Otoño en el alma
Publicado: Mar, 12 Abr 2011 17:50
El mar está ahí, como una sombra o un
recuerdo. La reina sobre la que nadie escribió.
Las fachadas de la ola, sus cuencas innombrables
como gotas de viento o memoria. Una luz
y un cascabel. Parpadean las bicicletas
antes del eclipse en primaveras de lentos mercurios,
de hambre y de sal. Y una línea como un sendero
gris, y el golpear de los ecos en la península
de los ojos caídos. Mi ciudad que no doma
la lucidez del mar, mi ciudad que ayer fue serpentina,
juicio y nieve. Es curioso, nada existe tras el cristal,
en los orificios de las plazas juegan los coches
de hierro seguros en su circuito como relojes exhaustos.
Yo te pregunto como si fuera apenas la hoja que atisba,
yo que no supe entender tu rail. Son demasiados los
demonios, con sus vértebras y su zodiaco. De tu
virginidad el polen de innombrables gestos. Y el
sudor de los columpios y el augurio de los extraños
abriles en tu inquietud de vieja.¿y las serpentinas
de lo que nunca fue noche? El ámbar se acomoda
en la hoja celeste(no es necesario el viento, no es
necesaria la luz ni la palabra de los barrancos, ni
acaso la podredumbre de mis rosas). Aquí la
semilla y su rostro, el hospital del los linces dorados
o el frío cuya señal es la verdad inmadura del presente.
¿Y tus trucos de alba? Columpiarse como un sueño
y morir o no. Más lejos, más lejos de la luz
que reinventa su espacio.
recuerdo. La reina sobre la que nadie escribió.
Las fachadas de la ola, sus cuencas innombrables
como gotas de viento o memoria. Una luz
y un cascabel. Parpadean las bicicletas
antes del eclipse en primaveras de lentos mercurios,
de hambre y de sal. Y una línea como un sendero
gris, y el golpear de los ecos en la península
de los ojos caídos. Mi ciudad que no doma
la lucidez del mar, mi ciudad que ayer fue serpentina,
juicio y nieve. Es curioso, nada existe tras el cristal,
en los orificios de las plazas juegan los coches
de hierro seguros en su circuito como relojes exhaustos.
Yo te pregunto como si fuera apenas la hoja que atisba,
yo que no supe entender tu rail. Son demasiados los
demonios, con sus vértebras y su zodiaco. De tu
virginidad el polen de innombrables gestos. Y el
sudor de los columpios y el augurio de los extraños
abriles en tu inquietud de vieja.¿y las serpentinas
de lo que nunca fue noche? El ámbar se acomoda
en la hoja celeste(no es necesario el viento, no es
necesaria la luz ni la palabra de los barrancos, ni
acaso la podredumbre de mis rosas). Aquí la
semilla y su rostro, el hospital del los linces dorados
o el frío cuya señal es la verdad inmadura del presente.
¿Y tus trucos de alba? Columpiarse como un sueño
y morir o no. Más lejos, más lejos de la luz
que reinventa su espacio.