de también negra melancolía,
bebe de los pechos de la tristeza
y sigue sin hacer caso
del alma mía
que te implora a cada instante
que dejes entrar en tu casa
a la Luz y a la Alegría.
Muévete en oscuras ciénagas
y no mires al sol que camina
abriéndose paso entre brumas
para arrastrarte a la Vida.
Cierra los ojos de nuevo,
no prestes oido a la voz que
hasta agotarse te grita
que nunca es tarde
para un Amanecer ni
para retomar de nuevo
la partida.
