El milagro imposible
Publicado: Vie, 22 Abr 2011 17:58
A mí me ocurre como al amigo José Manuel.
No me considero demasiado creyente, pero de vez en cuando se me ocurren temas que plasmar con contenido místico. Hoy, día de Viernes Santo, os ofrezco uno de ellos: La Virgen a los pies de la Cruz viendo morir a su Hijo.
El milagro imposible
Ella ya lo sabía.
Estaba todo escrito desde que el tiempo es tiempo
y tan sólo quedaba
acatar los designios rigurosos del Padre,
y en Jesús de sus labios
recoger, Dolorosa, el postrero suspiro.
La tarde se hizo noche en el instante justo
que sus miembros cedieron
y su cabeza regia coronada de espinas
quedo inerte en sus hombros,
y expiraron palabras suplicando perdones
para todos aquellos que vejaron su carne
e intentaron, incrédulos,
sanguinarios perversos,
que quebrase la fuerza inmortal de su espíritu.
Las dos cruces alzadas como un interrogante
custodiaban la suya,
unida para siempre a su figura Humana,
y los negros presagios como fauces abiertas
engullían infamias,
arrancaban lamentos,
expandían la cólera repentina del cosmos
sobre el techo del Gólgota,
mientras Ella, silente,
resignada a la pena, rezaba conmovida
a los pies del madero que hundía en sus entrañas
puñal de soledades.
Dejó vagar sus ojos plagados de tristeza
por el plomizo cielo,
y oyó tronar a Dios y restallar las luces
furiosas del relámpago.
Ella ya lo sabía,
estaba todo escrito en las pupilas claras
del Hijo agonizante,
en esas que ya ciegas seguían contemplándola
con un amor inmenso y una bondad sin límites.
Lo sabía, sin duda.
Pero quizá soñaba (ilusiones de madre),
el milagro imposible:
Que uno de sus prodigios detuviese el tormento
y su muerte no fuera redención de los hombres.
Que en el último instante,
se salvase a sí mismo.
Mario.
No me considero demasiado creyente, pero de vez en cuando se me ocurren temas que plasmar con contenido místico. Hoy, día de Viernes Santo, os ofrezco uno de ellos: La Virgen a los pies de la Cruz viendo morir a su Hijo.
El milagro imposible
Ella ya lo sabía.
Estaba todo escrito desde que el tiempo es tiempo
y tan sólo quedaba
acatar los designios rigurosos del Padre,
y en Jesús de sus labios
recoger, Dolorosa, el postrero suspiro.
La tarde se hizo noche en el instante justo
que sus miembros cedieron
y su cabeza regia coronada de espinas
quedo inerte en sus hombros,
y expiraron palabras suplicando perdones
para todos aquellos que vejaron su carne
e intentaron, incrédulos,
sanguinarios perversos,
que quebrase la fuerza inmortal de su espíritu.
Las dos cruces alzadas como un interrogante
custodiaban la suya,
unida para siempre a su figura Humana,
y los negros presagios como fauces abiertas
engullían infamias,
arrancaban lamentos,
expandían la cólera repentina del cosmos
sobre el techo del Gólgota,
mientras Ella, silente,
resignada a la pena, rezaba conmovida
a los pies del madero que hundía en sus entrañas
puñal de soledades.
Dejó vagar sus ojos plagados de tristeza
por el plomizo cielo,
y oyó tronar a Dios y restallar las luces
furiosas del relámpago.
Ella ya lo sabía,
estaba todo escrito en las pupilas claras
del Hijo agonizante,
en esas que ya ciegas seguían contemplándola
con un amor inmenso y una bondad sin límites.
Lo sabía, sin duda.
Pero quizá soñaba (ilusiones de madre),
el milagro imposible:
Que uno de sus prodigios detuviese el tormento
y su muerte no fuera redención de los hombres.
Que en el último instante,
se salvase a sí mismo.
Mario.