Mía para siempre

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana Bella López Biedma
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Registrado: Dom, 20 Ene 2008 16:27

Mía para siempre

Mensaje sin leer por Ana Bella López Biedma »




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Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro: el verano se adelantó. El primer síntoma es que han encendido el aire acondicionado del pabellón para compensar el calor de la calle. Lo llamamos cariñosamente La Isla porque está aislado del resto del mundo y sólo hay una forma de salir: que te llegue el turno. En invierno no se llevan a nadie, pero al fin ha llegado el verano y eso significa que pronto vendrán a buscarme, soy el próximo de la lista. Es cuestión de días, quizás incluso falten sólo algunas horas para salir. Y entonces podré reunirme con ella.

Desde el instante en que la conocí, se convirtió en la razón de mis latidos. Todo en ella removía mis entrañas, la brisa que elevaba al caminar, las dunas de su piel y ese olor tan suyo, tan espeso, que agarraba mi cuerpo como un nudo del que no quería escapar. Y ella sentía lo mismo, lo sé. Irremediablemente enfermamos en el hambre de amarnos. El tiempo se paró en nuestros ojos, en nuestras manos, en nuestra piel. Y durante unos meses todo fue como yo siempre había soñado que sería tener a mi lado una mujer que fuera sólo mía,
devastadoramente
mía.

Pero poco a poco, ella cambió. Comenzó a comportarse de forma extraña; no quería hacer nada, ni salir a la calle. Su rostro adquirió la expresión de un animal herido. Yo le preguntaba que pasaba, pero ella rehuía mis ojos y su cuerpo se encogía en un ritual constante de querer esconderse en sí misma, replegándose en su miedo. Luego comenzaron a aparecer aquellas señales en su cuerpo, mientras ella asistía en silencio a su propio ocaso. Se iba derrumbando su alma y yo la contemplaba caer, testigo mudo, rabioso, sin poder obtener de aquellos labios una sola respuesta. ¿Quién ha sido, mi amor?, le preguntaba una y otra vez. ¿Quién te ha hecho esto? Ella me miraba y sus ojos eran como piedras. Callaba en su miedo y yo sentía en mis carnes su propio dolor, y no sabía cómo consolarla, cómo defenderla, cómo rescatarla.

Aquella noche cenábamos en el salón. Recuerdo que ella estaba muy hermosa. Su sonrisa era casi la de aquellos primeros meses y yo la amaba hasta el rincón más oscuro de mi alma. Bebimos y brindamos por los sueños, por volver a comenzar, por el desierto de su piel, por el resto del mundo. Brindamos y reímos, y bebimos, y volvimos a brindar. No sé lo que ocurrió después, la cabeza me daba vueltas. Me desperté de rodillas, bañado en sangre, y entre mis manos aquel reloj montado sobre un trozo de granito que habíamos comprado juntos. Y allí en el suelo ella, rota como una vieja muñeca, su cara hecha un sanguinolento guiñapo y en sus ojos aquel miedo de siempre, antiguo como el mundo. Y yo me deshacía por dentro, y gritaba la furia inexorable de no volver a ver de nuevo su sonrisa, que abría amaneceres en mis días. Y la besaba intentando encontrar sus labios en los harapos de su cara. Entonces escuché una sirena y supe que todo había terminado.

Ahora sólo cuento las horas para volver a reunirme con ella, en este amor que es suyo y mío, que sobrevivirá a la muerte. No fui yo, ellos se equivocaron, yo era incapaz de hacerle daño, la amaba más que a mi propia vida, todo fue una trampa del destino. Ya se acercan los pasos del verdugo, el mismo que me llevará hasta ella. Y entonces será mía para siempre, tan sólo mía como debe ser, como siempre debió ser, esta vez sí.
En cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña.

Dulce María Doynaz
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Luis Oroz
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Tremendo relato, Ana, que nos descubre el poder de una mente perturbada.
Es tan realista que asusta, y es que nunca sabemos cómo puede actuar la mente en una situación desesperada.
Me quedo con esa claridad tuya al imprimir el estado de alivio ante ese desenlace, el de la muerte, el de la vida.

Un abrazo.

Luis Oroz.
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Ana Bella López Biedma
Mensajes: 31
Registrado: Dom, 20 Ene 2008 16:27

Mensaje sin leer por Ana Bella López Biedma »

Gracias por comentarlo Luis. Este relato que tiene ya un tiempo, me costó mucho porque se sale de todo que he escrito anteriormente, y porque relata algo que me resulta totalmente ajeno, aunque doloroso y despreciable. Me propuse hacerlo como un ejercicio para ver si era capaz de ponerme en una piel tan distinta a la mía... Tan solo espero haberlo conseguido.

Un abrazo compañero de letras :)
En cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña.

Dulce María Doynaz
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