FLORES MARCHITAS
Publicado: Mié, 27 Abr 2011 21:05
Amor...
Ahora que la lluvia cubre todo mi cuerpo, debo decirte que las flores que llenaban mis cabellos fueron cayendo una a una.
Se marchitaron en cuanto partiste de mi lado, pues la luz que las iluminaba se tornó tempestad y desasosiego, creo que las mariposas nocturnas tuvieron parte de culpa.
Ahora mis cabellos están rizados y un poco más cortos. Quise ser otra persona para convencerme de que no era yo quien había fallado, y demostrarme que soy digna de los favores de otros reyes.
Me siento más ligera, como si cada una de esas flores hubiera representado una losa en cada una de las vidas que he morado en tí.
Cuando escampa entre ciento y viento salen las caracolas al camino y yo las espero para darles cuenta de todo aquello que interesa, ellas escuchan atentas y me dan sus consejos, como buenas amigas que son.
A veces pasamos las tardes en un rincón del río escuchando el murmullo de los peces hambrientos entre las piedras.
Otras veces, recordamos los buenos momentos y ellas me castigan recordándome que un día fui feliz.
Mi piel empieza a curtirse por el sol de la mañana, es el único momento en que asoma el infiel, casi de refilón, pero logra su objetivo redondeando mis pecas a la vista de todos.
Hoy me vino a la mente una cancioncilla que tarareaba mientras mojaba mis pies en los alrededores de tu morada. La verdad es que me ha costado cantarla entera, pues el dolor aparece aun cuando crees que estás curada.
Yo siempre pensé que se sufre más cuando no te aman o cuando el desamor no se desvanece por completo, pero he comprobado que es la indiferencia lo que hace que te sientas marchita y adulterada.
Siempre pensé en esculpir ese corazón de piedra con nuestras iniciales, la tuya y la mía, pero por fin me dí cuenta que ni el mejor de los cinceles hubiera conseguido nunca que yo culminara mi hazaña.
Por eso voy a usar un mallo, para enviarlo al fondo del río, tal vez si se rompe en mil pedazos, algún día entre las cristalinas aguas, se ablande y moldee como aquellos dulces, que de vez en cuando comíamos en los surcos de tu piel. ...
M.P.G.V.
Ahora que la lluvia cubre todo mi cuerpo, debo decirte que las flores que llenaban mis cabellos fueron cayendo una a una.
Se marchitaron en cuanto partiste de mi lado, pues la luz que las iluminaba se tornó tempestad y desasosiego, creo que las mariposas nocturnas tuvieron parte de culpa.
Ahora mis cabellos están rizados y un poco más cortos. Quise ser otra persona para convencerme de que no era yo quien había fallado, y demostrarme que soy digna de los favores de otros reyes.
Me siento más ligera, como si cada una de esas flores hubiera representado una losa en cada una de las vidas que he morado en tí.
Cuando escampa entre ciento y viento salen las caracolas al camino y yo las espero para darles cuenta de todo aquello que interesa, ellas escuchan atentas y me dan sus consejos, como buenas amigas que son.
A veces pasamos las tardes en un rincón del río escuchando el murmullo de los peces hambrientos entre las piedras.
Otras veces, recordamos los buenos momentos y ellas me castigan recordándome que un día fui feliz.
Mi piel empieza a curtirse por el sol de la mañana, es el único momento en que asoma el infiel, casi de refilón, pero logra su objetivo redondeando mis pecas a la vista de todos.
Hoy me vino a la mente una cancioncilla que tarareaba mientras mojaba mis pies en los alrededores de tu morada. La verdad es que me ha costado cantarla entera, pues el dolor aparece aun cuando crees que estás curada.
Yo siempre pensé que se sufre más cuando no te aman o cuando el desamor no se desvanece por completo, pero he comprobado que es la indiferencia lo que hace que te sientas marchita y adulterada.
Siempre pensé en esculpir ese corazón de piedra con nuestras iniciales, la tuya y la mía, pero por fin me dí cuenta que ni el mejor de los cinceles hubiera conseguido nunca que yo culminara mi hazaña.
Por eso voy a usar un mallo, para enviarlo al fondo del río, tal vez si se rompe en mil pedazos, algún día entre las cristalinas aguas, se ablande y moldee como aquellos dulces, que de vez en cuando comíamos en los surcos de tu piel. ...
M.P.G.V.