aburren. Me diréis quizá que soy un pobre ignorante. Pero, por otra parte, llevo mucho tiempo trabajando en el arte y su lenguaje no me resulta del todo ajeno. Tampoco podéis utilizar contra mí vuestro argumento preferido afirmando que no poseo sensibilidad poética, porque precisamente la poseo y en gran cantidad, y cuando la poesía se me aparece no en los versos, sino mezclada con otros elementos más prosaicos, por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoyevski o Pascal, o sencillamente con ocasión de una corriente puesta de sol, me pongo a temblar como los demás mortales. ¿Por qué, entonces, me aburre y me cansa ese extracto farmacéutico llamado «poesía pura», sobre todo cuando aparece en forma rimada? ¿Por qué no puedo soportar ese canto monótono, siempre sublime, por qué me adormece ese ritmo y esas rimas, por qué el lenguaje de los poetas se me antoja el menos interesante de todos los lenguajes posibles, por qué esa Belleza me resulta tan poco seductora y por qué no conozco nada peor en cuanto estilo, nada más ridículo, que la manera en que los Poetas hablan de sí mismos y de su Poesía?
Pero yo tal vez estaría dispuesto a reconocer una particular carencia mía en este sentido..., si no fuera por ciertos experimentos..., ciertos experimentos científicos... ¡Qué maldición para el arte, Bacori! Os aconsejo que no intentéis jamás realizar experimentos en el terreno del arte, ya que este campo no lo admite; toda la pomposidad sobre el tema es posible sólo a condición de que nadie sea tan indiscreto como para averiguar hasta qué punto se corresponde con la realidad. Vaya cosas que veríamos si nos pusiéramos a investigar, por ejemplo, hasta qué punto una persona que se embelesa con Bach tiene derecho de embelesarse con Bach, esto es, hasta qué punto es capaz de captar algo de la música de Bach. ¿Acaso no he llegado a dar (pese a que no soy capaz de tocar en el piano ni siquiera «Arroz con leche»), y no sin éxito, dos conciertos? Conciertos que consistían en ponerme a aporrear el instrumento, tras haberme asegurado el aplauso de unos cuantos expertos que estaban al corriente de mi intriga y tras anunciar que iba a tocar música moderna. Qué suerte que aquellos que discurren sobre el arte con el grandilocuente estilo de Valéry no se rebajan a semejantes confrontaciones. Quien aborda nuestra misa estética por este lado podrá descubrir con facilidad que este reino de la aparente madurez constituye justamente el más inmaduro terreno de la humanidad, donde reina el bluff, la mistificación; el esnobismo, la falsedad y la tontería. Y será muy buena gimnasia para nuestra rígida manera de pensar imaginarnos de vez en cuando al mismo Paul Valéry como sacerdote de la Inmadurez, un cura descalzo y con pantalón corto.
He realizado los siguientes experimentos: combinaba frases sueltas o fragmentos de frases, construyendo un poema absurdo, y lo leía ante un grupo de fieles admiradores como una nueva obra del vate, suscitando el arrobamiento general de dichos admiradores; o bien me ponía a interrogarles detalladamente sobre este o aquel poema, pudiendo así constatar que los «admiradores» ni siquiera lo habían leído entero. ¿Cómo es eso? ¿Admirar tanto sin siquiera leerlo hasta el final? ¿Deleitarse tanto con la «precisión matemática» de la palabra poética y no percatarse de que esta precisión está puesta radicalmente patas arriba? ¿Mostrarse tan sabihondos, extenderse tanto sobre estos temas, deleitarse con no sé qué sutilidades y matices, para al mismo tiempo cometer pecados tan graves, tan elementales? Naturalmente, después de cada uno de semejantes experimentos había grandes protestas y enfados, mientras los admiradores juraban y perjuraban que en realidad las cosas no son así..., que no obstante...; pero sus argumentos nada podían contra la dura realidad del Experimento.
Me he encontrado, pues, frente al siguiente dilema: miles de hombres escriben versos; centenares de miles admiran esta poesía; grandes genios se han expresado en verso; desde tiempos inmemorables el Poeta es venerado, y ante toda esta montaña de gloria me éncuentro yo con mi sospecha de que la misa poética se desenvuelve en un vacío total. Ah, si no supiera divertirme con esta situación, estaría seguramente muy aterrorizado. A pesar de esto, mis experimentos han fortalecido mis ánimos, y ya con más valor me he puesto a buscar respuesta a esta cuestión atormentadora: ¿por qué no me gusta la poesía pura? ¿Por qué? ¿No será por las mismas razones por las que no me gusta el azúcar en estado puro? El azúcar sirve para endulzar el café y no para comerlo a cucharadas de un plato como natillas. En la poesía pura, versificada, el exceso cansa: el exceso de palabras poéticas, el exceso de metáforas, el exceso de sublimación, el exceso, por fin, de la condensación y de la depuración de todo elemento antipoético, lo cual hace que los versos se parezcan a un producto químico.
El canto es una forma de expresión muy solemne... Pero he aquí que a lo largo de los siglos el número de cantores se multiplica, y estos cantores al cantar tienen que adoptar la postura de cantor, y esta postura con el tiempo se vuelve cada vez más rígida. Y un cantor excita al otro, uno consolida al otro en su obstinado y frenético canto; en fin, que ya no cantan más para las multitudes, sino que uno canta para el otro; y entre ellos, en una rivalidad constante, en un continuo perfeccionamiento del canto, surge una pirámide cuya cumbre alcanza los cielos y a la que admiramos desde abajo, desde la tierra, levantando las narices hacia arriba. Lo que iba a ser una elevación momentánea de la prosa se ha convertido en el programa, en el sistema, en la profesión, y hoy en día se es Poeta igual que se es ingeniero o médico. El poema nos ha crecido hasta alcanzar un tamaño monstruoso, y ya no lo dominamos nosotros a él, sino él a nosotros. Los poetas se han vuelto esclavos, y podríamos definir al poeta como un ser que no puede expresarse a sí mismo, porque tiene que expresar el Verso.
Y, sin embargo, no puede haber probablemente en el arte cometido más importante que justamente éste: expresarse a sí mismo. Nunca deberíamos perder de vista la verdad que dice que todo estilo, toda postura definida, se forma por eliminación y en el fondo constituye un empobrecimiento. Por tanto, nunca deberíamos permitir que alguna postura redujera demasiado nuestras posibilidades convirtiéndose en una mordaza, y cuando se trata de una postura tan falsa, es más, casi pretenciosa, como la de un «cantor», con más razón deberíamos andarnos con ojo. Pero nosotros, hasta ahora, en lo que al arte se refiere, dedicamos mucho más esfuerzo y tiempo a perfeccionarnos en uno u otro estilo, en una u otra postura, que a mantener ante ellos una autonomía y libertad interiores, y a elaborar una relación adecuada entre nosotros y nuestra postura. Podría parecer que la Forma es para nosotros un valor en sí mismo, independientemente del grado en que nos enriquece o empobrece. Perfeccionamos el arte con pasión, pero no nos preocupamos demasiado por la cuestión de hasta qué punto conserva todavía algún vínculo con nosotros. Cultivamos la poesía sin prestar atención al hecho de que lo bello no necesariamente tiene que «favorecernos». De modo que si queremos que la cultura no pierda todo contacto con el ser humano, debemos interrumpir de vez en cuando nuestra laboriosa creación y comprobar si lo que creamos nos expresa.
