
Escena del film "Un perro andaluz" de Luis Buñuel y Salvador Dalí.
Esa infinita delgadez de luz;
inminente estallido en el espejo
―los párpados dibujan
dos grietas en la cara.
La navaja tangente
a la torsion violenta del ojo,
que traspasa y excita
el placer y el asombro.
Luz que desangra luz,
desmayada a la tarde,
escombro para siempre.
El pájaro se anuda a su color,
a su instante en el aire
que fantasea un término
que no está, que sólo es
proyecto en la retina
―pálpito de un cimiento fotográfico.
Ilusión que se extiende
en una tempestad que recorre el pasado,
y al final sedimenta
mítica en los recuerdos,
invertida en los sueños.
La eterna creación de luz urgente
―vasta, desperdiciada,
fija en la superficie matinal.
El ascua del azul
fulgura en el arenal blanco
―trazan mis párpados
dos rayas en la cara.
Luz que desangra luz
lacerada de muerte
―luz desmayada a la tarde,
ceniza para siempre.