muerta y no me he enterado,
porque no he sentido los labios sobre el aljibe,
las manos en el brocal resquebrajado de helechos,
los dedos en miserere trastabillando lumbares,
ni siquiera,
la herrumbre de la polea, denostando,
(pura envidia)
esos labios entreabiertos ansiosos del agua fresca.
¡ Qué desatino suponer que lo que estoy es muerta
si guardo, entre los latidos,
a puñados,
a tormentas,
chirimiris de te quieros como de novios tempranos
en la madurez abierta !
¡ Qué tonta...
... qué tonta he sido !
(A veces se suponen cosas raras, como ésta de hoy, en un Alicante lluvioso y carnavalero de tres de marzo que presagia primaveras)