Hay dos tipos contrapuestos de humanismo: uno, que podríamos llamar religioso, trata de echar al hombre de rodillas ante la obra de la cultura humana, nos obliga a adorar y a respetar, por ejemplo, la Música o la Poesía, o el Estado, o la Divinidad; pero la otra corriente de nuestro espíritu, más insubordinada, intenta justamente devolverle al hombre su autonomía y su libertad con respecto a estos Dioses y Musas que, al fin y al cabo, son su propia obra. En este último caso, la palabra «arte» se escribe con minúscula. Es indudable que el estilo capaz de abarcar ambas tendencias es más completo, más auténtico y refleja con más exactitud el carácter antinómico de nuestra naturaleza que el estilo que con un extremismo ciego expresa solamente uno de los polos de nuestros sentimientos. Pero, de todos los artistas, los poetas son probablemente los que con más ahínco se postran de hinojos -rezan más que los otros-, son sacerdotes par excellence y ex professio, y la Poesía así planteada se convierte sencillamente en una celebración gratuita. Justamente es esta exclusividad lo que hace que el estilo y la postura de los poetas sean tan drásticamente insuficientes, tan incompletos.
Hablemos un momento más sobre el estilo. Hemos dicho que el artista debe expresarse a sí mismo. Pero, al expresarse a sí mismo, también tiene que cuidar que su manera de hablar esté acorde con su situación real en el mundo, debe expresar no solamente su actitud ante el mundo, sino también la del mundo ante él. Si siendo cobarde, adopto un tono heroico, cometo un error de estilo. Pero si me expreso como si fuera respetado y querido por todo el mundo, mientras en realidad los hombres ni me aprecian ni me tienen simpatía, también cometo un error de estilo. Si, en cambio, queremos tomar conciencia de nuestra verdadera situación en el mundo, no podemos eludir la confrontación con otras realidades diferentes de la nuestra. El hombre formado únicamente en el contacto con hombres que se le parecen, el hombre que es producto exclusivo de su propio ambiente, tendrá un estilo peor y más estrecho que el hombre que ha vivido en ambientes diferentes y ha convivido con gente diversa. Ahora bien, en los poetas irrita no sólo esa religiosidad suya, no compensada por nada, esa entrega absoluta a la Poesía, sino también su política de avestruz en relación con la realidad: porque ellos se defienden de la realidad, no quieren verla ni reconocerla, se abandonan expresamente a un estado de ofuscamiento que no es fuerza, sino debilidad.
¿Es que los poetas no crean para los poetas? ¿Es que no buscan únicamente a sus fieles, es decir, a hombres iguales a ellos? ¿Es que estos versos no son producto exclusivo de un hombre determinado y restringido? ¿Es que no son herméticos? Obviamente, no les reprocho el que sean «difíciles», no pretendo que escriban «de manera comprensible para todos» ni que sean leídos en las casas campesinas pobres. Sería igual a pretender que voluntariamente renunciaran a los valores más esenciales, como la conciencia, la razón, una mayor sensibilidad y un conocimiento más profundo de la vida y del mundo, para bajar a un nivel medio; ¡oh, no, ningún arte que se respete lo aceptaría jamás! Quien es inteligente, sutil, sublime y profundo debe hablar de manera inteligente, sutil y profunda, y quien es refinado debe hablar de un modo refinado, porque la superioridad existe, y no para rebajarse. Por tanto, no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera, lo que sí es malo es que hayan surgido de la convivencia unilateral y restringida de unos mundos y tinos hombres idénticos. Al fin y al cabo, yo mismo soy un autor que defiende obstinadamente su propio nivel, pero al mismo tiempo (lo digo para que no se me eche en cara que practico un género que combato), mis obras ni por un momento se olvidan de que fuera de mi mundillo existen otros mundos. Y si no escribo para el pueblo, no obstante escribo como alguien amenazado por el pueblo o dependiente del pueblo, o creado por el pueblo. Tampoco se me ha pasado nunca por la cabeza adoptar una pose de «artista», de «escritor», de creador maduro y reconocido, sino que ; precisamente represento el papel de candidato a artista, de aquel que sólo desea ser maduro, en una incesante y encarnizada lucha con todo lo que frena mi desarrollo. Y mi arte se ha formado no en contacto con un grupo de gente afín a mí, sino precisamente en relación y en '' contacto con el enemigo.
¿Y los poetas? ¿Acaso puede salvarse el poema de un poeta si cae en manos no de un amigo-poeta, sino de un enemigo, un no-poeta? Como cualquier otra expresión, un poema debería ser concebido y realizado de manera que no deshonrara a su propio creador, ni siquiera en el caso de que no tuviese que gustar a nadie. Más aún, es preciso que los poemas no deshonren al creador ni siquiera en el caso de que a él mismo no le gusten. Porque ningún poeta es exclusivamente poeta, y en cada poeta vive un no-poeta que no canta y a quien no le gusta el canto...; el hombre es algo más vasto que el poeta. El estilo surgido entre los adeptos de una misma religión muere en contacto con la multitud de infieles; es incapaz de defenderse y de luchar; es incapaz de vivir una verdadera vida; es un estilo estrecho.
Permitidme que os muestre la siguiente escena... Imaginémonos que en un grupo de más de diez personas una de ellas se levanta y se pone a cantar. Su canto aburre a la mayoría de los oyentes; pero el cantante no quiere darse cuenta de ello; no, él se comporta como si encantara a todo el mundo; pretende que todos caigan de rodillas ante esa Belleza, exige un reconocimiento incondicional a su papel de Vate; y aunque nadie le da mayor importancia a su canto, él adopta una expresión como si su palabra tuviera un significado decisivo para el mundo; lleno de fe en su Misión Poética lanza anatemas, truena, se agita en un vacío; pero, es más, no quiere reconocer ante la gente ni ante sí mismo que este canto le aburre hasta a él, le atormenta y le irrita, puesto que él no se expresa de una manera desenvuelta, natural ni directa, sino en una forma heredada de otros poetas, una forma que perdió hace tiempo el contacto con la directa sensibilidad humana; y así no sólo canta la Poesía, sino que también se embelesa con la Poesía; siendo Poeta, adora la grandeza y la importancia del Poeta; no sólo pretende que los demás caigan de rodillas ante él, sino que él mismo cae de rodillas ante sí mismo. ¿No podría decirse de ese hombre que ha decidido llevar un peso excesivo sobre sus espaldas? Puesto que no sólo cree en la fuerza de la poesía, sino que se obliga a sí mismo a esta fe, no sólo se ofrece a los demás, sino que los obliga a que reciban este don divino como si fuera una hostia. En un estado espiritual tan hermético, ¿dónde puede surgir una grieta por la cual desde el exterior pudiese penetrar la vida? Y al fin y al cabo no hablamos aquí de un cantor de tercera fila, no, todo esto también se refiere a los poetas más célebres, a los mejores.
Si al menos el poeta supiera tratar su canto como una pasión, o como un rito, si al menos cantara como los que tienen que cantar, aun sabiendo que cantan en el vacío. Si en lugar de un orgulloso «yo, Poeta» fuese capaz de pronunciar estas palabras con vergüenza o con temor... o hasta con repulsión... ¡Pero no! ¡El Poeta tiene que adorar al Poeta!
