PRÓXIMA ESTACIÓN LA CEGUERA.
Publicado: Jue, 18 Nov 2010 17:47
PRÓXIMA ESTACIÓN LA CEGUERA.
El ojo visualiza la estampida inerte
de la carne.
Apenas hay luz bajo la tierra,
el peso del ayer es masticado por la encía blasfema
junto al tomo abultado del silencio.
Huele a circunstancias al galope,
a corcel de saliva tras la sombra de un estigma,
huele a resquemor en la noche
a las puertas de la muerte.
El tubérculo es la llaga,
el diente equino que lame la cuerda
cuando anclan en ti las tinieblas.
Lo que ha de venir
lo hace bajo el moho de la herrumbre
mientras alza la estela del monstruo
que debilita porfiado la huida.
La región se compone de sombras.
Seréis atraídos como una promesa encadenada al cuello,
como un espejismo acuoso
al yermo de una boca que arde en la mentira.
¿Quien dijo que la barbarie y su coartada
son incompatibles?
La ignorancia se transforma en cauce
y el cauce en rama de frutos secos,
en cepa que hierve en la histeria
junto a la eclosión del mañana.
Es en el fin de la luz cuando estalla el silencio,
cuando solo perdura el tenue rumor del vientre,
la espina inmortal donde yace el golpe.
La bruma defeca en las córneas
se depura el don del olvido,
caricatura de sal en las esquinas
con formas oblicuas que vomitan ausencia,
grieta del recuerdo estéril
bajo el ano escarlata del fuego,
témpano de miedo a la deriva
sobre el eco elíptico de la nada.
La nada es el hechizo que relincha entre los dedos
hasta el vaho de la penumbra.
La penumbra está llena de indicios.
Próxima estación la ceguera.
El ojo visualiza la estampida inerte
de la carne.
Apenas hay luz bajo la tierra,
el peso del ayer es masticado por la encía blasfema
junto al tomo abultado del silencio.
Huele a circunstancias al galope,
a corcel de saliva tras la sombra de un estigma,
huele a resquemor en la noche
a las puertas de la muerte.
El tubérculo es la llaga,
el diente equino que lame la cuerda
cuando anclan en ti las tinieblas.
Lo que ha de venir
lo hace bajo el moho de la herrumbre
mientras alza la estela del monstruo
que debilita porfiado la huida.
La región se compone de sombras.
Seréis atraídos como una promesa encadenada al cuello,
como un espejismo acuoso
al yermo de una boca que arde en la mentira.
¿Quien dijo que la barbarie y su coartada
son incompatibles?
La ignorancia se transforma en cauce
y el cauce en rama de frutos secos,
en cepa que hierve en la histeria
junto a la eclosión del mañana.
Es en el fin de la luz cuando estalla el silencio,
cuando solo perdura el tenue rumor del vientre,
la espina inmortal donde yace el golpe.
La bruma defeca en las córneas
se depura el don del olvido,
caricatura de sal en las esquinas
con formas oblicuas que vomitan ausencia,
grieta del recuerdo estéril
bajo el ano escarlata del fuego,
témpano de miedo a la deriva
sobre el eco elíptico de la nada.
La nada es el hechizo que relincha entre los dedos
hasta el vaho de la penumbra.
La penumbra está llena de indicios.
Próxima estación la ceguera.