El beso en la luna
Publicado: Lun, 14 Mar 2011 18:47
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Aurora la diosa romana del amanecer, Boreas palabra griega que significa norte...
La latitud magnética en Madrid es de 33º por lo que se puede decir que es casi un milagro que se pueda avistar algo así en este país.
Cuando observo de vez en cuando las fotos antiguas que aún conservo de los más ancestros, veo en sus ojos una luz que resplandece sin igual.
Siempre me pregunté el motivo del fulgor de aquellas miradas que resistieron tantos sufrimientos y tantas embestidas de guerras, cartillas de racionamiento y envidias de paisanos dispuestos a venderte por el bien común.
Esto no es un relato de vendettas, solo una pequeña historia de amor que descubrí un día por casualidad y que ahora que solo quedo yo para contarla me niego a que el polvo en el que nos convertimos se la lleve para siempre...
Los hombres solo obedecen lo que les piden otros hombres y eso hacía la mayoría de la población en plena guerra civil española, donde hermanos contra hermanos derramaron su sangre de la forma más inútil que tiene el hombre.
Mi abuelo fue un hombre honrado, eso cuentan los que le conocieron, yo nunca vi su rostro frente a frente. No estuve en su regazo ni me regaló una sonrisa como la que observo en las fotos antiguas.
Los surcos bajo sus ojos a pesar de su juventud y su delgadez delatan sufrimiento y sacrificio.
Mi abuela era una mujer de las de antes, serena y cauta, apenas hablaba y jamás la oí quejarse por nada. Solo en su lecho de muerte suspiró de forma agitada. ¡Cuántas cosas debió llevarse con ella!
Hace apenas cinco años supe que una de mis tías no había nacido en España sino en Francia, y que con tantas idas y venidas por el miedo a la represalia se movían sin parar para evitar acabar en presidio, o peor aún, fusilados en la tapia de algún cementerio.
Corría el año 38 y mi madre no había cumplido dos años de edad, estamos en enero... en aquellos años un día, quizás un mes podía suponer la diferencia entre estar viva o muerta.
En sus múltiples viajes (jamás he sabido que hacía mi abuela con el resto de sus hijos) llegaron a Madrid escondidos una vez más, ateridos por el frío, el hambre y el miedo.
Los bombardeos no cesaban y solo se tenían el uno al otro. Con las ropas sucias, llenas de remiendos intentaban guardar la poca dignidad que les quedaba.
Llegó entonces aquel día 25 donde se batallaba con saña en todo el país...y ocurrió el milagro.
La gente reía y lloraba a partes iguales, un resplandor lo inundaba todo.
Algunos pensaban que había llegado el día del juicio final, otros que eran las almas de los caídos subiendo al infinito.
Hubo llamadas desde todos los puntos de España para advertir lo sucedido, los bomberos buscaban fuegos que no existían, la aviación legionaria comunicaba que algo estaba ocurriendo en el Tibidabo... los aviadores tenían miedo.
Corrían rumores sobre Franco, decían que era el fin de las bombas en Barcelona, solo tardaron cinco días en volver.
No solo fuimos testigos en este país de la Gran Aurora, en el resto de Europa ocurría lo mismo, el desconcierto de las gentes, el temor a lo desconocido...
Se esperaba el nacimiento de la princesa Beatriz hija de la princesa Juliana. En los Países Bajos se creía que era una señal divina.
Los más católicos estaban seguros de que se acababa de cumplir la profecía de Fátima... "Cuando veáis la noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal dada por Dios, y que el mundo está a punto de ser castigado con el hambre y con la guerra por sus crímenes y sus persecuciones a la iglesia y al Santo Padre".
Casi todo el mundo quedó incomunicado por la gran tormenta magnética, el pánico cundió en la población y la gente salió a rezar en medio de las calles de cualquier lugar de la tierra.
Solo dos personas parecían entender lo que estaba sucediendo... el cielo les había concedido una tregua para observar la belleza y la solemnidad del planeta.
Antes de que fuera tarde sus labios se juntaron, sus manos se cogieron con fuerza y agradecieron durante toda su vida ser testigos del fenómeno natural más hermoso que existe.
Agradecimientos al blog El beso en la luna, de donde obtuve la información histórica para este relato.
