La madeja
Publicado: Vie, 14 Sep 2012 4:02
Mi padre nunca fue un padre cercano; fue muy ausente con todos sus hijos y a pesar de eso, siempre tuve una noción pulcra y nítida con respecto a su presencia, puesto que así llegué a aceptarlo, quererlo y respetarlo, siempre con la conciencia de que fue el hombre que me cargó en los brazos cuando era un recién nacido. Por tal razón, su muerte no hizo sino sacudir todas las fibras no sólo del corazón, sino del espíritu mismo -puesto que la última vez en la vida que lo vi, fue hace 5 años- y remover una catarata de situaciones y de posibilidades que aún hoy, me siguen pareciendo certezas, aunque en el fondo sepa que son mentiras. De cualquier manera este poema -yo no sé si sea el último que escribo al respecto- saca un poco, de toda esa maraña de emociones que hoy me envuelven. Al final, mi padre tenía una frase, que no deja de ser atinada y cierta: "Mira cómo es la vida, una madeja y cómo se va deshilando".
Miguel Alberto Lazo Madariaga.
I
No se me olvida la cana,
sobre tu sien de canela,
rueca de viento y de vela,
entre risueña desgana
y bajo el sol de la grana,
contemplo tu tesitura,
despilfarrando tersura
a cántaros entonados,
teniendo en brazos cerrados
desconocida dulzura.
Hoy todo se vuelve euforia,
de rezos intermitentes,
no sujetados en dientes
dotados de gran memoria.
Mas los que vimos tu historia,
tu andar por el sol de asfalto,
tenemos tremendo asalto
que no se cuaja en la noche,
aunque quisiera el derroche
ya no encontrarse tan alto.
¿Cómo se llama la pena?
¿Qué rostro superlativo
en sentimiento furtivo
se me adormece en la vena?
Te vas volviendo de arena,
de sal y de telaraña,
donde la vista se empaña
mas no de llanto incendiario;
es esto falso calvario,
sin el rencor y sin saña.
II
Apenas abro los ojos
y esta certeza que no se niega,
que sabe a tardes de tucanes
y de avispas,
llueve en torrentes,
tal parece que en las sienes
me llueve un laurel
de trementinas,
inacabas,
por esa sensación de la ausencia
que no conoce el delta,
ni el ancho del mar lejano.
Hoy pasas a la memoria colectiva,
la que te dibujará la solapa,
no aquella donde tus pisadas,
le dieron conciencia al piso.
Y se me afloja la paz en las pestañas,
con un remolino incierto,
de hacia donde debe correr el recuerdo,
insólito,
dando gritos en una acera tan inconclusa,
en medio de las tardes que no vimos,
de las manos
y de los rayos de noche
que nuestras voces no vieron.
Ya te fuiste...
Ya no llegas...
Y este intento de lo elocuente y lo zarco
sin amparo,
sin recuerdo
y sin el caudal de la sombra.
Han dado las diez
y una trompeta de claridad
ha venido a la tertulia
y se ha dormido en mis brazos.
Alberto Madariaga
a Miguel Ángel Lazo Figueroa, mi Padre.
Miguel Alberto Lazo Madariaga.
I
No se me olvida la cana,
sobre tu sien de canela,
rueca de viento y de vela,
entre risueña desgana
y bajo el sol de la grana,
contemplo tu tesitura,
despilfarrando tersura
a cántaros entonados,
teniendo en brazos cerrados
desconocida dulzura.
Hoy todo se vuelve euforia,
de rezos intermitentes,
no sujetados en dientes
dotados de gran memoria.
Mas los que vimos tu historia,
tu andar por el sol de asfalto,
tenemos tremendo asalto
que no se cuaja en la noche,
aunque quisiera el derroche
ya no encontrarse tan alto.
¿Cómo se llama la pena?
¿Qué rostro superlativo
en sentimiento furtivo
se me adormece en la vena?
Te vas volviendo de arena,
de sal y de telaraña,
donde la vista se empaña
mas no de llanto incendiario;
es esto falso calvario,
sin el rencor y sin saña.
II
Apenas abro los ojos
y esta certeza que no se niega,
que sabe a tardes de tucanes
y de avispas,
llueve en torrentes,
tal parece que en las sienes
me llueve un laurel
de trementinas,
inacabas,
por esa sensación de la ausencia
que no conoce el delta,
ni el ancho del mar lejano.
Hoy pasas a la memoria colectiva,
la que te dibujará la solapa,
no aquella donde tus pisadas,
le dieron conciencia al piso.
Y se me afloja la paz en las pestañas,
con un remolino incierto,
de hacia donde debe correr el recuerdo,
insólito,
dando gritos en una acera tan inconclusa,
en medio de las tardes que no vimos,
de las manos
y de los rayos de noche
que nuestras voces no vieron.
Ya te fuiste...
Ya no llegas...
Y este intento de lo elocuente y lo zarco
sin amparo,
sin recuerdo
y sin el caudal de la sombra.
Han dado las diez
y una trompeta de claridad
ha venido a la tertulia
y se ha dormido en mis brazos.
Alberto Madariaga
a Miguel Ángel Lazo Figueroa, mi Padre.