Esta impotencia ante la realidad caracteriza de manera contundente el estilo y la postura de los poetas. Pero el hombre que huye de la realidad ya no encuentra apoyo en nada..., se convierte en juguete de los elementos. A partir del momento en que los poetas perdieron de vista al ser humano concreto para fijar la mirada en la Poesía abstracta, ya nada pudo frenarlos en la pendiente que conducía directamente al precipicio del absurdo. Todo empezó a crecer espontáneamente. La metáfora, privada de cualquier freno, se desencadenó hasta tal punto que hoy en los versos no hay más que metáforas. El lenguaje se ha vuelto ritual: esas «rosas», esos «ocasos», esas «añoranzas» o esos «dolores», que antaño poseían cierto frescor, a causa de un uso excesivo se han convertido en sonidos vacíos; y esto mismo se refiere a los más modernos «semáforos» y demás «espirales». El estrechamiento del lenguaje va acompañado del estrechamiento del estilo, lo cual ha provocado el que hoy en día los versos no sean más que una docena de «vivencias» consagradas, servidas en insistentes combinaciones de un vocabulario mísero. A medida que el Estrechamiento se iba volviendo cada vez más Estrecho, también la Belleza no frenada por nada se volvía cada vez más Bella, la Profundidad cada vez más Profunda, la Nobleza cada vez más Noble, la Pureza cada vez más Pura. Si por un lado el verso, privado de frenos, se ha hinchado hasta alcanzar las dimensiones de un poema gigantesco (similar a una selva conocida de verdad sólo por unos cuantos exploradores), por otro lado empezó a condensarse reduciéndose a un tamaño ya demasiado sintético y homeopático. Asimismo se empezó a hacer descubrimientos y experimentos con cara de ser los únicos enterados; y, repito, ya nada es capaz de frenar esta aburrida orgía. Porque no se trata aquí de la creación de un hombre pare otro hombre, sino de un rito celebrado ante un altar. Y por cada diez versos, habrá al menos uno dedicado a la adoración del Poder de la Palabra Poética o a la glorificación de la vocación del Poeta.
Convengamos que estos síntomas patológicos no son propios únicamente de los poetas. En la prosa esta postura religiosa también ha hecho grandes estragos, y si tomamos por ejemplo obras como La muerte de Virgilio, de Broch, Ulises o algunas obras de Kafka, experimentamos la misma sensación: que la «eminencia» y la «grandeza» de estas obras se realizan en el vacío, que pertenecen a estos libros que todo el mundo sabe que son grandes..., pero que de algún modo nos resultan lejanos, inaccesibles y fríos..., puesto que fueron escritos de rodillas y con el pensamiento puesto no en el lector, sino en el Arte o en otra abstracción. Esta prosa surgió del mismo espíritu que ilumina a los poetas, e indudablemente, por su esencia, es «prosa poética».
Si dejamos aparte las obras y nos ocupamos de las personas de los poetas y del mundillo que estas personas crean con sus fieles y sus acólitos, nos sentiremos aún más sofocados y aplastados. Los poetas no sólo escriben 'para los poetas, sino que también se alaban mutuamente y mutuamente se rinden honores unos a otros. Este mundo, o mejor dicho, este mundillo, no difiere mucho de otros mundillos especializados y herméticos: los ajedrecistas consideran el ajedrez como la cumbre de la creación humana, tienen sus jerarquías, hablan de Capablanca con el mismo sentimiento religioso que los poetas de Mallarmé, y uno confirma al otro en la convicción de su propia importancia. Pero los ajedrecistas no pretenden tener un papel tan universal, y lo que después de todo se puede perdonar a los ajedrecistas, se vuelve imperdonable en el caso de los poetas. Como consecuencia de semejante aislamiento, todo aquí se hincha, y hasta los poetas mediocres se hinchan de manera apocalíptica, mientras problemas insignificantes cobran una importancia desorbitada. Recordemos, por ejemplo, las tremendas polémicas acerca del tema de las asonancias, y el tono en que se discutía esta cuestión: parecía entonces que el destino de la humanidad dependiera de si era lícito rimar de forma asonante. Es lo que ocurre cuando el espíritu del gremio llega a dominar al espíritu universal.
Otro hecho no menos vergonzoso es la cantidad de poetas. A todos los excesos mencionados más arriba, hay que añadir el exceso de vates. Estas cifras ultrademocráticas hacen explotar desde dentro la orgullosa y aristocrática fortaleza poética; realmente resulta bastante divertido verlos a todos juntos en un congreso: ¡qué multitud de seres más peculiares! Pero ¿es que el arte que se celebra en el vacío no es el terreno ideal para aquellos que justamente no son nadie, cuya personalidad vacía se desahoga encantada en esas formas limitadas? Y lo que ya es verdaderamente ridículo son esas críticas, esos articulillos, aforismos y ensayos que aparecen en la prensa sobre el tema de la poesía. Eso sí que es vanilocuencia, una vanilocuencia pomposa y tan ingenua, tan infantil, que uno no puede creer que hombres que se dedican a escribir no perciban la ridiculez de semejante publicística. Hasta ahora no han comprendido esos estilistas que de la poesía no se puede escribir en tono poético, por lo que sus gacetillas están repletas de semejantes elucubraciones poetizantes. También es muy grande la ridiculez que acompaña los recitales, concursos y manifiestos, pero supongo que no vale la pena extenderse más sobre ello.
Creo haber explicado más o menos por qué la poesía en verso no me seduce. Y por qué los poetas -que se han entregado totalmente a la Poesía y han sometido a esta Institución toda su existencia, olvidándose de la existencia del hombre concreto y cerrando los ojos a la realidad- se encuentran (desde hace siglos) en una situación catastrófica. A pesar de las apariencias de triunfo. A pesar de toda la pompa de esta ceremonia.
Pero aún tengo que refutar cierta acusación.
El simplismo inusitado con que se defienden los poetas (por lo general, hombres nada tontos, aunque ingenuos) cuando se ataca su arte, sólo se puede explicar por una ceguera voluntaria. Muchos de ellos buscan salvarse argumentando que escriben versos por placer, como si todo su comportamiento no desmintiese semejante afirmación. Los hay que sostienen con toda seriedad que escriben para el pueblo y que sus rebuscados jeroglíficos constituyen el alimento espiritual de las almas sencillas. No obstante, todos creen con firmeza en la resonancia social de la poesía, y desde luego les será difícil comprender cómo se les puede atacar desde este lado. Dirán: –¡Cómo! ¿Acaso puede usted dudar? ¿Es que no ve usted las multitudes que asisten a nuestros recitales? ¿La cantidad de ediciones que consiguen nuestros volúmenes? ¿Los estudios, los artículos, las disertaciones publicados sobre nosotros? ¿La admiración que rodea a los poetas famosos? Es usted precisamente quien no quiere ver las cosas como son...
¿Qué les contestaré? Que todo esto no son más que ilusiones. Es cierto que a los recitales van multitudes, pero también es cierto que incluso un oyente muy culto no es capaz en absoluto de comprender un poema declamado en un recital. Cuántas veces he asistido a estas aburridas sesiones, en que se recitaba un poema tras otro, cuando cada uno de ellos tendría que ser leído con la máxima atención al menos tres veces para poder descifrar por encima su contenido. En cuanto a las ediciones, sabemos que se compran miles de libros para no ser leídos jamás. Sobre la poesía escriben, como ya hemos dicho, los poetas. ¿Y la admiración? ¿Es que los caballos en las carreras no despiertan todavía más interés? Pero ¿qué tiene que ver la afición deportiva con que asistamos a toda clase de rivalidades y todas las ambiciones -nacionales u otras- que acompañan a estas carreras, qué tiene que ver todo esto con una auténtica emoción artística? Sin embargo, semejante respuesta, aunque justa, no sería suficiente. El problema de nuestra convivencia con el arte es mucho más profundo y difícil. Y es indudable, al menos a mi parecer, que si queremos entender algo de él, debemos romper totalmente con esta idea demasiado fácil de que «el arte nos encanta» y que «nos deleitamos con el arte». No el arte nos encanta sólo hasta cierto punto, mientras que los placeres que nos proporciona son más bien dudosos... Y ¿acaso puede ser de otra manera, si la convivencia con el gran arte es una convivencia con hombres maduros, de horizontes más vastos y sentimientos más fuertes? No nos deleitamos, más bien tratamos de deleitarnos..., y no comprendemos..., sino que tratamos de comprender...
Qué superficial es el pensamiento para el cual este fenómeno complicado se reduce a una simple fórmula: el arte encanta porque es bello.
