Editorial Alaire

E. R. Aristy escribió:"Creció dentro una serpiente inmortal, se revolcó
en la fe de los días para ser aliento voraz y despedida."


Cambiamos de piel, siempre somos un nuevo acertijo. Un poema para revisitar, algo criptico. Tu cosmogonia me fascina, ya te lo he dicho.


Abrazos,
ERA

Ramón Carballal escribió:Con el cuerpo apenas gastado, apenas niño
pero ya roído por el alacrán del amor.

Diecisiete años de carne blanca, diecisiete
esperanzas en los ojos bendecidos.

Otra ciudad, tan hostil a la mía (yo dejaba el mar bravío,
el aire sin flores, la luz del faro segando la noche),
con siglos de aceite en sus robustas piedras,
crepuscular y mística, ensoñadora y cobarde.

Pero la juventud es una raíz o una gema sin estrenar.
Pronto en mi umbral adiviné las filigranas
de un tiempo nuevo y a la vez remoto,
encendido de trenes sin mensaje o de hogares
anclados a la luz.

Un tiempo en el que las golondrinas dejaron de ser viajeras
y los castaños tomaron mi forma como molde y tapiz.

¿y la palabra, por qué se escondió tras los gestos
o el ámbar del ardor?

Creció dentro una serpiente inmortal, se revolcó
en la fe de los días para ser aliento voraz y despedida.

Nadie sabrá de las dudas, jamás el silencio de los bares
elegirá sus trompetas de nácar. He dejado mi voz
entre la roca y el azul y cada verbo que me espía,
y cada marfil que me sueña ya nunca recordarán mi nombre.

Pilar Morte escribió:¡Qué hermosura de poema! solo te digo que me ha encantado. Volveré
Abrazos
Pilar

Gabriela Cobian escribió:Hermoso poema, los cambios en el ser humano son una constante, lo que no cambia es nuestra forma de sentir, ha sido un placer leerte.
Abrazos
Gabriela

Juan Fionello escribió:Casi sin tiempo para comentar, no quería dejar de decirte lo mucho que me ha gustado tu poema, Ramón. Espero poder volver a él con un comentario algo más elaborado.


Un fuerte abrazo.

Margarita Mc Ewen escribió:

Ramón Carballal escribió:Con el cuerpo apenas gastado, apenas niño
pero ya roído por el alacrán del amor.

Diecisiete años de carne blanca, diecisiete
esperanzas en los ojos bendecidos.

Otra ciudad, tan hostil a la mía (yo dejaba el mar bravío,
el aire sin flores, la luz del faro segando la noche),
con siglos de aceite en sus robustas piedras,
crepuscular y mística, ensoñadora y cobarde.

Pero la juventud es una raíz o una gema sin estrenar.
Pronto en mi umbral adiviné las filigranas
de un tiempo nuevo y a la vez remoto,
encendido de trenes sin mensaje o de hogares
anclados a la luz.

Un tiempo en el que las golondrinas dejaron de ser viajeras
y los castaños tomaron mi forma como molde y tapiz.

¿y la palabra, por qué se escondió tras los gestos
o el ámbar del ardor?

Creció dentro una serpiente inmortal, se revolcó
en la fe de los días para ser aliento voraz y despedida.

Nadie sabrá de las dudas, jamás el silencio de los bares
elegirá sus trompetas de nácar. He dejado mi voz
entre la roca y el azul y cada verbo que me espía,
y cada marfil que me sueña ya nunca recordarán mi nombre.

Esto pienso cuando vuelvo a mi ciudad, de vez en cuando, en verano "ya nunca recordarán mi nombre". Me encantan tus poemas. Margarita.

Josefa A. Sánchez escribió:Una mirada al pasado con tu personalisimo estilo. Un placer estar.
Un abrazo.
Pepa