Dos horas de cincuenta y ocho minutos
Publicado: Dom, 07 Oct 2012 2:08
Había un revuelo de pájaros deformes,
una sombra oscurecida de lagos sin agua potable,
un bosque atolondrado, dividido en dos partes,
una, asestada por un golpe atroz,
otra, por una mañana oscura e inerte,
ambas, aradas por las mismas manos de ensueño
y cortadas por los duendes del bosque de la ciencia.
Había un reloj sin horas,
una sábana manchada por una lágrima de amor,
un rincón con forma curvada,
un hacha sin filo,
y una trompeta oxidada de un poster de cabaret.
Había un alma en pecado,
la piel de una niña con los pechos adornados de purpurina,
vestidos con terciopelo y gasas de tul,
unas medias a media rodilla
y un liguero con encaje.
Habían dos horas de cincuenta y ocho minutos,
una alcoba sin cama,
un armario con trajes de carcoma
y tres vestidos de muñeca sin juguete con el que jugar.
Había un trébol de siete hojas,
un perro ladrando en japonés,
un espejo donde se reflejaba tristeza,
y un ayer, buscando su instante, su día, su ayer.
Y había una tarde,
sin más luz que una noche congelada,
sin más sombra que un amanecer sin aurora,
sin más tarde,
que una triste tarde…, sin su presencia.
una sombra oscurecida de lagos sin agua potable,
un bosque atolondrado, dividido en dos partes,
una, asestada por un golpe atroz,
otra, por una mañana oscura e inerte,
ambas, aradas por las mismas manos de ensueño
y cortadas por los duendes del bosque de la ciencia.
Había un reloj sin horas,
una sábana manchada por una lágrima de amor,
un rincón con forma curvada,
un hacha sin filo,
y una trompeta oxidada de un poster de cabaret.
Había un alma en pecado,
la piel de una niña con los pechos adornados de purpurina,
vestidos con terciopelo y gasas de tul,
unas medias a media rodilla
y un liguero con encaje.
Habían dos horas de cincuenta y ocho minutos,
una alcoba sin cama,
un armario con trajes de carcoma
y tres vestidos de muñeca sin juguete con el que jugar.
Había un trébol de siete hojas,
un perro ladrando en japonés,
un espejo donde se reflejaba tristeza,
y un ayer, buscando su instante, su día, su ayer.
Y había una tarde,
sin más luz que una noche congelada,
sin más sombra que un amanecer sin aurora,
sin más tarde,
que una triste tarde…, sin su presencia.