Recuerdos de Roma
Publicado: Mar, 18 Sep 2012 23:22
Muchas veces me detengo a pensarte sola,
con caireles de noche y ronda,
en vela ante el recuerdo y el umbral
y llena de todas esas cosas
que se ocultan en los labios.
Pero entonces llega la luz,
como conciencia de alondras,
que no opacan la certeza
de que te vuelves sombra y espejo
relámpago y penumbra,
sin tropel,
sin angustia ni llanto.
Entonces me pregunto
cuánto más me durará todo este río
donde la garganta se nutre de la esparanza inmensa
y es la carne una grama florida
sin complemento y sin alba.
Ardor y filigrana.
Desgana y desconsuelo.
Llama del corazón que no se enreda
sino en la noche,
sino en el grito manchado de sangre y de luna
con el dolor de la marcha
bajando al cielo del pulso.
Cuántas angustias me preguntan los ojos,
antes de que tus manos
me escuchen,
sin ruecas,
ni otoños
y sin esta conciencia
de que te vuelvas a mi celo
y no en los brazos del vecino.
Alberto Madariaga
(2010)
con caireles de noche y ronda,
en vela ante el recuerdo y el umbral
y llena de todas esas cosas
que se ocultan en los labios.
Pero entonces llega la luz,
como conciencia de alondras,
que no opacan la certeza
de que te vuelves sombra y espejo
relámpago y penumbra,
sin tropel,
sin angustia ni llanto.
Entonces me pregunto
cuánto más me durará todo este río
donde la garganta se nutre de la esparanza inmensa
y es la carne una grama florida
sin complemento y sin alba.
Ardor y filigrana.
Desgana y desconsuelo.
Llama del corazón que no se enreda
sino en la noche,
sino en el grito manchado de sangre y de luna
con el dolor de la marcha
bajando al cielo del pulso.
Cuántas angustias me preguntan los ojos,
antes de que tus manos
me escuchen,
sin ruecas,
ni otoños
y sin esta conciencia
de que te vuelvas a mi celo
y no en los brazos del vecino.
Alberto Madariaga
(2010)