–Oh, hay tantos esnobs..., pero yo no soy un esnob, yo reconozco con franqueza cuando algo' no me gusta –dice esta ingenuidad y le parece que con esto todo queda arreglado.
Sin embargo, podemos percibir aquí claramente unos factores que no tienen nada que ver con la estética. ¿Pensáis que si en la escuela no nos hubiesen obligado a extasiarnos con el arte, tendríamos por él, más tarde, tanta admiración, una admiración que nos viene dada? ¿Creéis que si toda nuestra organización cultural no nos impusiera el arte, nos interesaríamos tanto por él? ¿No será nuestra necesidad de mito, de adoración, lo que se desahoga en esta admiración nuestra, y no será que al adorar a los superiores, nos ensalzamos a nosotros mismos? Pero ante todo, estos sentimientos de admiración y de éxtasis, ¿surgen «de nosotros» o «entre nosotros»? Si en un concierto estalla una salva de aplausos, eso no quiere decir en absoluto que cada uno de los que aplauden esté entusiasmado. Un tímido aplauso provoca otro, se excitan mutuamente, hasta que por fin se crea una situación en que cada uno tiene que adaptarse interiormente a esta locura colectiva. Todos «se comportan» como si estuvieran entusiasmados, aunque «verdaderamente» nadie está entusiasmado, al menos no hasta tal punto.
Sería, pues, un error, una ingenuidad lastimosa, pretender que la poesía, o cualquier otro arte, fuera, sencillamente, fuente de placer humano. Y si desde este punto de vista observamos el mundo de los poetas y de sus admiradores, entonces todos sus absurdos y ridiculeces parecerán justificados: pues al parecer tiene que ser así, y está acorde con el orden natural de las cosas, que el arte, igual que el entusiasmo que despierta, sea más bien producto del espíritu colectivo que no una reacción espontánea del individuo.
Y, sin embargo, no. Sin embargo, tampoco este planteamiento logrará salvar a los poetas, ni proporcionar los colores de la vida y de la realidad a su poesía. Porque si la realidad es precisamente así, ellos no se dan cuenta. Para ellos todo sucede de una manera simple: el cantante canta, y el oyente, entusiasmado, escucha. Está claro que si fuesen capaces de reconocer estas verdades y sacar de ellas todas sus consecuencias, tendría que cambiar radicalmente su misma actitud hacia el canto. Pero podéis estar tranquilos: jamás nada cambiará entre los poetas. Y no os hagáis ilusiones de que ante estas fuerzas colectivas que nos falsean nuestra percepción individual muestren una voluntad de resistencia al menos para que el arte no sea una ficción y una ceremonia, sino una verdadera coexistencia del hombre con el hombre. ¡No, estos monjes prefieren postrarse!
¿Monjes? Eso no quiere decir que yo sea adversario de Dios o de sus numerosas órdenes religiosas. Pero incluso la religión muere desde el momento en que se convierte en un rito. Realmente, sacrificamos con demasiada facilidad en estos altares la autenticidad y la importancia de nuestra existencia.
Texto extraído del ANEXO del Diario 1.
.................................................................
Contestación de Rafel Calle.
Del 1º al 4º párrafo.
¿Para qué sirve la poesía?
No lo sé.
Unos dicen que no sirve para nada; otros dicen que se emplea con buenos resultados cuando se trata de decir algo importante, encontrando en la concreción poética la forma apropiada para decirlo.
Entre los que escriben poesía, unos afirman que es el cenit de la expresión escrita, una manera de decir las cosas sublime.
Veamos lo que dicen otros consagrados: Pessoa, fingir para no ser visto; Walcott, un collage de palabras vacías; Reverdy, la ausencia; Ungaretti, literatura errática; Montale, poesía no existe; Seferis, dureza inerte.
Yo no creo que el poeta tenga misiones especiales. No creo que el poeta haya de tener un alma especial. Ni siquiera creo que el poeta sea un ser diferente al resto de los mortales que pretenden crear alguna cosa.
Afirmar que a casi nadie le gustan los versos no creo que se ajuste a la realidad. Yo pienso todo lo contrario, los versos son una forma sensacional de llegar precisamente a las personas que tendrían muchas dificultades para entender un texto en prosa, un tocho. Lo único que necesitan los versos es claridad meridiana, o sea, genialidad, para que gusten a la mayoría de mortales.
Decir que el mundo de la poesía, en verso, es siempre ficticio y falseado, me parece una gran inexactitud. Ocurre lo mismo en cualquier otra faceta del arte, unas veces es imaginario y otras veces es el resultado de una vivencia.
Hablar de la poesía de Shakespeare refiriéndose a los elementos más prosaicos de sus dramas en contraposición a sus sonetos, me parece una enorme injusticia, salvo en el caso de Macbeth.
Exactamente, una puesta de sol que te hace temblar: la capacidad de expresar el sentimiento puntual que te produce la puesta de sol, en un trozo de papel, utilizando letras, que conviertes en palabras y luego en versos entendibles, con una cadencia determinada, que iluminan la mente del lector porque le recuerdan ese suceso sin necesidad de estar presente, rememorándolo.
Supongo que la poesía es la forma más antigua de la fotografía.
Digo así, que el poeta es un fotógrafo que no necesita de cámaras.
Quizá el ser humano tenga la capacidad innata de comprender, simplemente, sintiendo.
Imagen, sin máquinas para crearla.
La mente, o el alma, es lo suficientemente completa como para ver desde la imaginación.
Opino que se debe experimentar con el arte hasta la saciedad. En todo y por todo.
Hablando de Bach, no creo que se tenga que saber de música para te lleguen a gustar sus composiciones.
Algo parecido ocurre con, por ejemplo, los Beatles. Escuchamos Hey Yude y nos parece una pieza magnífica, una de las mejores melodías de la historia y, sin embargo, no sabemos ni una palabra de inglés.
Pero no ocurre lo mismo con todas las canciones de los Beatles.
Yo creo que se debe a que cuando el arte es bueno llega y llega a pesar de todos los pesares. Solo hace falta que el humano tenga un mínimo de capacidad receptiva.
En cambio, cuando el resultado del artista es, digamos, menos afortunado, la capacidad necesaria para que llegue a penetrar la obra, será directamente proporcional a la falta de calidad de la misma.
Por eso pienso que el arte cuando es bueno, es para la mayoría.
Solo hace falta enseñar cómo se ama el arte a esa mayoría.
En cuanto a engañar al personal componiendo versos sin ton ni son, me parece del todo inaceptable porque eso nos lleva, directamente, a embadurnar al surrealismo, por un lado, y, a la alegoría dificil, por otra parte, de un halo superficial y mentiroso.
Yo creo que cuando un verso no se puede entender es porque el autor no se atreve a decirlo claramente, o porque no sabe decirlo con más claridad. En ambos casos existe una clarísima incapacidad.
Por ejemplo, Lorca utilizaba metáforas difíciles cuando quería hablar sobre su homosexualidad, porque eso estaba prohibido; incapacidad pues, para poder expresarse libremente, que el autor subsana a base de talento metafórico, que no es lo mismo que surrealismo porque mientras la metáfora se puede analizar, la fantasía -que es lo que predomina en la poesía surrealista- es imposible de analizar; ni el mismo autor sabe el porqué.
Pienso que cualquier coyuntura que incapacite al autor autoriza a éste a ser surrealista, o sea, incomprensible.
Aunque los genios no necesitan ser incomprensibles para decir, cuando está prohibido decir. Dicen sin llegar a transgredir la norma y, sin embargo, se les entiende todo.
He llegado hasta el cuarto párrafo, donde acaba hablando de la cruda realidad de su experimento.
Otro día seguiré.
Un abrazo, Esteban y gracias por colgar tan interesante y polémico trabajo.
