Editorial Alaire

José Manuel Sáiz escribió:CONSUELOS


Curioso evento el de esta tarde
sobre la mesa de mi jardín: varios insectos
-verdes, diminutos; todos de la misma especie-
se persiguen frenéticamente unos a otros
como niños en patio de colegio

El asunto consiste en darse alcance
(por eso los más lentos, intuyo que las hembras,
acaban la carrera con un macho retozón a cuestas).
Grotesco apareamiento
ajeno a la indiscreción de mis ojos.

Al cabo de incontables vueltas,
acaban por emparejarse todos (o casi,
pues siempre algún impar se queda solo
dando vueltas).

Desde casa aparece mi mujer con dos copas
de vermut en la mano. Está preciosa,
sus piernas son la envidia de la sirena del estanque.

Maestro en seducción - y en este caso inspirado
en la naturaleza- desafío a mi princesa
a llevarme a horcajadas hasta el seto.

Lo intentamos:
de un saltito me subo a sus espaldas,
me sujeto a su cuello y a sus hombros, y ella
aprieta fuertemente mis pies a sus caderas.
Comienza la carrera:
un, dos, tres… cuatro pasos.... y se para.
Confiesa estar cansada. Y se va (¿intuye
quizás mis intenciones?).

Herido en mi amor propio y en la estima
decido compartir mi desencanto.
Sobre la mesa, delante de la copa de vermut,
un insecto sigue dando vueltas con el pundonor
de un atleta solitario.
Le guiño un ojo (simple empatía entre colegas)
El bichejo repara en mí y se para. Me mira.
Me apunta con su antena. Retrocede un paso
para efectuar un salto. Me levanto;
le niego con el dedo; y evito dar la espalda
por si acaso.

Reculo aturdido hacia la zona del estanque.
Coqueta, glamurosa, sugerente,
la sirena recibe mi presencia…
¿también con actitudes deshonestas?.

Arrojo al agua el resto del vermut
y me meto desconcertado en casa.
Mantengo a raya de reojo
al insecto y a la sirena (me voy al menos
con la hombría y la dignidad repuestas).


--oOo--

Guillermo Cuesta escribió:Humor al mismo tiempo que un vuelco de la naturaleza
dando vida a la vida y un poco de satisfación y regocijo.
Los primeros habitantes del planeta fueron los insectos, que
por cierto eran gigantes.
Detrás vinimos los demás.

un abrazo

Guillermo