Veintiséis años
Publicado: Dom, 16 Sep 2012 23:36
En la solapa, un recuerdo,
el recuerdo de un ayer, el presente hoy.
En el alma, la paz interna,
el corazón radiante y feliz, el ayer, el hoy.
Y llovieron lágrimas en una tormenta pura,
y se agitaron los árboles de un desvarío otoño,
y atardecieron las lunas, tras pasear por las nubes,
y las sombras se cruzaron, para pintar una única.
Allá descubrí el azul cristalino del mar,
la inmensa relatividad de un océano y la vida,
la sapiencia innata de los tiempos,
la levedad de los días amantes de la noche,
enamorados de la tarde,
vestidos con la frescura de un rocío radiante.
El sol brilló,
con la misma intensidad
con la que hoy aún me calienta.
Y cierro los ojos y amamanto duendes,
un aguacero resbala
por el cristal de una lluviosa tarde de otoño,
con aroma a primavera,
con colorido a flores,
con la imagen romántica de un nenúfar
decorando un charco convertido en estanque de cuento.
Mi mente vuela,
mi piel respira y los ojos pespuntean vivencias.
En el calendario, catorce de Septiembre,
en la piel, arrugas del presente,
en el pasado, miradas de futuro,
sueños por realizar, amor para soñar,
la vida al despertar,
un cuerpo hasta la muerte.
Veintiséis años,
-parecen tan pocos-,
que aún en la mañana la flor perdura,
florece ante la estirpe del desánimo,
desprecia al sol dormido
y la luna triste y desangelada,
anhela el deshielo del invierno
para adornar el sol de su ventana.
Más nace y renace el rocío,
la voz de la alborada,
tantos otoños vestidos de añoranza,
esos cálidos veranos
apadrinando estrellas y luceros,
el adiós del invierno
inaugurando cortinas de color y belleza.
Y nace otro nuevo día,
con el alba incrustado en su cabello,
con la brisa plácida de la mañana
alimentándose de su alma,
del calor de un corazón
ataviado de amor y sentimiento.
Veintiséis años junto a ella
lloviendo otoño, con aroma a primavera.
Parecen tan pocos…
el recuerdo de un ayer, el presente hoy.
En el alma, la paz interna,
el corazón radiante y feliz, el ayer, el hoy.
Y llovieron lágrimas en una tormenta pura,
y se agitaron los árboles de un desvarío otoño,
y atardecieron las lunas, tras pasear por las nubes,
y las sombras se cruzaron, para pintar una única.
Allá descubrí el azul cristalino del mar,
la inmensa relatividad de un océano y la vida,
la sapiencia innata de los tiempos,
la levedad de los días amantes de la noche,
enamorados de la tarde,
vestidos con la frescura de un rocío radiante.
El sol brilló,
con la misma intensidad
con la que hoy aún me calienta.
Y cierro los ojos y amamanto duendes,
un aguacero resbala
por el cristal de una lluviosa tarde de otoño,
con aroma a primavera,
con colorido a flores,
con la imagen romántica de un nenúfar
decorando un charco convertido en estanque de cuento.
Mi mente vuela,
mi piel respira y los ojos pespuntean vivencias.
En el calendario, catorce de Septiembre,
en la piel, arrugas del presente,
en el pasado, miradas de futuro,
sueños por realizar, amor para soñar,
la vida al despertar,
un cuerpo hasta la muerte.
Veintiséis años,
-parecen tan pocos-,
que aún en la mañana la flor perdura,
florece ante la estirpe del desánimo,
desprecia al sol dormido
y la luna triste y desangelada,
anhela el deshielo del invierno
para adornar el sol de su ventana.
Más nace y renace el rocío,
la voz de la alborada,
tantos otoños vestidos de añoranza,
esos cálidos veranos
apadrinando estrellas y luceros,
el adiós del invierno
inaugurando cortinas de color y belleza.
Y nace otro nuevo día,
con el alba incrustado en su cabello,
con la brisa plácida de la mañana
alimentándose de su alma,
del calor de un corazón
ataviado de amor y sentimiento.
Veintiséis años junto a ella
lloviendo otoño, con aroma a primavera.
Parecen tan pocos…