________________________________________
Contestación de Rafel calle.
5º párrafo.
Ahora empezamos a entendernos, aunque sea a base de contradicciones (quién no cae en la contradicción yo, desde luego, sí). Primero leo que los versos no gustan a nadie y ahora resulta que los poetas son venerados desde tiempos inmemoriales. Bueno, de acuerdo, eso no puede ser malo.
Yo también tengo varios dilemas, miles de hombres escriben prosa, pintan cuadros, esculpen figuras, etc., y sin embargo a mí me gustan muy pocos.
¿No crees que resulta lógico que no te gusten los poemas rimados, teniendo en cuenta que escribir un buen poema rimado es una obra de arte al alcance de muy pocos?
La rima cercena, sin compasión, las posibilidades tanto las creativas, cuanto las expresivas.
Sinceramente, cada día encuentro más dificultades para hallar rasgos de calidad en un poema y si es un poema rimado la cosa empeora mucho.
La mayoría de trabajos rimados, efectivamente te doy la razón, acaban por ser una vuelta más a la atormentada lírica de siempre.
En este momento pienso que faltan talentos poéticos, voces que sean capaces de acabar con el larguísimo letargo que está viviendo la poesía, tanto la pura como la ''impura''.
Además pienso que no has estudiado en profundidad los distintos cauces poéticos porque, de hacerlo, te hubieras dado cuenta de que ni está todo dicho ni las formas de decirlo están agotadas.
Uno de los problemas que creo que procuran ese letargo son las opiniones ligeras y que conste que no estoy censurando la tuya, sino esas opiniones que descalifican sin el menor rubor la poesia pura, cuando luego te das cuenta de que confunden un alejandrino con un higo chumbo.
Me hubiera gustado decirte esas cosas, cuando aún eras carne de duda, ahora supongo que solo quedará de ti la duda.
Todas esas cosas que dices que cansan en la poesía pura, resulta que cansarían en cualquier otra forma de expresión. Esas cosas son cosas lícitas, precisamente, porque el arte está abierto para que cualquiera pueda demostrarse que no es artista. Otra cuestión es que el sujeto lo quiera reconocer.
En fin, intentaré comentar cada día un párrafo de ese magno trabajo tuyo.
Y gracias a Esteban, otra vez.
Un abrazo.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
6º párrafo
Lo primero que nos tendríamos que preguntar es si eso que dices no ocurre en todas las facetas del arte. O sea, que siempre hay lo que tú llamas un ''cantor'' (poeta que escribe versos rimados) que señala el estilo, ese tipo que procura la necesaria evolución.
Yo diría que eso, además de inevitable, no es malo. Cuando surge un fenómeno, el ámbito que éste ocupa sube su nivel, tanto en la cantidad como en la calidad. Lo que pasa es que hace mucho tiempo que no surge ningún ''cantor''', con suficiente poderío, para romper las arcaicas normas de la poesía pura o de cualquier otra. Le damos vueltas a la rima, a la métrica, pero no avanzamos nada. Bueno, sí, avanzamos hacia el verso libre, con plena libertad para hacer cuanto le venga en gana, aunque lo que haga no tenga ni ton ni son, que es el primer paso para acabar de disipar a la poesía, en favor de tu amada prosa.
Estoy de acuerdo en lo que dices de la rivalidad entre poetas, en su encarnizada lucha por superar al colega.
También estoy de acuerdo en que el poeta busca, desesperadamente, el Verso.
Y sí, me he dado cuenta que la poesía cierra filas y, cada día más, en torno a los propios poetas.
Por tanto, creo llegada la hora de romper filas y me voy a explicar.
Podemos pensar que el arte, en este caso la poesía, es un producto divino que no está hecho para todos los mortales. Podemos llegar a la conclusión que los poetas están por encima del ciudadano de a pie, que la poesía es algo para gente muy culta, exclusivamente.
Y claro, esas conclusiones nos llevarán de cabeza al lugar que en este momento ocupa la poesía, un lugar muy alejado de las lecturas de la mayoría de personas que, sin embargo, cada día leen más.
La disyuntiva es clara, hay que bajar la poesía a los suelos terrenales, al asfalto negruzco de los transeúntes, por dar de beber al sediento ciudadano un poco de líquido que le sea por lo menos reconocible.
El agua sería la mejor bebida para la sed, agua clara y cristalina, sobre todo, para la sed del alma.
Los brebajes muy sofisticados, son propios de la gente complicada, esa que está lejos del genio cotidiano.
Y ahí te doy la razón, deberíamos buscarnos, a buscar en nosotros me refiero.
Hasta el próximo párrafo.
Un abrazo.
________________________________________
Contestación de Ignacio Bellido.
ESteban: perdona mi ignorancia,pero no puedo abarcar a todos los poetas del mundo.
¿Podrías dejar una breve reseña bio-bibliográfica del autor de este escrito?
En principio me parece sumanente interesante,y lo voy leyendo y meditando
con el rigor que puedo.
Pero al tratarse de un texto de poética,siempre es importante saber algo de su autor.
Mil perdones por mi ignorancia,y te felicito por haber traido aquí este artículo.
Un cordial saludo.
Ignacio Bellido
________________________________________
Contestación de Ignacio Bellido.
Perdona Esteban,encontré esto por Google y aquí lo dejo por si es de interés.Ya me documenté sobre el poeta.Perdona mi pedido y gracias.
Un cordial saludo
Ignacio Bellido
GROMBROWICZ, Witold; Diario (1953-1969), Seix Barral, Barcelona 2005, 861 pp.
Carlos Ortiz de Landázuri
Witold Gombrowicz (1904-1969) escribió su Diario en su época de emigrante polaco en Argentina en el inicio de la segunda guerra mundial, antes de la posterior llegada del comunismo a su país y una vez publicado Ferdydurke (1937). Allí permaneció hasta su vuelta a Francia en 1965 para recibir el premio Goncourt y más tarde morir. No se trata de un diario de memorias al uso, sino que su pretensión fue describir la paulatina construcción de una teoría literaria a partir de dos artificios básicos: a) el artificio primitivo de crear un mundo literario alternativo mediante la modificación de alguno de sus elementos habituales del mundo cotidiano, como ahora sucede con la metáfora de la montura (fingida) del caballo por parte de Sergio (p. 158) y en general con la simbología de Cosmos (1965); y b) el artificio meramente complementario que permite concebir aquel mundo alternativo como un verdadero reflejo de la realidad cotidiana más auténtica, para transformarla y hacer sus veces, dando lugar a la ilusión (ficticia, pero inquietante) de un refulgir sustitutivo, como ahora sucede en la metáfora de los dos gemelos indiscernibles, aunque diferentes (p. 145), con los posibles desdoblamientos meramente aparentes del propio yo (p. 170), o con el mundo irreconciliable de la mujer respecto del hombre (p. 180), como el mismo ejemplifica a través del título de su obra cumbre Trans-Atlántico (1952), aunque sin poder alcanzar ya la fuerza y la inmediatez del primer artificio más primitivo.
