Mirando cuadros
Publicado: Sab, 22 Oct 2011 15:31
Ah! sí el mármol y la desventura de un racimo
entre la quietud y su noche.
Cada imagen recuerda un ayer y son sus hojas
los jardines inhóspitos de un sueño.
Mis pasos me adoctrinan, me devuelven al sol
de un color o de un gesto en la tiniebla.
Tú desdoblas el mapa del laberinto, con sus celdillas
de mar y sus increíbles ecos de azul.
Nos puede la figura que se arrodilla, o la cruz del santo,
o quizás el cuero redondeado de la concupiscencia.
¡Es tan fácil caer en la nieve!, los colores son el añil,
el carmesí, el magenta, el rosa, la nube gris
o el espectro que se acumula en su cáliz.
Veo la luz difuminada en las curvas melancólicas
de una madona(lo sé porque hay ángeles, y un rostro
inútil en el espejo manchado y oscuras campanas
que ya no acuden al frenesí).
Miro los números como si navegara alientos, miro
el pendiente apenas orgulloso de un cirio.
Son muchos los paisajes, demasiada la luz, demasiada
la negrura sin ardid. Los hombres envenenan la caries
de un espejo y son heridas sus honduras de realidad
y fulgor.
Cada detalle teme al símbolo, en cada golpe de alud
una mirada de color se desnuda.
Hay retratos que anuncian la iconografía de un dios
y trenes negros como un tizón.
Me gusta la sombra que persigue al extraño velero
¿por qué llega con sus heridas de muerte y azar?.
Salen los personajes al tapiz y al crisol y yo vigilo
el paso exacto que me lleva a la fe.
Un estigma pequeño de sedas y relámpago, la piedad
del reloj, la hermosura del espejo que se abre como
golondrina de cánticos.
Y ella con su felicidad de aljibe y él, blando
como un murciélago que aterriza en la espuma
y la doma como a un ciervo sin ojos.
El matrimonio arnolfini juguetea en mi sed.
entre la quietud y su noche.
Cada imagen recuerda un ayer y son sus hojas
los jardines inhóspitos de un sueño.
Mis pasos me adoctrinan, me devuelven al sol
de un color o de un gesto en la tiniebla.
Tú desdoblas el mapa del laberinto, con sus celdillas
de mar y sus increíbles ecos de azul.
Nos puede la figura que se arrodilla, o la cruz del santo,
o quizás el cuero redondeado de la concupiscencia.
¡Es tan fácil caer en la nieve!, los colores son el añil,
el carmesí, el magenta, el rosa, la nube gris
o el espectro que se acumula en su cáliz.
Veo la luz difuminada en las curvas melancólicas
de una madona(lo sé porque hay ángeles, y un rostro
inútil en el espejo manchado y oscuras campanas
que ya no acuden al frenesí).
Miro los números como si navegara alientos, miro
el pendiente apenas orgulloso de un cirio.
Son muchos los paisajes, demasiada la luz, demasiada
la negrura sin ardid. Los hombres envenenan la caries
de un espejo y son heridas sus honduras de realidad
y fulgor.
Cada detalle teme al símbolo, en cada golpe de alud
una mirada de color se desnuda.
Hay retratos que anuncian la iconografía de un dios
y trenes negros como un tizón.
Me gusta la sombra que persigue al extraño velero
¿por qué llega con sus heridas de muerte y azar?.
Salen los personajes al tapiz y al crisol y yo vigilo
el paso exacto que me lleva a la fe.
Un estigma pequeño de sedas y relámpago, la piedad
del reloj, la hermosura del espejo que se abre como
golondrina de cánticos.
Y ella con su felicidad de aljibe y él, blando
como un murciélago que aterriza en la espuma
y la doma como a un ciervo sin ojos.
El matrimonio arnolfini juguetea en mi sed.