EL INVIERNO DE PIAZZOLLA ( L 4)
Publicado: Mar, 03 Jul 2012 20:09
El invierno de Piazzolla
Con mis lágrimas en Argentina
¡ Oh! ,! Lamentación que duerme en el olvido!
Un invierno allegado a las lágrimas,
el invierno de Piazzolla
con un arrabal tinte rojo de sangre.
Es la tristeza plenitud de tango
cuando la melancolía llueve sobre Argentina,
en esas tardes que duermen la ciudad
con las plazas y la hermosura de las mariposas.
Era aquella Buenos aires un fuelle dormido.
Es gris
Es tarde
Es invierno en mi ciudad.
He querido llorar como los gorriones
pero mis vivencias son letales
un arpa ha sonado en mi jardín.
Estoy tan lejos del paraíso
en esos instantes de diabluras
el violín sueña
el violín sueña
con el arrabal de cuchilleros.
Pero se que existe la melodía
esa magia de Piazzolla
que nos permite vivir
pensar que somos algo
que no somos tan malos los Argentinos.
A pesar de las lagrimas y de la lluvia
aquí el espanto de gorrión va pasando,
aquí la soledad va caminando,
como un mendigo que pide un pan
o el horizonte de melodía.
Y las guitarras gimen
y los bandoneones lloran
porque no ha muerto el ángel
solo ese tinte rojo en el sur.
JAVIER DICENZO
Con mis lágrimas en Argentina
¡ Oh! ,! Lamentación que duerme en el olvido!
Un invierno allegado a las lágrimas,
el invierno de Piazzolla
con un arrabal tinte rojo de sangre.
Es la tristeza plenitud de tango
cuando la melancolía llueve sobre Argentina,
en esas tardes que duermen la ciudad
con las plazas y la hermosura de las mariposas.
Era aquella Buenos aires un fuelle dormido.
Es gris
Es tarde
Es invierno en mi ciudad.
He querido llorar como los gorriones
pero mis vivencias son letales
un arpa ha sonado en mi jardín.
Estoy tan lejos del paraíso
en esos instantes de diabluras
el violín sueña
el violín sueña
con el arrabal de cuchilleros.
Pero se que existe la melodía
esa magia de Piazzolla
que nos permite vivir
pensar que somos algo
que no somos tan malos los Argentinos.
A pesar de las lagrimas y de la lluvia
aquí el espanto de gorrión va pasando,
aquí la soledad va caminando,
como un mendigo que pide un pan
o el horizonte de melodía.
Y las guitarras gimen
y los bandoneones lloran
porque no ha muerto el ángel
solo ese tinte rojo en el sur.
JAVIER DICENZO