INSUMISIÓN. LVIII
Publicado: Mié, 19 Sep 2012 8:12
INSUMISIÓN
No sé cómo decir que estoy muy triste
sin que se ponga denso el aire y luego
me empiece a dar dolor en la cabeza
y el pulso se me pare un momentito.
No sé cómo decir que me atraganto
sin que tenga que darme en los pulmones
un golpe casi igual a una batalla
y después ya no sienta ni los ojos.
No sé cómo decir que albergo un sueño
sin que se me sepulte el cielo encima,
y deba de salir a toda urgencia
pidiendo por favor que no disparen.
No sé cómo cantarle a los proscritos,
a los que ven la luz y se prosternan
sin que de pronto un rayo del demonio
me deje por las sienes una sombra.
No sé cómo decir no estoy conforme
sin que se me atrincheren en la puerta
escuadrones y agentes especiales
marcando el paso en posición de firmes.
En fin, que ya no sé cómo se alcanza
el limbo donde anidan los pasmados
sin que al coger el tren o una gaviota
me quede en una esquina más bien muerto.
Ni sé cómo quererte por la noche
sin miedo a que me dejen en remojo
contando de uno a diez y viceversa
y luego calladito a mis asuntos
más pálido que el blanco de la nieve.
No sé cómo decir que estoy muy triste
sin que se ponga denso el aire y luego
me empiece a dar dolor en la cabeza
y el pulso se me pare un momentito.
No sé cómo decir que me atraganto
sin que tenga que darme en los pulmones
un golpe casi igual a una batalla
y después ya no sienta ni los ojos.
No sé cómo decir que albergo un sueño
sin que se me sepulte el cielo encima,
y deba de salir a toda urgencia
pidiendo por favor que no disparen.
No sé cómo cantarle a los proscritos,
a los que ven la luz y se prosternan
sin que de pronto un rayo del demonio
me deje por las sienes una sombra.
No sé cómo decir no estoy conforme
sin que se me atrincheren en la puerta
escuadrones y agentes especiales
marcando el paso en posición de firmes.
En fin, que ya no sé cómo se alcanza
el limbo donde anidan los pasmados
sin que al coger el tren o una gaviota
me quede en una esquina más bien muerto.
Ni sé cómo quererte por la noche
sin miedo a que me dejen en remojo
contando de uno a diez y viceversa
y luego calladito a mis asuntos
más pálido que el blanco de la nieve.