Editorial Alaire

Ya no me reconozco
en el espejo ardiendo
de estrellas y de luna,
en la dársena de un sol mecanizado,
fabricante de espigas,
que devuelve las sombras
a edificios en ruina
como si fueran ordenes. Yo recuerdo
haber visto pasar, sin detenerse,
algunos cuantos años
de miradas feroces,
con esa pretensión que tienen las preguntas
cuando no son de nadie,
y ese hilo continuo de vida inacabada
que se va disolviendo inevitablemente

Hoy hago de trompeta,
viendo surcar el aire que me quema,
dando al rigor de entones
por desaparecido,
y comprendiendo, a solas,
que hay espacios que son indispensables,
como un viejo sillón que espera que le mires
para ser una góndola, o esa lámpara
de sueños elevados
que no termina nunca de caer

Manuel, rompo los silencios y abro mis aplausos
a estos versos placenteros que hacen de trompeta
en todos tus espacios, mientras se va disolviendo la poesía.

Un abrazo

Guillermo

Pasa el tiempo pero los sueños no mueren del todo. Hay cierta nostalgia y mirada al paso del tiempo con un presente que halla su lugar. Me gusta leerte
Abrazos
Pilar

Hola Manuel.
No hay que dejar que las ilusiones desaparezcan, que los sueños se evaporen.
me gustó el poema. Un abrazo, amigo mío.
Mario.

Manuel, un gusto pasar por tus preciosos versos, estan muy bien escritos. Con un saludo.

Guillermo, muy agradecido por tu lectura y tu paso por este poema.
Un fuerte abrazo

Pilar, un gran abrazo para ti. Gracias

Mario, me alegra que te gustara. Gracias por tu comentario.
Un abrazo

Patricio, son una alegría tus palabras, amigo.
Un abrazo