Recuerdos de un amor adolescente
Publicado: Dom, 29 Ene 2012 8:58
Es el fruto y su envés mágico. La memoria de la piedra
asoma en jardín, y el verbo calcina los defectos de un niño.
Sus ventanas sonríen-porque aman el caudal de la luz y su
vientre simula un ojo de diamante y naftalina-. Aquí el teatro
son puertas y pasillos, aquí hay horarios bienhechores
y macilentas columnas como lóbulos de atlantes. ¿De qué
te quejas entonces si no has dormido en horóscopos
donde las heridas llevan la firma de un cíclope? Ah! bueno,
es que ellos son lagartos con trajes negros e índices
que han volado de su siniestra esquina al rebumbio.
No hay doctrina en este pabellón de miedos, resulta ser
un don el ojo proscrito de Mao, o la ruin calavera del Che
o el metal de esos libros-blanco y negro-que olvidamos
en los autobuses de un país sin nombre. Todo, todo
por los corales del azar, que van y vienen lo mismo
que cometas sin hastío ni renuncia. ¿Fui, acaso, tan cobarde
de no reconocer que buscaba la caricia, el sexo sin ropaje
o los encendidos huesos del alcohol? He meditado, hoy,
cuando las llagas asoman en la memoria y en el eclipse.
Amé la lluvia-la de tu rostro, la de las calles, la que rompía
en vendaval sobre frisos de invierno -. En los pasos del regreso
las flores han roído tu mar. La vieja planicie, el silencio optimista
de los acantilados ciegos, un mapa desnortado, las cánulas
en el dolor como gargantas que bajan y bajan a su fiebre.
Sé que no hay serpentinas que dibujen la luz, tampoco
las palabras heredarán del viento su misterio. Ha pasado
una nube roja como un cántico ambiguo. Mis recuerdos
tejen un osario de luces infinitas, para que lo que piensas tú
y lo que pienso yo, sea jeroglífico de desnudas sinapsis,
alud que reivindica un poso de incandescente mirada.
Siempre vuelvo a ti aunque no quiera.
asoma en jardín, y el verbo calcina los defectos de un niño.
Sus ventanas sonríen-porque aman el caudal de la luz y su
vientre simula un ojo de diamante y naftalina-. Aquí el teatro
son puertas y pasillos, aquí hay horarios bienhechores
y macilentas columnas como lóbulos de atlantes. ¿De qué
te quejas entonces si no has dormido en horóscopos
donde las heridas llevan la firma de un cíclope? Ah! bueno,
es que ellos son lagartos con trajes negros e índices
que han volado de su siniestra esquina al rebumbio.
No hay doctrina en este pabellón de miedos, resulta ser
un don el ojo proscrito de Mao, o la ruin calavera del Che
o el metal de esos libros-blanco y negro-que olvidamos
en los autobuses de un país sin nombre. Todo, todo
por los corales del azar, que van y vienen lo mismo
que cometas sin hastío ni renuncia. ¿Fui, acaso, tan cobarde
de no reconocer que buscaba la caricia, el sexo sin ropaje
o los encendidos huesos del alcohol? He meditado, hoy,
cuando las llagas asoman en la memoria y en el eclipse.
Amé la lluvia-la de tu rostro, la de las calles, la que rompía
en vendaval sobre frisos de invierno -. En los pasos del regreso
las flores han roído tu mar. La vieja planicie, el silencio optimista
de los acantilados ciegos, un mapa desnortado, las cánulas
en el dolor como gargantas que bajan y bajan a su fiebre.
Sé que no hay serpentinas que dibujen la luz, tampoco
las palabras heredarán del viento su misterio. Ha pasado
una nube roja como un cántico ambiguo. Mis recuerdos
tejen un osario de luces infinitas, para que lo que piensas tú
y lo que pienso yo, sea jeroglífico de desnudas sinapsis,
alud que reivindica un poso de incandescente mirada.
Siempre vuelvo a ti aunque no quiera.