Editorial Alaire

Sandra Gª Garrido escribió:Tremendo, cuanta fuerza tiene este poema, aparte del arte
del decir médico y cadente, me llevo ese fondo, ese decir de
por y para la mujer, para que no calle, para que nunca se deje vencer.

Chapeu!!! enhorabuena por el reconocimiento

Besos

Cecilia Martos escribió:Un gran poema, mi enhorabuena por la distinción, muy merecida, mi abrazo grande Poeta.

Cecilia

J. J. M. Ferreiro escribió:Merecidísimo rojo, amigo Quinteño,

ENHORABUENA.

Un abrazo.

Nésthor Olalla escribió:Sin duda mrecido el recinicimiento a este espléndido trabajo que nos dejas.

Fue un gusto pasar.

Un abrazo.

Rosa Marzal escribió:Un poema de denuncia bello y sensiblemente expresado. Mis felicitaciones por tu obra y por esa merecida reputación. Abrazos.

Quinteño de Greda escribió:

No calles mujer…y dime.


Setenta serán los versos,
tan justos… como medidos:
no más gritos ni alaridos,
en tus mundos y universos,
fuera miedo y reversos,
fuera la mierda y despojos,
abre puertas y cerrojos,
nunca más horror ni espanto,
nunca más miedo y quebranto,
ni lágrimas en tus ojos…

¿Quién te baja tu mirada?
¿Quién de señales te llena?
¿Quién a sufrir te condena?
¿Quién deja tu piel morada?
¿Quién de maltratos marcada?
¿Quién tu vivir lo deprime?
¿Quién tu dolor te lo imprime?
¿Quién el llanto en ti lo crea?
¿Quién tu vida pisotea?
No calles mujer…y dime.

¿Quién con nombre de valiente
es tu sombra y centinela
en tu piel de la canela?
¿Quién hace a tu voz silente
apagando su torrente?
Ante el malvado cainita,
deshoja su margarita,
despójale de su acerbo,
el que maltrata tu verbo,
mas, alza tu voz y grita.

Tiene un corazón de acero,
en su pecho de villano;
con el alma de tirano
se pavonea altanero,
cual gallo de gallinero,
anunciando en la alborada
cuando empieza tu jornada,
a provocarte tus miedos,
cuando señalan sus dedos,
con desafiante mirada.

Tú, la rosa de los vientos,
quítate la venda, ¡ciega!,
pues el hombre que te pega
y no escucha tus acentos,
-la piedad de tus lamentos-
ni es de ley, ni tiene fuero,
ni es hombre ni compañero,
ni tan siquiera es un hombre,
porque cobarde es su nombre,
tu cobarde carcelero…

Que no maltrate siquiera,
tus alas de mariposa,
de ti, la madre y esposa,
la mujer y compañera,
¡la más grande primavera!
Que tu canto es libertad
en armónica igualdad,
que bajo tu cielo y techo
prevalezca tu derecho,
con infinita bondad.

Con sus pétalos te alfombre,
el hombre,
el que se llame señor,
de amor,
que el hombre nuevo que viene,
te llene,
y tu vivir no cercene
como rota porcelana,
y en cada nueva mañana,
el hombre de amor te llene.