TRAS LA COLISIÓN DEL ASTRO (rev)
Publicado: Lun, 25 Jun 2012 19:41
Aquello irradiaba luz.
Un humor densificado de estructura indefinida
cobraba forma y función
junto al cauce de los ríos de hidrógeno licuado y helio
que mansamente fluían
en los tiempos de esplendor del equinoccio humectante
fertilizando los suelos y las vastas extensiones
de los Valles interiores de Iriox
en las coordenadas cosmoquímicas de Arkö.
Tras la colisión del astro devino la Tempestad.
que hizo formar turbulencias de cúmulos globulares
en los sinfines abiertos donde el siempre permanece
y transita libremente lo absoluto.
Un sismo devastador acreciendo en espiral
destruyó por siempre el mito,
arrasando de raíz el Prisma azul,
sempiterno protector,
ciclópico,
inmensurable,
donde encontraban refugio enjambres de protoestrellas
violentadas por nucleones sin sus masas
en trance de concebir la secuencia conclusiva
de un soporte sustancial.
De aquel arquetipo madre surgió un nuevo paradigma.
Un orden nuevo surgía formando termo-periodos
fuerzas todas procedentes de una red descomunal
de fuentes alfa-ciclónicas
sin principio ni medida de exclusión,
Después del Séptimo Tiempo se originó aquella aurora.
Una gama de aleaciones y nebulosas de gas
fuertemente ionizadas
dieron lugar a estallidos de inusitada energía
formando así la Gran Nube,
hasta adaptarlo a la norma determinante del ciclo
que redefinió a su albur.
Nuevas formas conductivas
Provenientes de periodos ancestrales de las latitudes K
Engrosaban la matriz de furtivos meteoroides,
configurando así el gen de un grupo fermentativo
productor de cosmo-suero,
cultivos de ácido base que agrupaban subetapas
en mitóticos complejos de endolinfa luminar.
Partículas primordiales que absorbían cepas de tiempo
fueron interactuando,
ligándose a las cadencias de escalas en progresión;
cadenas de amino-enzimas combinadas por compuestos
y extractos de fuerza-espacio expedían vitalidad
en un proceso invasivo desde los hondos abismos
de los planos genitivos del azar.
Aquello dotó de efecto a una fuerza dominante;
una sólida estructura de colosal magnitud.
Termodinámicos nexos codificaron sus leyes
desde el centro precursor de un sistema-realidad
enmarañado y confuso,
producto de colisiones sin escala secuencial
de intensas preestructuras subastrales.
Fruto de esa pugna astral,
un fascinante apogeo de células metaplasmáticas
conmutaban variaciones y signos alterativos
en larvas encapsuladas por germinales biotipos,
proyectados para ser la esencia del nuevo embrión;
una entidad pluriforme que incubara su calor
en la exánime pavesa que surgiera al lixivar
un latido mineral que aún viviera en las entrañas
de los restos oxidados del Cometa.
Nésthor Olalla
Un humor densificado de estructura indefinida
cobraba forma y función
junto al cauce de los ríos de hidrógeno licuado y helio
que mansamente fluían
en los tiempos de esplendor del equinoccio humectante
fertilizando los suelos y las vastas extensiones
de los Valles interiores de Iriox
en las coordenadas cosmoquímicas de Arkö.
Tras la colisión del astro devino la Tempestad.
que hizo formar turbulencias de cúmulos globulares
en los sinfines abiertos donde el siempre permanece
y transita libremente lo absoluto.
Un sismo devastador acreciendo en espiral
destruyó por siempre el mito,
arrasando de raíz el Prisma azul,
sempiterno protector,
ciclópico,
inmensurable,
donde encontraban refugio enjambres de protoestrellas
violentadas por nucleones sin sus masas
en trance de concebir la secuencia conclusiva
de un soporte sustancial.
De aquel arquetipo madre surgió un nuevo paradigma.
Un orden nuevo surgía formando termo-periodos
fuerzas todas procedentes de una red descomunal
de fuentes alfa-ciclónicas
sin principio ni medida de exclusión,
Después del Séptimo Tiempo se originó aquella aurora.
Una gama de aleaciones y nebulosas de gas
fuertemente ionizadas
dieron lugar a estallidos de inusitada energía
formando así la Gran Nube,
hasta adaptarlo a la norma determinante del ciclo
que redefinió a su albur.
Nuevas formas conductivas
Provenientes de periodos ancestrales de las latitudes K
Engrosaban la matriz de furtivos meteoroides,
configurando así el gen de un grupo fermentativo
productor de cosmo-suero,
cultivos de ácido base que agrupaban subetapas
en mitóticos complejos de endolinfa luminar.
Partículas primordiales que absorbían cepas de tiempo
fueron interactuando,
ligándose a las cadencias de escalas en progresión;
cadenas de amino-enzimas combinadas por compuestos
y extractos de fuerza-espacio expedían vitalidad
en un proceso invasivo desde los hondos abismos
de los planos genitivos del azar.
Aquello dotó de efecto a una fuerza dominante;
una sólida estructura de colosal magnitud.
Termodinámicos nexos codificaron sus leyes
desde el centro precursor de un sistema-realidad
enmarañado y confuso,
producto de colisiones sin escala secuencial
de intensas preestructuras subastrales.
Fruto de esa pugna astral,
un fascinante apogeo de células metaplasmáticas
conmutaban variaciones y signos alterativos
en larvas encapsuladas por germinales biotipos,
proyectados para ser la esencia del nuevo embrión;
una entidad pluriforme que incubara su calor
en la exánime pavesa que surgiera al lixivar
un latido mineral que aún viviera en las entrañas
de los restos oxidados del Cometa.
Nésthor Olalla