EN LA FUENTE (Cuento/apunte poético)
Publicado: Mar, 24 May 2011 2:33
Los coloquios sobre poesía son susceptibles de dar su fruto y consecuencia del último me atrevo a publicar este romance. No practico habitualmente este estilo, con lo que espero se me disculpen las deficiencias. Con un abrazo a todos mis compañeros foristas.
EN LA FUENTE
I
En la piedra de la fuente
-cáliz de espuma trenzada-
se desploma, desmayada,
una lluvia trasparente.
Es la taza como un lirio
que, del agua enamorado,
recibiera, ensimismado,
el temblor de su delirio.
Tiende un gran palio el boscaje
sobre la fuente tranquila,
que es una inmensa pupila
transparente en el paisaje.
Muere el sol en el ocaso
y su sangre -llamarada-
se esparce, desparramada,
cual si se volcara un vaso.
Y un derrame de rubíes
se cuaja con el revuelo
del agua, que salta al suelo
en reflejos carmesíes.
Retorciéndose se riza
como en un mágico juego,
el cristal, preso en el fuego
de la tarde que agoniza.
Vesper, un poco temprana
asoma su blanca lumbre
sobre la rosada cumbre
de una montaña lejana.
No se escucha ni un ruido
turbando la dulce calma,
más que el del bosque, a su alma,
en blando coloquio unido.
Y la respuesta indolente,
un poco desconcertada,
del agua precipitada
en la piedra de la fuente.
I I
En la paz del bosque umbrío
de repente surge ella
-como en el cielo una estrella-
con un leve escalofrió.
Surgiendo de la enramada
en que revuela la bruma,
dijerase entre la espuma
una Venus reencarnada.
Avanza por el camino
que se abre ante su paso.
Silencioso, como un raso,
su tibio pie cristalino.
Sedienta de su belleza,
como un Narciso imprudente,
inclina, graciosamente,
la delicada cabeza.
El agua, como un espejo,
avaro y enamorado,
le devuelve, entrecortado,
pedazos de su reflejo.
Y con un beso de loca,
ansiosa de la frescura
de la clara fuente pura,
se besa su propia boca.
El hielo traspasa el vano
de sus labios entreabiertos.
-Oasis de los desiertos.
Abismo de los arcanos-
Por aquel roce turbada,
muerta en sus labios de seda,
para siempre el agua queda
de su boca enamorada.
La noche tiende su velo
de silenciosa negrura,
sobre la inmensa tersura,
azul oscuro, del cielo.
Y ella levanta la frente,
alta, pálida de luna.
Y toda la noche bruna
se conmueve de repente.
Clava la negra pupila
en una estrella distante,
y en ese supremo instante
hasta el abismo vacila.
Después, como penitente,
en el agua deliciosa,
hunde sus dedos de rosa,
dulce y delicadamente.
A ese breve maridaje
de la mano sobre el agua,
en el espejo se fragua
un diminuto oleaje.
Y ella, vaga la mirada,
en que flota un alma ausente,
ve devenir la rompiente
de la fugaz marejada.
Y en su pestaña rizada,
cuelga, como un sueño leve,
la esfera ,infinita y breve,
de una lágrima callada.
Pepa
EN LA FUENTE
I
En la piedra de la fuente
-cáliz de espuma trenzada-
se desploma, desmayada,
una lluvia trasparente.
Es la taza como un lirio
que, del agua enamorado,
recibiera, ensimismado,
el temblor de su delirio.
Tiende un gran palio el boscaje
sobre la fuente tranquila,
que es una inmensa pupila
transparente en el paisaje.
Muere el sol en el ocaso
y su sangre -llamarada-
se esparce, desparramada,
cual si se volcara un vaso.
Y un derrame de rubíes
se cuaja con el revuelo
del agua, que salta al suelo
en reflejos carmesíes.
Retorciéndose se riza
como en un mágico juego,
el cristal, preso en el fuego
de la tarde que agoniza.
Vesper, un poco temprana
asoma su blanca lumbre
sobre la rosada cumbre
de una montaña lejana.
No se escucha ni un ruido
turbando la dulce calma,
más que el del bosque, a su alma,
en blando coloquio unido.
Y la respuesta indolente,
un poco desconcertada,
del agua precipitada
en la piedra de la fuente.
I I
En la paz del bosque umbrío
de repente surge ella
-como en el cielo una estrella-
con un leve escalofrió.
Surgiendo de la enramada
en que revuela la bruma,
dijerase entre la espuma
una Venus reencarnada.
Avanza por el camino
que se abre ante su paso.
Silencioso, como un raso,
su tibio pie cristalino.
Sedienta de su belleza,
como un Narciso imprudente,
inclina, graciosamente,
la delicada cabeza.
El agua, como un espejo,
avaro y enamorado,
le devuelve, entrecortado,
pedazos de su reflejo.
Y con un beso de loca,
ansiosa de la frescura
de la clara fuente pura,
se besa su propia boca.
El hielo traspasa el vano
de sus labios entreabiertos.
-Oasis de los desiertos.
Abismo de los arcanos-
Por aquel roce turbada,
muerta en sus labios de seda,
para siempre el agua queda
de su boca enamorada.
La noche tiende su velo
de silenciosa negrura,
sobre la inmensa tersura,
azul oscuro, del cielo.
Y ella levanta la frente,
alta, pálida de luna.
Y toda la noche bruna
se conmueve de repente.
Clava la negra pupila
en una estrella distante,
y en ese supremo instante
hasta el abismo vacila.
Después, como penitente,
en el agua deliciosa,
hunde sus dedos de rosa,
dulce y delicadamente.
A ese breve maridaje
de la mano sobre el agua,
en el espejo se fragua
un diminuto oleaje.
Y ella, vaga la mirada,
en que flota un alma ausente,
ve devenir la rompiente
de la fugaz marejada.
Y en su pestaña rizada,
cuelga, como un sueño leve,
la esfera ,infinita y breve,
de una lágrima callada.
Pepa