Hermes, el mensajero

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Angel Valles
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Registrado: Jue, 15 Ene 2009 15:55

Hermes, el mensajero

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Memphis la nueva,
la bella
en su río
escurríendose hacia el sur...


Sin duda que la ciudad de Memphis de mediados de los años setenta, era un poco diferente a la ciudad de mediados de los años cincuenta. Como un lunar a ambos lados del Mississippi, allí donde limitan tres estados, la ciudad creció siendo basicamente, un centro de acopio de algodón y cruce importante de vías férreas. Sin embargo; Memphis siempre fue y será: Dixieland, Dixie Chicken y Tennessee lamb. Era en el lobby del Commodore Hotel donde el Jazz y el Blues dejaban la crisálidad, para volar para siempre como el agua destartalada.

En Memphis vi nevar por primera vez y allí construí durante un día de navidad mi primer muñeco de nieve. Conocí a Karen en Memphis (la mujer de Tulsa, Oklahoma, y a quien más he escrito cosas). Fue allí y con ella con quien hice el amor por primera vez, un quince de noviembre, a las tres de una tarde muy fría y extraña, en que dolían las orejas. Fue en el ardiente desierto que era el asiento trasero de su Le Mans verde, convertible, modelo sesenta y cuatro y rodeados de un espeso bosque astillado. Allí mismo, mi soledad extranjera y yo la perdimos. Fue en Memphis, un tres de Enero y bajo una nevada absoluta, que le pedí a otra mujer que fuese mi esposa. Cerca de Memphis nos casamos.

Aquel entonces... Mediaba la primavera. Era un tarde ideal para jugar béisbol. Mientras esperaba prevenido como bateador, la nostalgia en ecos lo transportaba a su Maracaibo natal. No se había sentido así desde su llegada hacía apenas tres meses. Pensaba en su tío Ernesto y en los muchachos de su equipo Gavilanes. El viejo Estadio del Lago. Aquel dieciocho de Noviembre. Sonreía. Su casa en Santa Lucía. La placita. Sonreía. Las caimaneras de los domingos. Lo hizo reaccionar un trueno, una línea tendida a los predios del jardín central. El poco público asistente aplaudía a rabiar a su compañero del Memphis AA, John Castorina, quien conectaba su tercer inatrapable de la tarde.

Ya posicionado como bateador, dio un vistazo al campocorto del Charleston, el flaco Tony Kubek, quien en el turno anterior lo había hecho fallar, atrapándole un roletazo en la grama exterior y, en excelente y fuerte disparo a primera lo había puesto out. Bueno, en realidad él se había confiado un poco en la carrera y había cometido ese error mental. Pero Kubek era muy inteligente al campo y fuerte bateador. Un día ese flaco va a jugar en las mayores -pensaba-.

-Come on Louie. Hit it hard. Hit it hard, boy!

Era su coach de tercera base, Luke Appling, señalándole que bateara la pelota detrás del corredor. Era lógico. Perdían cuatro carreras por tres. Poner a Castorina en segunda base, significaba poner la carrera del empate en posición anotadora. Pero su intención era diferente. Quería probar de nuevo a Kubek, así que, halaría la bola entre tercera y sior. Vio pasar el primer lanzamiento. Fue un strike, un poco alto. Mientras se concentraba para el segundo lanzamiento, recordó lo que en inglés y castellano, Ken Balladares, asistente del manager, le informó durante las practicas. Querían verlo en las oficinas administrativas del club, al finalizar el partido. Era una recta dura por todo el medio del home plate. Devolvió una línea bien colocada a la derecha de Kubek que, éste apenas logró tocar con el guante, y desviar al terreno corto del jardín izquierdo. Castorina, quien había salido en jugada de bateo y corrido, anclaba quieto en tercera base. Este era su primer inatrapable de la tarde. El público lo aupaba. Ya estaba decidido. Algo en la brisa suave lo aupaba. Con el próximo lanzamiento, estafaría su base número quince. Era él, el líder absoluto de la liga del sur...
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