La claridad
Publicado: Vie, 31 Ago 2012 12:48
Aquí está el agujero en que la luz se rompe, mientras
el vacio de las paredes calla su temblor y la mañana
llega cálida, perdida en sus cabellos, danzarina, amante.
¿Qué años viven en mis ojos, qué canción regresa
a la virtud de la palabra, dónde la madre con su
sonrisa azul? Déjame que vea cómo los objetos
se entretienen: allí la doncella del cuadro y su piel
oscura, la porcelana que vive en los jardines, el reloj
como una pajarita blanca que atesora la edad, el robusto
candelabro, la araña de cobre y sus lágrimas, la suave seda
de un manto que cubre el corazón familiar. Todo calla
en su mismo ser, todo anticipa la claridad del día,
de ese día que fue ayer y que será siempre la quietud
y la memoria. ¿Estás tú, el niño cuyo misterio decae,
la mueca ambigua de un ser que crece? Juegos
en la mentira de los pasillos, voces de juventud
que acarician una idea y se alimentan con miradas
de papel. Y la música que oculta su rostro en la mecánica
de un estribillo, que latirá y latirá como un buril en tu noche
habitada. Hoy parece una sombra el deseo, hoy carteles
de adiós iluminan los ojos de este hogar que llora. Nos
repartimos los objetos y también la imaginaria voluntad
del recuerdo (para mí la rabia del gato, la penumbra y el dolor,
la punzada de la carne, los tesoros y los mitos de un calendario)
para no sentir la huella ni la misión, ni los pasos del hombre
ávido, ni la alegría indiferente de los días que sudan su baba
de humo. Para ignorar al fin el canto triste de la luz.
el vacio de las paredes calla su temblor y la mañana
llega cálida, perdida en sus cabellos, danzarina, amante.
¿Qué años viven en mis ojos, qué canción regresa
a la virtud de la palabra, dónde la madre con su
sonrisa azul? Déjame que vea cómo los objetos
se entretienen: allí la doncella del cuadro y su piel
oscura, la porcelana que vive en los jardines, el reloj
como una pajarita blanca que atesora la edad, el robusto
candelabro, la araña de cobre y sus lágrimas, la suave seda
de un manto que cubre el corazón familiar. Todo calla
en su mismo ser, todo anticipa la claridad del día,
de ese día que fue ayer y que será siempre la quietud
y la memoria. ¿Estás tú, el niño cuyo misterio decae,
la mueca ambigua de un ser que crece? Juegos
en la mentira de los pasillos, voces de juventud
que acarician una idea y se alimentan con miradas
de papel. Y la música que oculta su rostro en la mecánica
de un estribillo, que latirá y latirá como un buril en tu noche
habitada. Hoy parece una sombra el deseo, hoy carteles
de adiós iluminan los ojos de este hogar que llora. Nos
repartimos los objetos y también la imaginaria voluntad
del recuerdo (para mí la rabia del gato, la penumbra y el dolor,
la punzada de la carne, los tesoros y los mitos de un calendario)
para no sentir la huella ni la misión, ni los pasos del hombre
ávido, ni la alegría indiferente de los días que sudan su baba
de humo. Para ignorar al fin el canto triste de la luz.