Aurora la diosa romana del amanecer, Boreas palabra griega que significa norte...
La latitud magnética en Madrid es de 33º por lo que se puede decir que es casi un milagro que se pueda avistar algo así en este país.
Cuando observo de vez en cuando las fotos antiguas que aún conservo de los más ancestros, veo en sus ojos una luz que resplandece sin igual.
Siempre me pregunté el motivo del fulgor de aquellas miradas que resistieron tantos sufrimientos y tantas embestidas de guerras, cartillas de racionamiento y envidias de paisanos dispuestos a venderte por el bien común.
Esto no es un relato de vendettas, solo una pequeña historia de amor que descubrí un día por casualidad y que ahora que solo quedo yo para contarla me niego a que el polvo en el que nos convertimos se la lleve para siempre...
Los hombres solo obedecen lo que les piden otros hombres y eso hacía la mayoría de la población en plena guerra civil española, donde hermanos contra hermanos derramaron su sangre de la forma más inútil que tiene el hombre.
Mi abuelo fue un hombre honrado, eso cuentan los que le conocieron, yo nunca vi su rostro frente a frente. No estuve en su regazo ni me regaló una sonrisa como la que observo en las fotos antiguas.
Los surcos bajo sus ojos a pesar de su juventud y su delgadez delatan sufrimiento y sacrificio.
Mi abuela era una mujer de las de antes, serena y cauta, apenas hablaba y jamás la oí quejarse por nada. Solo en su lecho de muerte suspiró de forma agitada. ¡Cuántas cosas debió llevarse con ella!
Hace apenas cinco años supe que una de mis tías no había nacido en España sino en Francia, y que con tantas idas y venidas por el miedo a la represalia se movían sin parar para evitar acabar en presidio, o peor aún, fusilados en la tapia de algún cementerio.
Corría el año 38 y mi madre no había cumplido dos años de edad, estamos en enero... en aquellos años un día, quizás un mes podía suponer la diferencia entre estar viva o muerta.
En sus múltiples viajes (jamás he sabido que hacía mi abuela con el resto de sus hijos) llegaron a Madrid escondidos una vez más, ateridos por el frío, el hambre y el miedo.
Los bombardeos no cesaban y solo se tenían el uno al otro. Con las ropas sucias, llenas de remiendos intentaban guardar la poca dignidad que les quedaba.
Llegó entonces aquel día 25 donde se batallaba con saña en todo el país...y ocurrió el milagro.
La gente reía y lloraba a partes iguales, un resplandor lo inundaba todo.
Algunos pensaban que había llegado el día del juicio final, otros que eran las almas de los caídos subiendo al infinito.
Hubo llamadas desde todos los puntos de España para advertir lo sucedido, los bomberos buscaban fuegos que no existían, la aviación legionaria comunicaba que algo estaba ocurriendo en el Tibidabo... los aviadores tenían miedo.
Corrían rumores sobre Franco, decían que era el fin de las bombas en Barcelona, solo tardaron cinco días en volver.
No solo fuimos testigos en este país de la Gran Aurora, en el resto de Europa ocurría lo mismo, el desconcierto de las gentes, el temor a lo desconocido...
Se esperaba el nacimiento de la princesa Beatriz hija de la princesa Juliana. En los Países Bajos se creía que era una señal divina.
Los más católicos estaban seguros de que se acababa de cumplir la profecía de Fátima... "Cuando veáis la noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal dada por Dios, y que el mundo está a punto de ser castigado con el hambre y con la guerra por sus crímenes y sus persecuciones a la iglesia y al Santo Padre".
Casi todo el mundo quedó incomunicado por la gran tormenta magnética, el pánico cundió en la población y la gente salió a rezar en medio de las calles de cualquier lugar de la tierra.
Solo dos personas parecían entender lo que estaba sucediendo... el cielo les había concedido una tregua para observar la belleza y la solemnidad del planeta.
Antes de que fuera tarde sus labios se juntaron, sus manos se cogieron con fuerza y agradecieron durante toda su vida ser testigos del fenómeno natural más hermoso que existe.
Agradecimientos al blog El beso en la luna, de donde obtuve la información histórica para este relato.