
Todos creen que soy yo
pero es mi mente
la que empuja el deseo
y prendida al deseo
vuela la luna
hasta la carne oscura de mi pecho.
¿Quien sostuvo un hogar sin amor ni alimento?
No sé si podré dar algo a cambio de nada
pero yo necesito que me amen para poder amar
descubro desde el corazón la carga de pureza
y un mar sombrío
crispándose en mis sienes.
Podré dejar mi corazón
enredado a tus dientes o ceñido a tu pubis
hasta quebrarme entero
doblado en los dragones
de aquel último beso prendido de ceniza
que erosionó mis labios
fue por mi falta de comprensión
que ella se marchó con sus piernas,
su hambre inocente y su juventud voraz .
.
El zen de las macetas, fragmento.
Imagen cedida por su autor