Evidentemente la jerarquización de ambos artificios exige adoptar una actitud fabuladora, un estilo y un nivel de reflexión adecuado, ya que al menos en su caso el segundo artificio se debe supeditar en todo momento al primero. Además la fabulación literaria, siempre incompleta e inacabada, genera diversas relaciones bipolares, según se otorgue un predominio vital a uno u otro artificio narrativo, a saber: la contraposición entre el primitivismo y el clasicismo, entre la juventud y la madurez, entre el sexo o la homosexualidad y el matrimonio, entre la literatura polaca y la europea, entre lo local y lo global. En su caso la narrativa literaria otorga una prioridad a los artificios instintivos capaces de dotar de realidad a los valores más vitales, como ahora ocurre con el primitivismo, la juventud o la homosexualidad. Pero en otros casos la teoría literaria se remite a un presunto mundo de valores creado por nosotros mismos, en virtud de un compromiso por parte del propio narrador, como en su época fue habitual en los distintos tipos de existencialismo humanista y marxista. Sin embargo ahora esta narrativa se considera inauténtica o desvitalizada por otorgar una prioridad a aquellos otros artificios complementarios más sofisticados que, como sucede con el refulgir de una ilusión, se afirman como si fueran realmente autosuficientes cuando de hecho siempre tienen un carácter incompleto e inacabado. Se defiende así un existencialismo vitalista que se declara contrario a la defensa comprometida de ningún valor ("nunca de nada demasiado"), salvo que afecte de un modo directo a los dos únicos principios de la realidad literaria, como ahora sucede con la lucha por la vida o a la realización de la propia sexualidad.
En su opinión, el permanente diálogo con el público hace posible que el talento creador incremente ilimitadamente las virtualidades narrativas de estos artificios, tratando de reflejar las innumerables manifestaciones de la vitalidad humana, sin poder agotar en ningún caso sus posibilidades internas de desarrollo. Según Gombrowicz, el contexto vital es un condicionante extraliterario de las virtualidades narrativas de estos artificios, pero en ningún caso se debe minusvalorar la autonomía fabuladora de la subjetividad creativa del propio narrador, como pretendía el determinismo social de la crítica literaria marxista. Más bien el narrador es un "yo" capaz a su vez de desdoblarse en otros tantos "yos" (ficticios) y de apreciar las virtualidades narrativas de su propio talento fabulador en virtud de las reacciones que provoca en sus lectores potenciales. Las ficciones narrativas incrementan así el posible conocimiento indirecto que el narrador tiene de sí mismo, como si se tratase de un personaje más capaz de interactuar en la construcción de un mundo literario cada vez más complejo. Se mantiene a este respecto una polémica soterrada con diversos críticos literarios polacos marxistas que tacharon sus innovaciones literarias de excentricidades, cuando sólo se trataba de encontrar un nuevo punto de equilibrio mejor entre la tradición literaria polaca y la europea o americana, representada a su vez por Pirandelo, Sartre, Sabato, Borges, Thomas Mann, Shakespeare o Cervantes.
Diario localiza a este respecto la génesis autobiográfica de las tesis principales de su teoría literaria, aunque la adscripción sea con frecuencia sea rememorativa, a saber: 1) 1953 describe las dificultades iniciales de un escritor exiliado para hacerse comprender a través de una teoría literaria aparentemente extraña, tanto para la crítica como para su propio público; 2) 1954 analiza el influjo de las reacciones del público polaco en el lento descubrimiento de las nuevas virtualidades interactivas atribuidas a estos dos nuevos artificios narrativos de la producción literaria; 3) 1955 se retrotrae a la ruptura que supuso la adaptación inicial tan brusca al modo de vida argentino, especialmente a la juventud, al primitivismo, a la espontaneidad y en su caso también a la homosexualidad. Pero a pesar de este choque inicial, este modo de vida se acabó imponiendo al estilo más maduro pero decadente de la literatura polaca, como se hizo manifiesto en la traducción al castellano entonces de Ferdydurke (1937) o en la posterior preparación de Matrimonio (1948); 4) 1956 describe el paso a la madurez de un escritor de reconocido prestigio que aborda el problema de Dios desde una perspectiva existencialista en polémica a su vez tanto con el marxismo europeo en general como con el modo polaco tan decadente y desvitalizado de abordar este tipo de cuestiones; 5) 1957-1961 justifica el carácter transgresor de su narrativa literaria frente a las críticas recibidas por parte de sus lectores fundamentalmente polacos, aplicándolo a los temas más diversos: las diversas especialidades artísticas, la democracia, la homosexualidad, el matrimonio, el catolicismo, el nacionalismo, siguiendo el principio "nunca demasiado". De todos modos su espíritu transgresor no conoce límite y le lleva a una defensa lo más provocativa posible de los valores vitales más recónditos, como ahora ocurre en la obra más importante de esta época, Pornografía (1960); 6) 1961-1969 narra la última época en la que decide volver a París, donde recibirá el reconocimiento que hasta entonces se le había negado. Fue entonces cuando tomó como motivación básica de la narrativa literaria la autodestrucción de la inautenticidad, del convencionalismo, de la (falsa) popularidad mercantil, así como la defensa de los valores contrarios, a saber: la autenticidad, la juventud, el primitivismo, el vitalismo, la sexualidad, como ahora se pone de manifiesto en su última gran obra, Cosmos (1965).
Para concluir una reflexión crítica. Sin duda la interacción entre el narrador, el público y los artificios narrativos, constituye una parte esencial del proceso de creación literaria. De todos modos Gombrowicz parece hacer de este Diario el punto de partida de una teoría literaria general que debería ser extrapolable en la valoración de otro tipo de narrativas distintas a la suya. A este respecto se hace gala de una intuición genial a la hora de caracterizar la narrativa propia y ajena, aunque cabe cuestionar: ¿La forma literaria de un diario es un método verdaderamente apropiado para caracterizar la autenticidad o inautenticidad, la veracidad o falsedad de un determinado estilo literario? ¿No hubiera sido más útil seguir un método de estudio más sistemático, sin dejar reducida la aparición de estas categorías básicas de la teoría literaria a la narración de una vivencia personal? Es indudable que el Diario corre el peligro de hacer de un estilo de vida muy discutible el paradigma de toda teoría literaria. De todos modos este Diario analiza las múltiples bipolaridades que genera esta doble perspectiva privada y pública de la creatividad artística, reflexionando a su vez sobre el impacto que la actitud del narrador y de los artificios usados ejercen en el desarrollo del propio estilo literario. Quizá sea un procedimiento poco ortodoxo desde un punto de vista sistemático, aunque tiene una virtud. Se trata de convertir la teoría literaria en objeto de una narración, sin atribuir al contexto social lo que ha sido fruto del propio talento creador.
Texto de: Carlos Ortiz de Landázuri.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
7º párrafo
De acuerdo en lo que dices, pero yo te pregunto ¿puede haber otra forma de expresar en el arte que no sea expresarte a ti mismo?
Precisamente pienso que las obras fallidas son aquellas en que la simbiosis creador-obra no ha sido posible alcanzar. Más o menos una obra impersonal.
Es evidente eso que dices, el estilo constituye en sí mismo un empobrecimiento. Así tenemos un empobrecimiento necesario que, en tanto procure la necesaria diversidad,o sea, que ese empobrecimiento se produzca en cada uno de nosotros, redundará en un enriquecimiento, donde la suma de estilos constituiría la riqueza del universo poético.
Hablas de postura falsa, la del ''cantor'', ese poeta que escribe versos rimados. Bueno, pero es que tú no le das la suficiente importancia a la rima. Crees que es un mero aspecto estilístico en la obra y aunque eso también, la rima es muy importante en el ritmo de un poema y es dificilísima de ensamblar en el contexto, porque como es lógico condiciona todo el significado. Ahí te quiero ver.
Opino que la habilidad para conducir las posibilidades metafóricas, que por mor de la dichosa rima se verán limitadas, ésa habilidad, digo, es crucial en el verso rimado y es una habilidad con la que se nace o, de lo contrario, se carecerá de ella, por mucho estilo, mucha cultura, mucha técnica y muchas gaitas que pueda tener el artista.
El verso rimado es muchísimo más dificil de conseguir que cualquier otra forma de verso. Y no me refiero a los ripios, sino al verso rimado que es otra cosa, muy diferente.
