Editorial Alaire

La arrogancia es, sin duda, la ceguera,
mal que aqueja no sólo al ignorante.
También es aquel néctar con que altera
su consciencia el ingenio delirante.

No es la justa medida de los versos
ni el tener la razón lo que te ampara
para esgrimir el juicio que compara
la buena voluntad con los perversos.

Nunca se ha visto humano que no incurra
en ficciones de modas aberrantes.
Hay razones de modos tan diversos

como cuenta la física universos.
Y suelen ser palabras penetrantes
que aún el tiempo indiscreto las susurra.

Ya va el tercer soneto igualmente degustado. Me parecen acertadas tus reflexiones y me han gustado
Abrazos
Pilar

Bravo Agni, tu soneto toma el asunto de la arrogancia por sus cuernos.

Abrazos,
Nadaina

Jamás podré escribir un soneto, lo admito, pero me enorgullece siempre leerte, saberte. Gracias POETA.
Un beso en el recién nacido pétalo de nuestra flor

Divertido e instructivo.

Antonio, comparto tus reflexiones, es cierto que la arrogancia raya en la ignorancia, que a todos nos aqueja en ocasiones, aunque también creo nos despierta los sentidos para reconocer el camino equivocado y tomar el adecuado.
Me ha gustado muchísimo tan sentido soneto.
Un abrazo
Gabriela

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Un soneto que me ha resultado bello. Es paradójico que escribas sonetos para criticar a quienes cultivan los poemas medidos. Mientras, que viva la poesía libre o medida.
Un saludo.

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Un soneto labraste con la arrogancia sencilla del poeta.
Un serventesio, un cuarteto y dos tercetos bien montados.
para que el tiempo siga susurrando.

Un abrazo

Guillermo