

(Escenas finales del film de Luchino Visconti, "Muerte en Venecia")
La playa está encendida.
Las sombrillas sin viento.
Todo está intacto
y en esfumado balanceo,
un barco en lejanía.
Alguien observa
cómo, los labios de un muchacho,
abren una burbuja que germina el oxígeno,
cómo proviene el deseo que endulza
el ansía de la piel,
exaltando la música de su tez encarnada.
En la inquietud del día, lento e implacable,
se abre el lastrado abismo de la peste;
la peste,
con sus dos manos lívidas
—esos lienzos esféricos al fondo de la muerte.