La rima es absolutamente ineludible en la mayoría de poemas, lo que pasa es que muchos autores trabajan la rima en el interior del verso, porque no consideran necesario ceñirse a la musicalidad extrema que conforman los sonidos iguales, o similares, en el axis rítmico de la estrofa. Y yo estoy muy de acuerdo con eso.
No te doy la culpa a ti, de todas esas afirmaciones tuyas sobre la poesía, la culpa se la doy a los poetas. Porque no nos aclaramos.
Más allá de que busquemos el Verso, que me parece bien, hay una predisposición a exhibirse que me parece nefasta para la propia poesía.
En realidad y ahora hablo por mí, existe una cosa que se llama miedo, miedo cuando empiezas a escribir, miedo de no estar a la altura, miedo de no saber si tus versos tienen contenido útil y, sobre todo, miedo a que los demás te conozcan ''por tu obra''; miedo a todo.
En cuanto a lo que dices que debemos hacer los poetas, pues qué quieres que te diga, tú mismo un poco más arriba decías que no se pueden poner trabas a la creación. ¿Qué te parece si dejamos a cada autor que elija por sí mismo la trabas con las que quiere crear?
Hasta el próximo.
Un abrazo.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
8º párrafo.
De acuerdo, supongamos que el ideal de poeta se encuentra en la medida justa de los dos tipos de humanismo que dices. La mitad del dios casada con la mitad del hombre. Pero es que a mí me importan relativamente esas cosas, porque al fin y al cabo quien escribe es la parte arcana del yo, ora patética, ora vertebrada en hermosa claridad y siempre a expensas del otro yo, el que atesora la espontaneidad del talento.
Acaso sabes tú, ¿cómo se llama nuestro amigo el duende del arte?
Es lo mismo que dices de la insuficiencia, obviamente, cuando un autor es suficientemente completo el resultado de su obra será a todas luces intocable, tanto por exceso como por defecto.
Un problema enorne a la hora de valorar la poesía es que te encuentras con muchos trabajos, como dices tú, ''insuficientes''.
Eso podría deberse a que personas que tratan de escribir poesía las hay a miles, sin embargo, gente que intente escribir, por ejemplo, una novela hay más bien poca.
Un verso bueno es patrimonio de la humanidad, porque cualquier mortal puede escribirlo, pero ello no tiene por qué significar que la persona que lo haya escrito sea realmente un poeta.
El poeta deberá escribir muchos versos buenos construyendo con ellos poemas que digan cosas, o sea, poemas ''suficientes''.
Y no quiere decir que en la obra de un poeta todos los versos tengan que ser de gran calidad, porque eso es altamente improbable. Aunque sí que creo que es un deber del poeta escribir diciendo cosas con sentido, cosas que pueda asimilar la gente corriente, con sus problemas, emociones, sentimientos, etc...Cosas que para decirlas desde el alma, como en una celebración, se deba acudir necesariamente a la poesía. Más allá del poema de amor, etc... que también, pero no, solamente, eso.
Resumiendo, estoy totalmente de acuerdo contigo en que el gran problema de la poesía es que la mayor parte de las veces el contenido del poema resulta insuficiente.
Un abrazo.
........................................................................
Contestación de Esteban Granado a Ignacio Bellido.
Gracias por traer esa pequeña reseña sobre Gombrowicz.
Leí "Ferdydurke" hace unos años y quedé muy impresionado, tanto que puedo decir que es una de las mejores "novelas" que he leído en mi vida. Luego me atreví con el "Dario (1953-1969)", que aunque es un tocho de unas mil páginas o así y a menudo se extiende en consideraciones acerca de la literatra polaca, de la que no tengo apenas referencias, resulta también enormemente interesante, ya que, en efecto, el autor introduce en él toda una teoría literaria, así como una teoría de la crítica y un montón de consejos aprovechables para los que estamos embarcados en esta aventura de escribir, algunos de los cuales están recogidos en el breve ensayo que he traído, "Contra Los Poetas".
Gracias de nuevo y un abrazo.
.................................................................
Contestación de Esteban Granado a Rafel Calle.
Amigo Rafael:
Observo, con agrado, que la lectura del pequeño ensayo de Gombrowicz ha conseguido pulsar tus fibras sensibles. El asunto no es baladí, ya que aquí se está cuestionando nada menos que la utilidad de la poesía, su pertinencia, su razón de ser en el universo literario. Como aclaración previa, te diré, ya que parece que te diriges a mí en tus respuestas, que no estoy totalmente de acuerdo con el autor, y que matizaría muchas de sus afirmaciones, aunque reconozco no, digamos, "negarle la mayor".
Básicamente, en mi opinión, Gombrowicz plantea lo siguiente: los árboles no nos dejan ver el bosque. El árbol de la Poesía, con mayúscula, nos impide expresar nuestra individualidad de forma satisfactoria. Esto tiene sentido. En poesía la forma y el contenido son casi inseparables, y el peso de la tradición es tan grande, nos señala tan nítidamente el camino a seguir, que es prácticamente imposible sustraerse de modo eficaz a su influencia. La forma queda ferozmente condicionada y condiciona a su vez el contenido. En resumen, que nuestra verdad pone al fin más cuidado en acercarse a la que se supone "la verdad" que en descifrarse a sí misma. Es necesaria mucha "personalidad" para siquiera sacar la cabeza entre la multitud de los que nos preceden. En este sentido, concuerdo también con Grombrowicz cuando habla de lo ridículo y contraproducente que resulta el venerar y rendir culto a las grandes figuras. Mi desacuerdo reside, mayormente, en el asunto de "lo inefable", por el que pasa de puntillas o al que ignora olímpicamente. O sea, que las afirmaciones de Gombrowicz me parecen válidas, en cualquier caso, pero las niego carácter universal y definitivo.
Continuaré en otro momento.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo,
Esteban.
________________________________________
Comentario de Paco Caro.
Gracias Esteban. Gracias Rafel.
He disfrutado. Disfruto. El polaco no está exento de razón. Rafel habla por todos.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
Mi querido amigo, Esteban, el ensayo en cuestión lo veo magistral.
El maestro Gombrowicz, al que también me dirijo en las respuestas, como en una conversación, evidentemente imaginaria a tres bandas (él, tú y yo), me ha clavado la puya hasta el fondo porque conoce el mundo de los poetas a la perfección.
Increiblemente acertado, el insigne polaco desgrana las miserias del bardo, con precisión cirujana.
Estoy, como tú, en muchas cosas de acuerdo con su teoría. Pero, como dice nuestro amigo Paco Caro, no puedo darle toda la razón, porque pertenezco a los que sienten sus palabras percutiendo salvajemente en la frontera del yo poético. Defiendo a los poetas.
Aunque, ahora que no me oye Gombrowicz, te diré que
deberíamos hacerle caso en muchas cosas de las que dice, amigo mío, deberíamos; por el bien de la poesía, por todos nosotros.
Es lo que pienso, ahora.
Un auténtico placer comentar el trabajo que has colgado, lo considero muy oportuno y además creo que nos puede ser muy útil.
Me gustaría saber tu opinión sobre algunos puntos del ensayo, por ejemplo, de la insuficiencia del poeta, refiriéndome a la concreción de la idea en el poema, a lo pobre de la mayoría de textos poéticos (inacabados), porque la parte técnica, de la que también habría mucho que hablar, creo que será mejor dejarla para otra ocasión, dado que no parece que fuera la especialidad de Gombrowicz.
Un fuerte abrazo.
______________________________________
Contestación de Esteban Granado.
El problema de la insuficiencia, querido Rafael, puede conducirnos a un callejón sin salida.
