DISECCIÓN
Publicado: Mié, 12 Oct 2011 12:22
DISECCIÓN
Indefensa y ajena a la crueldad
la víctima latía entre mis dedos.
Sin pensarlo inicié la disección, la barbarie,
la búsqueda implacable del enigma.
Así, con mis pequeñas manos, fui fragmentando
por partes su organismo. Primero la cubierta,
la armadura; el caparazón que protegía celosamente
su estructura. Después el esqueleto, las ligaduras
y nexos adyacentes. De forma inexorable
fui desmembrando poco a poco sus órganos
y articulaciones. De pequeño buscaba respuestas
a mis grandes preguntas infantiles.
Y ante mí, al fin la esencia, el corazón; la guarida
profunda del arcano.
Despojado de toda superficialidad inútil
aquel automatismo latía por inercia.
Quizás estén aquí, me dije,
los secretos del paso por la vida.
Ebrio de incertidumbre y ansiedad
solté un resorte -un vínculo ínfimo y pequeñísimo-
y el ritmo se paró. Ahí acabó todo.
Ya no hubo solución a las incógnitas.
Como venganza, el Tiempo -el mismo cuyo misterio
quise arrancar de un reloj a mi temprana edad-
comenzó aquella tarde en mi conciencia
su propia disección ineludible.
Erosiona, socava; mina insensiblemente mis entrañas
con las finas agujas de su tic tac, buscando
(igual que yo lo hacía entonces)
mi última conexión con este mundo.
El día que al fin la encuentre (en esa hora,
en ese instante, en ese trascendental minuto)
mis órganos, mi mente; mi corazón entero, todo;
completamente todo se detendrá en el aire,
en el tiempo, en la tierra; para siempre;
y aparecerán -como un legado de la muerte-
las respuestas al otro lado de mis latidos.
--oOo--
Indefensa y ajena a la crueldad
la víctima latía entre mis dedos.
Sin pensarlo inicié la disección, la barbarie,
la búsqueda implacable del enigma.
Así, con mis pequeñas manos, fui fragmentando
por partes su organismo. Primero la cubierta,
la armadura; el caparazón que protegía celosamente
su estructura. Después el esqueleto, las ligaduras
y nexos adyacentes. De forma inexorable
fui desmembrando poco a poco sus órganos
y articulaciones. De pequeño buscaba respuestas
a mis grandes preguntas infantiles.
Y ante mí, al fin la esencia, el corazón; la guarida
profunda del arcano.
Despojado de toda superficialidad inútil
aquel automatismo latía por inercia.
Quizás estén aquí, me dije,
los secretos del paso por la vida.
Ebrio de incertidumbre y ansiedad
solté un resorte -un vínculo ínfimo y pequeñísimo-
y el ritmo se paró. Ahí acabó todo.
Ya no hubo solución a las incógnitas.
Como venganza, el Tiempo -el mismo cuyo misterio
quise arrancar de un reloj a mi temprana edad-
comenzó aquella tarde en mi conciencia
su propia disección ineludible.
Erosiona, socava; mina insensiblemente mis entrañas
con las finas agujas de su tic tac, buscando
(igual que yo lo hacía entonces)
mi última conexión con este mundo.
El día que al fin la encuentre (en esa hora,
en ese instante, en ese trascendental minuto)
mis órganos, mi mente; mi corazón entero, todo;
completamente todo se detendrá en el aire,
en el tiempo, en la tierra; para siempre;
y aparecerán -como un legado de la muerte-
las respuestas al otro lado de mis latidos.
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