El poeta debe podar su obra antes de presentarla al público, y ha de podarlo de todos los que podríamos considerar "elementos antipoéticos", de esa manera, está restringiendo en cierta medida su ámbito de actuación con relación a la prosa, que abarca el espectro de la creación de forma más global. A veces uno encuentra textos en prosa que son, en realidad, una suma de formas y contenidos poéticos (por ponerte un ejemplo inmediato y de relativa actualidad, la novela "Las correcciones", publicada en 2001 por Jonathan Franzen, que a mí me impresionó mucho y muy favorablemente en este sentido).
El ser humano no nace poeta, aprende a serlo. Uno puede venir al mundo con mayor sensibilidad, o con mayor facilidad para un determinado tipo de abstracción relacionada con la palabra, pero la forma en que habrá de hacer tangibles esos dones, si ese es su deseo mediante la creación poética, le viene dada. Entonces, al poeta le es necesario evolucionar y luchar denodadamente contra los que, en el curso de ese proceso imprescindible, van a intentar que se amolde a los cánones preexistentes (jurados de premios literarios, otros poetas, lectores... y aquí entramos de lleno en la problemática de los certámenes y concusos y, en general, a la de la publicación de la obra).
Por tanto, el camino del poeta es largo y, en buena medida, tortuoso. Por una parte debemos hallar nuestra propia voz y por otra debemos también integrarnos en el sistema, entrar en el engranaje del mundo literario, en el que todas las demás voces (ya autorizadas) presionan conjuntamente para atraernos a sus órbitas. Así que nos vemos en la obligación de ser herejes y devotos a un tiempo...
No sé, bueno, elucubraciones mías.
Un abrazo y ya seguiré comentando.
Esteban
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
9º párrafo
Pues yo no estoy muy de acuerdo en eso que dices que el artista tiene que expresarse de acuerdo a su situación real ni que un cobarde no pueda escribir de valentía, etc...
El artista, creo que moldea la realidad a base de estertores sentimentales, sensoriales, oníricos e incluso a veces, de la realidad o un vestigio de la misma, esa que ven los demás mortales, que no tienen por qué ser ni los auténticos, o sea, los que estén en posesión de la realidad absoluta ni nada de lo dicho tiene por qué sostenerse a lo largo de una obra. En un poema se puede empezar hablando de la valentía del alma y, sin embargo, claudicar ante la cobardía de la sangre. Pero hablando de la misma persona.
Un poeta es un manojo de sensibilidad sin etiquetas ni duración determinada. Lo mismo, pienso, que le ocurre al poema.
Confrontar realidades, sí. Me parece perfecto si eso no llega a viciar la realidad del artista; por la misma razón que confrontar es recomendable, también lo es reafirmar la propia realidad.
Religiosidad y entrega absoluta del poeta, sí, desde luego que sí. El poeta es un obseso de la poesía. Vive por y para la poesía.
Politica de avestruz en relación a la realidad, no, y no, porque eso no me parece cierto. Unos poetas serán como tú dices, mientras que otros poetas habrán de vivir la puñetera realidad que pintan con saña algunos
personajes más o menos reales, hasta convertirse en víctimas del suceso.
Y ni siquiera el suceso puede considerarse una realidad absoluta.
Que los poetas no defienden la realidad puede ser cierto, en tanto la realidad es un micro-cosmos (en cada individuo) donde habitan las razones que la envuelven.
La vida es diferente en cada espacio vital. Y ese espacio es, o debería ser, respetable. Es la realidad de cada uno y no creo que sea trabajo del poeta cambiarla.
Dices que los poetas somos débiles, bueno, puede ser. Nuestro oficio te permite trabajar aunque no seas un hércules cualquiera. Sí, tal vez el poeta trabaje mejor en precario. Pero yo te aseguro que no somos cobardes.
En fin, un abrazo.
________________________________________
Contestación de Esteban Granado.
Quizás, antes de nada, debería haber comentado algo sobre el autor,
para que el lector a quien le fuese desconocido pudiera situarse con mayor comodidad frente a su trabajo.
Gombrowicz suele expresarse de una manera algo... exagerada, sí, con cierta exageración.
Decía que acostumbraba a comportarse como un noble cuando se encontraba entre personas humildes y como un hombre humilde cuando alternaba con la nobleza (para descolocarles). No en vano pertenecía a la aristocracia y su familia poseía en Polonia fincas de más de tres mil hectáreas como si cualquier cosa. A pesar de eso, llegó a la Argentina, como quien dice, con una mano delante y otra detrás, viéndose obligado a sobrevivir de la "caridad" de algunos otros nobles compatriotas suyos, también en el exilio, durante algún tiempo.
Un hombre de su época, algo dado al maximalismo en todas sus proyecciones. De modo que cuando escribe en el segundo párrafo que la poesía le asquea sobremanera hay que tener en cuenta que, al hacerlo, no prescinde en absoluto de su "estilo".
Un abrazo
________________________________________
Contestación de Rafel Calle a Esteban Granado.
Es curiosa la afinidad que tenemos tú y yo, incluso, a la hora de escribir.
Recuerdo que un día, hace muchos poemas, me dijiste que me parecía a ti, que yo te recordaba al Esteban de los albores en la poesía.
No sé qué pensarás ahora, pero creo que en la forma de expresarnos cohabitan muchas similitudes.
Estoy, como es natural, de acuerdo con lo que dices. Creo que tu visión es acertada. Lógica.
Por cierto, ya que hablas de ediciones de libros y esas cosas, te diré que espero que participes en el lío que estamos preparando.
Sinceramente, es un proyecto dificl de llevar a la práctica y por ello existen dos premisas básicas, una que sepas cómo hacerlo, la otra es ilusión por hacerlo.
De la primera respondo yo, puedo y sé hacerlo, aunque admito que es dificil y que no puedo hacerlo solo, sin vuestra ayuda.
La segunda es una cuestión que no depende exclusivamente de mí.
Dependerá en gran medida de la ilusión que nos trasmitamos los unos a los otros.
Un fuerte abrazo, amigo.
________________________________________
Contestación de Rafel Calle.
10º párrafo
No sé si los poetas escriben para los poetas, como tú dices, pero es un hecho que los mayores consumidores de poesía son los propios poetas.
Pero, si tenemos en cuenta lo poco que se consume la poesía, en téminos de ventas de libros, otro hecho es que el mercado se circunscribe prácticamente a los que de una forma u otra están interesados en escribir poesía.
Lamentables, muy lamentables tales hechos. Entre otras cosas porque seguir esa línea conduce a la muerte de la poesía. La muerte llega por asfixia, cuando el círculo se ha vuelto lo suficientemente estrecho.
Dices que no pretendes que escribamos para que nos entiendan todos.
Bueno, pero no me negarás que cuanto más claro hablemos, más gente nos entenderá, por tanto, más gente podrá comprar algo que le pueda ser útil.
Utilidad es una palabra que suena muy bien. Yo creo que para ser útil a la gente, lo primero que tenemos que hacer es escribir de una manera que la puedan entender. Otra cosa que parece muy importante es que la poesía sirva para decir algo concreto, en un momento concreto, de una forma bella, acertada y con las palabras justas.
Desde luego es obvio que si alguien quiere decir alguna cosa y está dispuesto a poner en su boca palabras de un poeta, palabras que no son suyas, para que haya una sustitución rediticia, esas palabras habrán de tener un plus que, además de todo lo dicho, tenga un impacto emotivo fuerte.
Dices que no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera. Aquí disiento. Por lo que he comentado más arriba y porque estoy convencido de que un artista se da a enterder cuanto puede y lo mejor que puede. Otra cosa es la habilidad para hacer que sus trabajos lleguen y calen. Los mejores creadores son aquellos que se hacen entender por más gente. O eso creo.
Resumiendo, no entro al trapo en las demás cuestiones que planteas porque tendría que repetir lo que ya he dicho y porque prefiero mostrarte mis soluciones. Que tienes cierta parte de razón, resulta obvio.
Un abrazo.